Es noticia
Menú
Cibeles, “un simulacro” de pasarela en la corte madrileña
  1. Estilo
  2. Moda

Cibeles, “un simulacro” de pasarela en la corte madrileña

Hasta hace cuatro días el pabellón 14 de IFEMA era sede de la feria de las vanidades madrileñas. Apagados los focos de la 50ª edición de

Foto: Cibeles, “un simulacro” de pasarela en la corte madrileña
Cibeles, “un simulacro” de pasarela en la corte madrileña

Hasta hace cuatro días el pabellón 14 de IFEMA era sede de la feria de las vanidades madrileñas. Apagados los focos de la 50ª edición de la Cibeles Madrid Fashion Week llega el momento de repasar lo mejor y lo peor de una pasarela que exenta de cualquier modestia se vende a sí misma como una de las más importantes del mundo.

Cibeles ha tenido más diseñadores que en su anterior edición, pero el aumento cuantitativo no tiene por qué reflejar una mejora en la calidad o las expectativas del certamen. La pasarela madrileña tiene un futuro incierto dentro de un mundo, el de las pasarelas mundiales, que también se está replanteando su estructura. Lo malo es que no pasa de ser un ‘espectáculo local’, un remedo de corte en el que se alaba en público todo lo que se presenta para luego criticarlo en privado.

 

El único momento de auténtica emoción llegó el lunes por la tarde, cuando un dream team de modelos en su gran parte ya retiradas dio a las jóvenes una lección de cómo se desfila por una pasarela. Fue durante el pase de Elio Berhanyer, al cual la organización quiso reconocer el trabajo artesano que ha puesto en práctica durante su carrera profesional.

Falta de originalidad

Por el resto los diseñadores han presentado unas colecciones que han causado pereza entre la prensa especializada y los compradores. Como afirmaba el otro día Lucas Arraut en El País, el problema de la mayoría de diseñadores de la pasarela es “la dictadura de lo inofensivo. Lo mono. Lo olvidable”. Una habitual de la prensa del corazón y las revistas de tendencias que pasa por ser una gran conocedora del mundo de la moda lo resume sin tanto lirismo: “Aquí hay una absoluta falta de originalidad”.

Si a eso se le suma el hecho de que Cibeles se enmarca en una vorágine de semanas de la moda alrededor del mundo y que además coincide en fechas exactas con Londres, cabe preguntarse qué repercusión tiene la pasarela a la hora de colocar la moda española entre las más importantes del mundo. Por eso las administraciones están poniendo en marcha nuevas subvenciones, como las que han recibido los diseñadores que han presentado sus colecciones recientemente en Nueva York.

Todas las dudas sobre la utilidad de Cibeles tienen lugar a pesar del esfuerzo económico por parte de instituciones públicas: en las ‘cuatro grandes’ (París, Nueva York, Milán, Londres) el porcentaje máximo de dinero de las administraciones no supera el 50% y en algunos casos ni siquiera existe, mientras que en Madrid, cuya pasarela cuenta con un presupuesto anual de más de seis millones de euros, la parte de financiación pública asciende hasta el 80%. “Esto no es más que un simulacro”, explica sin rodeos una periodista especializada en temas de tendencias que ha asistido a los desfiles. Aquí todos sonreímos, pero la repercusión de Cibeles en los grandes mercados de la moda es nula”, asegura.

Dinero público 

En Cibeles la mayor parte de los fondos provienen de las arcas públicas. La pasarela madrileña está organizada por la Institución Ferial de Madrid, que aporta en torno al 55% del dinero necesario para ponerla en marcha. El otro 25% del presupuesto proviene de la Comunidad de Madrid y sólo el 20% de los patrocinadores.

El porcentaje de capital privado lo aportan firmas como la casa suiza de relojes Swatch, que tuvo una de las pocas propuestas comerciales originales de Cibeles al colocar réplicas gigantes de las piezas de su última colección por todo el espacio y traer al artista urbano Billy The Artist para decorar en directo un mural transparente con sus dibujos. Estas acciones de branding suelen ser trasversales a las estrategias de comunicación de las empresas. Por el Cibelespacio –área comercial entre las dos pasarelas– había stands de revistas, marcas de café, leche, cervezas o coches. El público, como en cualquier feria, se daba codazos para conseguir un cortado o una bolsa de regalo.

Otra cuestión aparte es la organización de los desfiles. Los diseñadores han empezado ahora a abonar una cantidad por su utilización de la pasarela, aunque el dinero que aportan no alcanza para su organización completa. Cibeles pone a disposición de los creadores una lista de modelos, maquilladores y peluqueros pero cualquier extra, como las tops para la pasarela, corre de cuenta de las casas de moda.

Una cosa está clara: la moda, hija del Presente, tiene poca memoria y se inventa de nuevo a sí misma cada medio año. Cuando dentro de seis meses las luces vuelvan a encenderse nada de esto tendrá importancia: los diseñadores presentarán de nuevo el fruto de muchos meses de trabajo, los medios darán repercusión nacional a su trabajo y de nuevo todos dirán que lo visto es una maravilla.

Hasta hace cuatro días el pabellón 14 de IFEMA era sede de la feria de las vanidades madrileñas. Apagados los focos de la 50ª edición de la Cibeles Madrid Fashion Week llega el momento de repasar lo mejor y lo peor de una pasarela que exenta de cualquier modestia se vende a sí misma como una de las más importantes del mundo.