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Las palabras sabias de la emperatriz de la moda: Diana Vreeland
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GENIO Y FIGURA

Las palabras sabias de la emperatriz de la moda: Diana Vreeland

El título de este artículo es a su vez el antetítulo del libro 'Bon Mots' (Ed. Rizzoli), que reúne algunas de las frases míticas de Diana

Foto: Una ilustración de 'Bon Mots'. (Rizzoli)
Una ilustración de 'Bon Mots'. (Rizzoli)

El título de este artículo es a su vez el antetítulo del libro 'Bon Mots' (Ed. Rizzoli), que reúne algunas de las frases míticas de Diana Vreeland (1903 Paris-1989 Nueva York), la mujer que cambio el mundo de las revistas de moda. Trabajó para las más grandes, pero podríamos hablar de ella como de la primera ‘coolhunter’, descubría el talento que nadie era capaz de detectar.

placeholder Vreeland trabajando. (Getty)
Vreeland trabajando. (Getty)

Pero lo que hizo de ella una de las grandes era sus habilidades sociales y su sentido del humor. Su vida está llena de grandes aforismos que uno de sus nietos ha decidido recoger en este libro que hace sonreír en cada página que pasas llenas de verdades como puños. Su filosofía es atemporal, como las prendas clásicas de las que decía lo siguiente: "No tengas miedo de que tu ropa parezca demasiado clásica. Son las prendas más difíciles de conseguir”. Le decía Diana por carta (1 de marzo de 1974) a su gran amigo Hubert de Givenchy. Fue una de las mecenas más importantes de los diseñadores del siglo XX, como el zapatero Manolo Blahnik, el fotógrafo Richard Avedon o la modelo Twiggy.

placeholder Ilustración del libro. (Rizzoli)
Ilustración del libro. (Rizzoli)


Su don y su capacidad por descubrir lo escondido la llevaron a ser comisaria de las exposiciones del Costume Institute del Metropolitan Museum de Nueva York. Publicó dos libros: ‘Allure’ y ‘D.V’., su autobiografía. Decimos que publicó porque los escribió de una forma ‘sui generis’. En el prólogo de ‘Bon Mots' (que por cierto significa 'buenas palabras'), su nieto cuenta que después de su segunda obra su abuela le decía: “Yo no la he escrito, la he contado”, y es que resulta que ella no se sentaba a escribir notas o cartas; llamaba a su asistente a la oficina y le pedía que grabara todo lo que decía.

No era guapa, de hecho era físicamente peculiar, así que lo que podría haber sido un problema para una mujer de su época lo convirtió en una fortaleza. ¿Cómo? Trabajando su estilo o su ‘allure’, que como ella describía: "Allure… es algo que te envuelve, como un perfume. Es como un recuerdo… persiste”.

placeholder Retrato. (Getty)
Retrato. (Getty)

Nos hemos detenido a recoger algunas de las joyas de este libro que sin duda hace pasar buenos momentos. Nuestras favoritas son perlas como las siguientes: "Detesto la palabra glamuroso pero ayuda en cualquier parte" o “La elegancia es innata. No tiene nada que ver con vestir bien. Es una cualidad poseída por ciertos pensamientos y ciertos animales”. Hablando de elegancia, ella, que la poseía a raudales, decía lo siguiente: “Un poco de mal gusto es tan necesario como un agradable toque de paprika. Y todos necesitamos un toque de mal gusto. Lo que no tolero es no tener ningún gusto”.

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Ilustración de 'Bon Mots'. (Rizzoli)


Y es que ella era fan de la excentricidad y del exceso. De hecho, eso fue lo que acabó su trayectoria en el mundo editorial. Sus costosas producciones no eran aptas para los tiempos que corrían. Su barroquismo llegaba hasta lo más mínimo, incluso con los perfumes que utilizaba. “La extravagancia lo es todo en una esencia”. Y añadía: “¿Notas mi perfume? No te acerques, porque si lo tienes que hacer como un sabueso es que no llevo el suficiente”.

Se retiró en su apartamento rojo –el que decoró como “un jardín, pero un jardín en el infierno”– rodeada de amigos en Park Avenue.

El título de este artículo es a su vez el antetítulo del libro 'Bon Mots' (Ed. Rizzoli), que reúne algunas de las frases míticas de Diana Vreeland (1903 Paris-1989 Nueva York), la mujer que cambio el mundo de las revistas de moda. Trabajó para las más grandes, pero podríamos hablar de ella como de la primera ‘coolhunter’, descubría el talento que nadie era capaz de detectar.