Bótox preventivo: ¿y si en vez de corregir las arrugas las evitas?
En la constante persecución por retrasar los signos de la edad, el bótox preventivo se ha convertido en el tratamiento estrella no por tratar las arrugas, sino por lograr que no aparezcan
La democratización de los inyectables ha conseguido que los rellenos de ácido hialurónico, los hilos tensores o los neuromoduladores no solo sean procedimientos al alcance de todos los bolsillos, sino que la edad con la que comienzan a utilizarse se haya adelantado.
Hace unos años, en las consultas medico-estéticas, era muy poco probable que un profesional sugiriera un pinchazo en alguien que no hubiera cumplido los 35 por el mero hecho de que los signos de la edad no estaban tan acuciados y el cuerpo aún no había comenzado a ver mermada su producción de colágeno, elastina… Sin embargo, la actual corriente estética defiende otra idea: ¿por qué esperar a que salga una arruga para tratarla?, ¿por qué no evitar que aparezca? Esta es la premisa del bótox preventivo.
Hablamos con la Leonor Escribano Delgado, especialista en medicina estética y antienvejecimiento (@dra.leonorescribano), para despejar algunas de las dudas y temores sobre este tratamiento que, en cuestión de unos pocos años, ha pasado de ser un concepto que se susurraba a convertirse en uno de los tratamientos más demandados en clínica.
“El perfil de mi consulta suele ser paciente joven, en torno 25-35 años, que desea prevenir y envejecer de forma saludable”, explica la doctora, que también recalca que no es un tratamiento solo demandado por mujeres, cada vez son más los hombres que apuestan por esta prevención. En esta franja de edad, es precisamente donde se encuentra el público objetivo del bótox preventivo, el que más puede verse beneficiado por sus efectos, aún no hay signos de la edad marcados. La idea es sencilla: “La mejor forma de corregir una arruga es evitándola”, apunta la doctora Escribano. Este es el nuevo enfoque de la medicina estética actual: la prevención.
“La idea es prevenir esa formación de arrugas de expresión en un perfil joven, ya que tiene mucho más sentido evitar su formación que tratar una piel cuando esa arruga ya está muy marcada”, explica. Por ello, las zonas sobre las que actúa son las mismas en las que se inyecta la toxina botulínica tradicional. Estos puntos vienen definidos por la movilidad muscular de cada paciente y siempre se adaptarán de forma personal, pues no se trata de un procedimiento mecánico. La única diferencia con las formas de aplicación del bótox tradicionales es la cantidad del producto, como precisa la experta: “En pacientes muy jóvenes, se suelen utilizar los mismos puntos que en un tratamiento tradicional, pero aplicando menor cantidad de producto”.
Aunque ‘bótox’ es el nombre de la neurotoxina, se ha convertido en el término más popular para hablar de los neuromoduladores. Como apunta la especialista en medicina estética y antienvejecimiento, se trata de una neurotoxina elaborada por la bacteria 'Clostridium botulinum' y su uso en la medicina estética viene dado de su “capacidad para producir parálisis muscular por denervación química”. Esta propiedad de la neurotoxina ha sido aprovechada para utilizarla como medicamento en el tratamiento de ciertas enfermedades neurológicas; sin embargo, su uso más conocido a nivel general es el del tratamiento estético de las arrugas faciales.
Una de las primeras preguntas que nos pueden venir a la cabeza, teniendo en cuenta las edades a las que es recomendable el bótox preventivo, es el nivel de dependencia. Si la idea es que las arrugas nunca lleguen a formarse, ¿será necesario acudir de forma periódica a repasar el tratamiento? De nuevo, aquí la respuesta dependerá de cada caso: “La duración es multifactorial. El factor principal es el paciente, su fuerza muscular, la forma de expresarse, etc. También la calidad y cantidad de producto que se inyecte es fundamental”, señala la doctora Escribano.
Pero sí, para mantener la aparición de las arrugas a raya, hay que mantener la constancia estética. Igual que el ácido hialurónico se reabsorbe en los niveles más superficiales, la toxina botulínica no se mantiene en la piel para siempre, por lo que la recomendación de la profesional es repetir el tratamiento cada 6 meses para mantener el resultado obtenido, ya que el producto se degrada al 100% pasado este tiempo. “La duración real del producto se estima en 4-6 meses, aunque el efecto del tratamiento depende del paciente”, concluye.
Del mismo modo que la aplicación del neuromodulador se adapta a cada paciente, el profesional también debe valorar cada caso, teniendo en cuenta las posibles contraindicaciones y buscando un tratamiento alternativo cuando sea necesario.
La democratización de los inyectables ha conseguido que los rellenos de ácido hialurónico, los hilos tensores o los neuromoduladores no solo sean procedimientos al alcance de todos los bolsillos, sino que la edad con la que comienzan a utilizarse se haya adelantado.