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¿Por qué nos encanta comprar cosas rotas?
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TRENDS 2021

¿Por qué nos encanta comprar cosas rotas?

El móvil y la televisión los devolvemos si tienen algún desperfecto, pero somos capaces de pagar más de 100 euros por unas medias rotas de marca. ¿A qué se debe este comportamiento?

Foto: Las cosas de la moda. (Imaxtree)
Las cosas de la moda. (Imaxtree)

¿Por qué si se me rompen unos pantis los tiro, pero en cambio compro las famosas medias rotas de Gucci y estoy dispuesto a pagar 140 euros por ellas? ¿O por qué echo a lavar el mono que llevo si se me mancha de pintura, pero si lo llena de brochazos Ralph Lauren salgo con él a la calle? La vida está llena de contradicciones, pero lo cierto es que la moda en ese sentido se lleva la palma.

Hace unas semanas, las redes se escandalizaban por propuestas como las ya comentadas: la firma liderada por el italiano Alessandro Michele ofrecía en su web unas medias negras con grandes rotos que, pese a lo estropeadas que estaban, se agotaron rápidamente. Y las mismas redes se volvían a encender hace poco al ver la propuesta del mono de Ralph Lauren con pintura: “Para mi gusto, esto está más cercano de una operación de publicidad, de la búsqueda de llamar la atención, que del discurso de moda”, asegura Juan Gutiérrez, responsable de la colección de moda contemporánea del Museo del Traje. Y no le falta razón.

placeholder Gucci. (Cortesía)
Gucci. (Cortesía)

El público, en masa, tendemos a tener la memoria corta y eliminamos rápidamente hits como estos y, cada cierto tiempo, las firmas vuelven a sorprendernos con un roto, una caricatura o algún tipo de mensaje provocativo que, por ponerle un contexto, ya vimos en las propuestas de Vivienne Westwood y Malcolm McLaren en los 70 cuando, liderando el movimiento punk, hacían sus controvertidas camisetas.

placeholder Vista de la camiseta Piss Marilyn, creada por los diseñadores británicos Vivienne Westwood y Malcolm McLaren. (EFE)
Vista de la camiseta Piss Marilyn, creada por los diseñadores británicos Vivienne Westwood y Malcolm McLaren. (EFE)

Pero la pregunta sigue sin responderse pese a que tengamos una primera justificación con la influencia de la publicidad. ¿Por qué aceptamos comprar una prenda rota cuando nunca consentiríamos que nos dieran una televisión estropeada y, mucho menos, tener que pagar por ella? “En moda este movimiento tiene que ver mucho con la respuesta de los jóvenes frente a sus padres”, explica Gutiérrez. “En la idea de romper los códigos de indumentaria es donde podemos encontrar la base del desaliño y las roturas. Su origen histórico lo tenemos en la bohemia del siglo XIX, pero en aquel momento un roto o un zurcido se englobaba en el movimiento romántico y se atribuía a los genios y al talento”. Y lo cierto es que la moda siempre ha sido amiga de romper. Si viajáramos hasta el siglo XVI, nos encontraríamos con una nobleza apasionada por las cuchilladas: una forma de 'rasgar' sus ropajes para dejar asomar una la tela inferior, más rica si cabe que la exterior. Queda esto, por tanto, lejos de esa idea de bohemia o rebelión que planteaba el experto del Museo del Traje, pero es un ejemplo de que el concepto lleva mucho tiempo presente.

Si profundizamos un poco más, nos encontramos con otros ejemplos, como el de Vetements, que nos ayuda a entender esta manera de ver la moda: “Las propuestas de las que estamos discutiendo no son realmente formas de vender, sino una nueva forma de mirar las estéticas que vienen y que son contestatarias”, señala Rosa Moreno, analista de tendencias y profesora de sociología de la moda en el IED. “Vetements es la firma de culto que mejor ilustra esta estética, reconociendo el potencial de crear productos de aspecto radicalmente opuesto a lo convencional con precios de gama alta”. Esta firma, de hecho, fue la responsable hace unos años de que nos gastáramos cantidades ingentes de euros en camisetas y sudaderas de DHL o en bolsas azules de IKEA.

placeholder Imagen: Vetements.
Imagen: Vetements.

“El otro día leí que cosas como estas son una afrenta al proletariado”, plantea Gutiérrez. “Al final llegas al debate que planteaba Miguel Adrover hacia el año 2000 que podría ser la culminación a todo este planteamiento”. El diseñador español, en su momento de gloria, planteó un mosaico de tipologías de la sociedad neoyorquina en un desfile, ‘Meet Town’, considerado como uno de los hitos del principio de este siglo: del yuppie neoyorquino al homeless o al famoso vestido gabardina, realizado con un trench de Burberry colocado del revés, aquello planteaba una serie de cuestiones que la moda ha ido digiriendo con el paso de los años. Moreno va más allá en esa línea: “Parece un paso que antecede a una tendencia al alza, el codiseño. El mercado lanza productos, el consumidor los personaliza a su gusto rasgando, pintando, cosiendo… y por último es la propia marca la que se encarga de ejecutar esta personalización dando así la vuelta completa”.

Aquí se demostraría la fuerza que tiene la moda para acabar incorporando a su discurso todo tipo de tendencias, por mucho que estas comenzaran enfrentándose a ella. “La estética boro boro de los diseñadores del grupo Hiroshima Chic contaba lo mismo en los 80, pero en un plano elitista que no busca la belleza convencional e incluso la rehuía deliberadamente”, afirma la experta en sociología. ¿Pero qué sucedió? Aquello se convirtió en cool: como los romanos con los dioses de los pueblos que conquistaban, en lugar de luchar contra ello, la moda acabó incorporando todo y sacándole rendimiento. La antimoda también es moda. Así que ya saben, no tiren las medias rotas… nunca se sabe.

¿Por qué si se me rompen unos pantis los tiro, pero en cambio compro las famosas medias rotas de Gucci y estoy dispuesto a pagar 140 euros por ellas? ¿O por qué echo a lavar el mono que llevo si se me mancha de pintura, pero si lo llena de brochazos Ralph Lauren salgo con él a la calle? La vida está llena de contradicciones, pero lo cierto es que la moda en ese sentido se lleva la palma.

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