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¿Quién ha matado a las tendencias?
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¿Quién ha matado a las tendencias?

Analizamos la progresiva muerte de las tendencias, sus responsables y su futuro

Foto: Desfile de moda. (Flaunter para Unsplash)
Desfile de moda. (Flaunter para Unsplash)

Desde hace algunas temporadas, al auge de la sostenibilidad la industria le había sumado una creciente preocupación desatada por un calendario angustioso en el que las fechas se solapaban y las tendencias tenían una duración cada vez más limitada. Por supuesto, las tendencias de caducidad repentina eran responsables de irreparables daños medioambientales, por lo que la industria se encontraba sumida en una espiral que la pandemia vino a ralentizar. Mientras que muchas marcas se bajaban de los calendarios oficiales para imponer sus propias fechas, la sostenibilidad se convertía en una parte esencial de las grandes marcas e incluso de las compras de los amantes de la moda, a los que no les bastaba ya una estética cuidada, sino también una vocación sostenible.

Por otra parte, el que el mundo haya bajado su ritmo ha hecho que, desde hace un año, hayamos dejado de oír esas grandes tendencias que hasta hace poco inundaban nuestros correos virtuales e incluso las tiendas online. De repente no sentimos la necesidad de comprar ese it bag o ese vestido de volantes que todas las celebridades tienen, sino de hacernos con un jersey de cashmere amoroso o un pijama de seda de calidad.

Lo que sí ha ocurrido, por supuesto, es un cambio de nomenclatura pensado para dar un velo de innovación al panorama, pero cuando hablamos de hombreras Zoom, en realidad, no hacemos más que hablar de una tendencia que proviene de antes de la pandemia. El que ahora se lleven los pijamas luxury no es fruto de una tendencia nacida en la pasarela, sino de nuestra nueva forma de vida, por lo que nos hallamos en un momento en el que, por primera vez, la moda realmente se ha tenido que detener a respirar y a repensar. ¿Han muerto, entonces, las tendencias?

Las marcas señalan que son sus productos atemporales los que mayor éxito están cosechando. Es el momento en el que cualquier inversión fashionista recae sobre básicos de calidad que poder llevar en videollamadas, pero también en ese incierto futuro en el que resulta complicado vislumbrar voluminosos vestidos de lentejuelas. Parece que frente al armario cápsula de antaño, buscamos un armario para toda la vida en el que las tendencias de existencia limitada no tienen cabida. Prueba de esta nueva realidad es que incluso las colaboraciones con las grandes son ahora más sosegadas.

No es casualidad que las dos últimas de H&M hayan sido con marcas como The Vampire Weekend y Simone Rocha. Mientras que la primera, aunque pensada para un ámbito nocturno vamp, encontró su público gracias a los cuellos babero de la colección y la sobriedad de su paleta cromática, la segunda promete ser bien recibida al haber escuchado las necesidades de los compradores. Sin embargo, no hemos de olvidar que la moda es cíclica y que son los opuestos los que la equilibran, por lo que no sería de extrañar que ante una temporada sosegada, compremos diseños más extravagantes con los que, de alguna forma, apostar por un futuro liberador y repleto de esperanza. Incluir color y tejidos llamativos también puede funcionar como una receta con la que elevar el ánimo mediante compras de moda con fines casi terapéuticos, por no hablar de que incluso estas temporadas de compras sosegadas y de un cromatismo apagado han terminado por convertirse, per se, en tendencia.

La moda se caracteriza por abrazar los cambios y todo lo que se sale del sistema para crear una nueva tendencia con la que poder categorizar (y controlar) cada cambio, por lo que, a la larga, esta etapa podrá ser vista como una tendencia que abogaba por la quietud y por la tranquilidad, en especial si dentro de algunos meses lo más llamativo vuelve. Al fin y al cabo, si este verano podemos viajar, aunque sea a pequeña escala, no nos extrañará que la moda de baño se vuelva colorida, en un canto hacia la libertad y en una apuesta cromática por un futuro que si bien parece resistirse, intentaremos animar con nuestras compras y elecciones estilísticas.

Tras el clásico 'Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa', podría llegar el 'Si no puedo comprar extravagancia, tu moda no me interesa'. Lo realmente importante, sin embargo, es que en este camino hacia un futuro colorido y prometedor hayamos aprendido una importante lección que la pandemia ha traído consigo: la de que la moda artesana, sostenible y confeccionada en condiciones justas es la única realmente aceptable. La forma importará, pero es el fondo el que ha de ser analizado para lograr un mundo en el que las tendencias vuelvan, pero con cabeza.

Desde hace algunas temporadas, al auge de la sostenibilidad la industria le había sumado una creciente preocupación desatada por un calendario angustioso en el que las fechas se solapaban y las tendencias tenían una duración cada vez más limitada. Por supuesto, las tendencias de caducidad repentina eran responsables de irreparables daños medioambientales, por lo que la industria se encontraba sumida en una espiral que la pandemia vino a ralentizar. Mientras que muchas marcas se bajaban de los calendarios oficiales para imponer sus propias fechas, la sostenibilidad se convertía en una parte esencial de las grandes marcas e incluso de las compras de los amantes de la moda, a los que no les bastaba ya una estética cuidada, sino también una vocación sostenible.

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