De la dermatitis atópica a la psoriasis: ¿qué dolencias cutáneas empeoran con el frío?

A pesar de que el verano se alargó demasiado, tenemos que mentalizarnos de que la temporada invernal ya está empezando a hacer su aparición estelar. Ese hito anual supone una serie de cambios en el organismo, ya que las reducidas horas de luz afectan al ánimo, se puede producir una bajada de las defensas e incluso la piel (con sus particularidades previas) sufre, en mayor o menor medida, las consecuencias.

A grandes rasgos, ante los días fríos, “la piel puede aparecer más seca, más tirante, con picor, rojeces y aspecto rugoso”, sostiene la Dra. Mercè Campoy, directora de la Clínica de la Dra. Mercè Campoy, que explica que la razón de este comportamiento es porque las bajas temperaturas alteran la función barrera, ya que se relacionan con una menor síntesis de lípidos, lo que se traduce en una importante pérdida de agua, alterando su función protectora.

La situación se agrava cuando no está bien hidratada… Y en esta época, el extra de viento a que nos exponemos tampoco ayuda, pues (sea gélido o caliente) también reseca la dermis. Sobre todo en las zonas donde la piel es más fina y se encuentra más expuesta, como “el dorso de las manos, el cuello, el escote, los párpados, las orejas e incluso y, si no llevas un buen calzado aislante, la de los pies puede ser una gran damnificada”, apunta el Dr. Antonio Ortega, médico dermatólogo de Clínica Menorca.

El experto señala que no debes subestimar lo que el 'efecto frozen' puede hacer en tu tez, ya que, en casos extremos, incluso se puede producir una aparición de ronchas y picor, llamada 'urticaria a frigore', que describe una curiosa alergia que puede llegar a producir una anafilaxia. “Es importante tener precaución y abrigarse bien, no tomar bebidas frías. Una vez instaurada, el tratamiento más frecuente son los antihistamínicos”, concluye.

Si estás pensando que una exposición sin medida al calor puede ser la solución, te recordamos que los cambios drásticos pueden ser realmente perjudiciales. Ante la presencia de una calefacción, sube la temperatura corporal y se produce la vasodilatación de los capilares que la doctora afirma que, si se mantiene durante unas horas, produce una “pérdida de agua transdérmica e inflamación que genera sequedad, rompiendo la acción barrera, lo que provoca picor, descamación…”. Su consejo es tener presente que son necesarios unos 15 minutos para que un cutis sano se adapte a una modificación radical de gradación.

Con ese punto de partida, los profesionales nos indican cómo las inclemencias del tiempo influyen, de manera directa, en alguna de las afecciones cutáneas más populares. Aprende a minimizarlas…

Caso 1: Sequedad cutánea

El experto indica que con el efecto vasoconstrictor que ejerce el frío en la piel, se reduce el calibre de los vasos sanguíneos, por lo que el aporte de sangre es más reducido, así como la oxigenación y los nutrientes que le llegan. Las consecuencias directas son que se incrementa la falta de hidratación, surge tirantez, descamación o se producen grietas que indican que se ha dañado la barrera natural y pueden dar lugar a la aparición de infecciones.

Los consejos de la Dra. Campoy para paliar este efecto:

1. Cambia las lociones por cremas en tu rutina diaria, ya que su base oleosa les permiten sumar una hidratación más intensa.
2. En la medida de lo posible, huye de los cambios drásticos de temperatura. También en la ducha: lo ideal es optar por sesiones cortas, con agua tibia y secar siempre perfectamente la piel.
3. Protégete con prendas de abrigo suaves y holgadas que te ayuden a prevenir irritaciones. El doctor insiste en evitar, siempre que puedas, el contacto directo con el frío y no olvidar el uso de guantes, pañuelos en el cuello y sombreros.
4. Reduce la exposición a ambientes secos ayudándote de humidificadores.
5. Respecto a la alimentación, apuesta por un mayor consumo de frutas y de verduras con alto contenido en vitamina C como las naranjas, los kiwis, el brócoli, los pimientos… También puedes tomar suplementos con efecto antiinflamatorio, como el omega-3.

Caso 2: Dermatitis atópica

El Dr. Ortega apunta que las temperaturas extremas provocan que los pacientes con esta afección empeoren. Sobre todo en climas o ambientes secos (una vez más, ojo con las calefacciones), que incrementan la sequedad y tirantez, por lo que pierde su flexibilidad y aparecen descamaciones e irritaciones que incitan al rascado, por lo que pueden surgir fisuras y grietas… E incrementar la probabilidad de padecer una infección o un brote de dermatitis.

Si te preguntas cómo reducir esta probabilidad, lo ideal es seguir las pautas del punto anterior, además de seleccionar geles y aceites de ducha sin detergentes, que no arrastren el manto hidrolipídico de la piel y aliarte con fórmulas de hidratación específicas para atopía.

Caso 3: Rosácea

“La patología de base en la rosácea es una reactividad exagerada de los vasos sanguíneos del rostro. En las modificaciones de temperatura, la vasodilatación producida por el calor de las calefacciones y los ambientes cerrados producen exacerbaciones de la enfermedad. Sin duda, es una de afecciones que más se resienten en invierno”, recuerda la Dra. Mercé Campoy.

A la hora de intentar reducir sus consecuencias, los dermatólogos coinciden en intentar evitar esa exposición y usar prendas que cubran y protejan del viento. También es importante seguir una rutina diaria con referencias formuladas específicamente para la rosácea, donde la limpieza y la hidratación siempre deben acompañarse del uso del protector solar, además de “evitar el agua micelar, los discos de algodón, los tónicos con alcohol, los exfoliantes y el agua caliente”.

Caso 4: Psoriasis

El frío es una de las variables que aumenta la probabilidad de padecer un brote de psoriasis debido a la sequedad y deshidratación que, como ya hemos dicho, genera (de forma directa o indirecta a través de las calefacciones).

Sin embargo, el experto reconoce que el protocolo de cuidado invernal no se diferencia demasiado del habitual. Su recomendación es mantener una rutina de higiene adecuada, con lociones suaves que ayuden a reducir la aparición de la afección y una hidratación diaria, sobre todo en las zonas donde se localizan las placas. No uses perfumes y fragancias directamente sobre la piel (mejor en las prendas) y opta por tejidos de fibras naturales, evitando el contacto directo con la lana.