Cosméticos biodegradables con los que salvar al mundo: del champú sólido al bote de cristal
La industria cosmética se ha puesto las pilas en el compromiso con la conservación del medioambiente. Packagings y fórmulas se hacen biodegradables… Se acabaron las excusas
En plena fiebre por los scrubs exfoliantes, comenzaron a saltar las alarmas sobre lo difícil que resultaba eliminar los residuos gruesos y duros, encargados de ejercer la exfoliación física. Estos microplásticos, presentes en los clásicos scrubs, recorren un largo camino desde el desagüe hasta el océano sin disolverse en ningún momento, flotando en alguna zona de nuestro planeta.
Algo tan sencillo como lavarse la cara con un exfoliante puede tener consecuencias muy perjudiciales para el medioambiente, y este es solo uno de esos gestos sobre los que la industria cosmética ha comenzado a reparar para reducir su huella ecológica. Tan importante como la fórmula de un exfoliante facial es, por ejemplo, el envase en el que lo compramos.
Marcas como Lush llevan años sustituyendo el uso de las bolsas por pañuelos de tela a modo de envoltorio de regalo o utilizando las hueveras tradicionales como recipientes para sus famosas y aromáticas bombas de baño. Iniciativas que, poco a poco, se han ido instalando en nuestra vida y en las que puede que ni siquiera reparemos.
Después de décadas en las que todos los cosméticos pasaban de los frascos de cristal a los envases de plástico, más económicos y maleables, la industria recupera el vidrio como un nuevo contenedor capaz de tener más de una vida. No solo hablamos de reciclar el cristal y utilizar vidrio reciclado, sino de la opción cada vez más habitual de recargar los envases. El último lanzamiento de Giorgio Armani, My Way (a partir de 41,90€), es un perfume recargable que permite rellenar el frasco sin necesidad de acudir a ningún establecimiento, además de reducir un 32% el cartón, un 55% el vidrio, un 64% el plástico y un 75% en el metal, en comparación con cuatro envases de espray de 50 ml.
Este fomento del uso del vidrio podemos verlo en el lanzamiento de nuevos cosméticos que vuelven a los envases de cristal, un ejemplo es el Aceite Nocturno de Cáñamo de Garnier (9,95€). La finalidad es sencilla, reducir el uso de plásticos vírgenes, mucho más baratos, pero tremendamente difíciles de degradarse. Además del vidrio, la industria cosmética ha comenzado a utilizar plásticos reciclados, además de investigar nuevos materiales alternativos al plástico como el envase de cartón certificado de la Crema en Gel Multi-reparadora de Garnier (9,99€), diseñada en colaboración con Albéa y que ha logrado reducir un 49% la cantidad de plástico.
Dentro de las posibilidades de envases -los más habituales en el mundo de la cosmética son reutilizables, reciclables y compostables-, lo principal es su vida útil: “Los reutilizables suelen ser fabricados en materiales de larga duración, como el cristal, que permiten darle usos alternativos al envase una vez consumido su contenido. Los reciclables tienen menor vida en su primer uso, pero una vez procesados y reciclados pueden adoptar nuevas formas y alargar su utilidad. Es el caso del plástico PET, por ejemplo. Por último, el compostable es biodegradable totalmente”, explicaba André Albarrán, general manager de Garnier España.
Si bien es cierto que algunos elementos del envase como los pulverizadores o dispensadores aún son de plástico virgen, su uso se ha visto reducido en los últimos años. Marcas como Acqua di Parma han sometido a sostenibles variaciones a sus productos icónicos para hacerlos más biodegradables. Su histórico tapón de baquelita será de ahora en adelante un tapón de plástico reciclado y reciclable.
Pero tan importante como el continente es el contenido, en este caso las fórmulas cosméticas. Por ejemplo, como alternativa a los scrubs elaborados con derivados del plástico, la tendencia hacia la cosmética elaborada con ingredientes procedentes de la naturaleza ha sido la opción sensata y ganadora.
Aunque leer el etiquetado de cada producto es la clave para llevar a cabo una compra consciente, la proliferación de los scrubs de sal o azúcar le ha ganado la batalla a los microplásticos. Además de contener más propiedades beneficiosas para nuestro organismo, tanto la sal como el azúcar son disolubles en agua, por lo que al utilizarlos no estamos contaminando el medioambiente, cumplimos con la máxima de la cosmética biodegradable: residuos cero.
El cambio hacia una cosmética consciente y centrada en la reducción de los residuos, y por consiguiente en la huella ecológica, ha comenzado. La pelota cae ahora en el tejado del consumidor. En palabras del propio Giorgio Armani, "no podemos ignorar el hecho de que el futuro de las nuevas generaciones depende de nuestras elecciones”.
En plena fiebre por los scrubs exfoliantes, comenzaron a saltar las alarmas sobre lo difícil que resultaba eliminar los residuos gruesos y duros, encargados de ejercer la exfoliación física. Estos microplásticos, presentes en los clásicos scrubs, recorren un largo camino desde el desagüe hasta el océano sin disolverse en ningún momento, flotando en alguna zona de nuestro planeta.