Un derroche de luz y flores en los desfiles de Inuñez, Juan Duyos y Hannibal Laguna
Luz a raudales, un jardín de flores, colores pastel y mucho brillo. Esto es lo que han dado de sí los desfiles de la jornada en la pasarela madrileña. Y alguna celebrity por sorpresa.
Comenzaba una nueva jornada de la Mercedes-Benz Madrid Fashion Week y como en los últimos días, a primera hora, madrugar, lo que se dice madrugar, poco. Los pasillos desiertos del recinto no auguraban nada bueno... La mañana se iniciaba con el desfile de Inuñez, y allí se encontraban los pocos que rondaban por el recinto. Con sus cortes básicos, frunces y vestidos largos y asimétricos, todo seda y satén, y una sonata de piano en vivo y en directo, llenaban el aire de la mañana de optimismo, sencillez y alguna transparencia ante lo que depara el resto del día. Valiente es, sin duda, porque el primero de la jornada nunca es fácil, ni sobre todo concurrido.
La mañana continuaba con Juan Duyos, un desfile que comenzaba bastante más tarde de lo esperado y que contaba con el primer front row un poco más cargado de lo que viene siendo habitual en esta edición. Carmen Lomana y Boris Izaguirre acaparaban cámaras y micrófonos con el beneplácito de la afición, mientras que Carla Royo-Villanova, Brianda Fitz-James y Tania Llasera completaban el rito que da comienzo a cada desfile. Luego comenzó a sonar la música de Maniobras Orquestales en la Oscuridad y empezó el desfile con una primera ronda de vestidos y conjuntos en color champán que se convirtieron en un auténtico derroche de luz sobre la pasarela. Aires decó y años 20 en vestidos largos –o cortos, que también había–, que eran puro movimiento y que reflejaban la luz gracias a aplicaciones, perlas y pedrería que los convertían en auténticas joyas móviles. Una segunda tanda de vestidos y conjuntos dos piezas jugaban entre el recuerdo de los años 20 del siglo pasado y el espíritu lady de blusas de gasa transparente y faldas rectas con pedrería para reflejar los movimientos de las modelos y de las luces que, como patrocinaba Endesa, eran muchas y brillantes, suponemos que led, ¡claro! El desfile terminaba bien, ordenado, coherente y con sentido desde los primeros a los últimos modelos, algo que en esta edición se agradece en casi todos los desfiles y que en la pasarela madrileña tampoco suele abundar, la verdad.
La sorpresa del día llegó con el siguiente desfile, el de Hannibal Laguna que cerraba el pase con nada menos que Judith Mascó, llegada hasta aquí para este momentazo. Un vestido de lamé plateado versión old school se convertía en la nota-espectáculo de la mañana. Antes, un grupo de etéreas modelos abría el desfile como maniquíes en un jardín de cerezos. Y todo comenzaba con una larga lista de vestidos vaporosos en todos los tonos pastel del pantone: del nude al rosa palo, del verde menta al gris, pasando por el malva y el amarillo. Algunos salteados con flores de cerezo estampadas y espaldas al aire, mientras daban paso a un tercer momento en el que las aplicaciones de cristal bordaban los cuerpos y las faldas de vestidos más que aptos para cualquier celebración. Como su colega anterior, el diseñador también contaba con apoyo externo para el desfile, en este caso de L'Orèal, que aprovechaba tanto invitado para poner de largo la colección de labiales creada por ambos. ¿El resultado? Las bolsitas con labial de regalo que esperaban en cada asiento volaron en cuestión de minutos. Un éxito, desde luego. Y el de Judith y la ovación que levantó del público, también.
Comenzaba una nueva jornada de la Mercedes-Benz Madrid Fashion Week y como en los últimos días, a primera hora, madrugar, lo que se dice madrugar, poco. Los pasillos desiertos del recinto no auguraban nada bueno... La mañana se iniciaba con el desfile de Inuñez, y allí se encontraban los pocos que rondaban por el recinto. Con sus cortes básicos, frunces y vestidos largos y asimétricos, todo seda y satén, y una sonata de piano en vivo y en directo, llenaban el aire de la mañana de optimismo, sencillez y alguna transparencia ante lo que depara el resto del día. Valiente es, sin duda, porque el primero de la jornada nunca es fácil, ni sobre todo concurrido.