Cuando la alfombra roja de los Goya es la del salón de tu casa
Verónica Echegui y Natalia de Molina

Cuando la alfombra roja de los Goya es la del salón de tu casa

Natalia: Vestido negro de Encinar. Pendientes de Acantha. Verónica: Vestido rosa pastel de Encinar. Pendientes de Acantha.

Ambas compiten por el Premio Goya a la mejor actriz de reparto en la ceremonia que se celebra este 6 de marzo bajo el yugo normativo de la pandemia. Amigas en la realidad y enemigas en la ficción. ¿Qué pesa más, el cine o la vida? “¿Acaso no son lo mismo?”, respondería probablemente Truffaut

Entrevista:

Jose Madrid Nacho Gay

Fotografía:

Valero Rioja

Estilismo:

Carla Aguilar

“Quiero producir películas que acaben con un beso y den mucho dinero”. La frase es propiedad del personaje protagonista de la película de Vincente Minnelli ‘Cautivos del mal’ (‘The bad and the beautiful’, 1952), un productor caído en desgracia interpretado por Kirk Douglas. Hoy, casi 70 años después del estreno de aquel film, están menos de moda los besos prolongados justo antes del fundido final a negro, pero la intención de ganar dinero con todo lo que se ensambla frame a frame antes de ese the end permanece intacta.

Sin embargo, el cine español, el cine en general, está cautivo de un mal que antes era endémico y ahora también es pandémico. Las cifras cantan. La recaudación en las salas de nuestro país cayó un 72% en 2020 con respecto a 2019, lo que se traduce en un roto en el bolsillo del gremio por el que se han descolgado 446 millones de euros. Los 446 golpes del covid al cine en España. De nuevo, Truffaut.

Verónica Echegui y Natalia de Molina posando
Natalia: Vestido rosa de Carolina Herrera. Pendientes de Acantha. Sandalias de Aquazzura. Verónica: Vestido de flores de Duyos. Zapatos de tacón naranjas de Aquazzura. Pendientes de Acantha

Verónica Echegui: A mí me encanta estar en una sala con ciento y pico desconocidos y compartiendo algo que nos ofrece esa película. Creo que el ritual del cine responde, como otras manifestaciones del arte, a la expresión y a la reunión. No creo que eso desaparezca. Con el bajón en taquilla muchas salas cerrarán pero espero que algunas se mantengan y soporten esto. Si no, nos reinventaremos con algún modo de ver cine juntos.

Natalia de Molina: Todos los que forman parte del cine y se han atrevido a estrenar en estas condiciones (productoras, distribuidoras...) han acometido un acto de valentía. Tenemos que estar muy contentos y felices de haber apoyado a las salas, que ahora mismo están bastante fastidiadas. También hay que agradecer a la gente que haya ido a ver cine. En el mundo de la cultura somos los más estrictos con las medidas de distancia social.

A simple vista, Natalia de Molina y Verónica Echegui son tan diferentes como la Marilyn Monroe y la Jane Russell de ‘Los caballeros las prefieren rubias’. La primera es reflexiva, observadora y de pocas palabras, con ese halo de timidez que tenían las estrellas de antaño. Verónica es una dinamo, extrovertida y elocuente, con una mirada que otorga franqueza a cualquier cosa que dice.

Pese a las diferencias, también tienen mucho en común. Las dos, por ejemplo, han sido reconocidas por la Academia: para Natalia esta es su quinta nominación (ha ganado dos Goya) y para Verónica la cuarta (aún no se ha llevado el premio a casa). También comparten ganas de vivir una gala atípica, en la que los nominados participarán desde casa y de manera virtual. El cine se adapta así a estos días extraños de teletrabajo y conexiones en remoto.

Natalia de Molina: Desde luego, va a ser algo histórico. Yo no voy a hacer la conexión desde mi casa porque no es muy grande, tengo un montón de perros y, como va a venir un equipo técnico a trabajar, me da miedo que mi perra se coma a alguien (empieza a reír). Tengo un gato y dos perros, pero una de ellas es un cachorro muy grande y al final sería un lío. No tengo ganas de vivir esa presión en mi casa. Estoy buscando algún sitio que se vea bien, donde pueda estar tranquila sin interrumpir el trabajo de nadie.

Verónica Echegui: Yo voy a estar en mi casa. Tenemos espacio suficiente y es más fácil. También tengo perros y animales pero molestar no creo que molesten, aunque a veces cuando hablo por Skype sí se oyen ladridos. Pero si pasa eso me hará gracia, aunque ya te digo, el espacio es grande y no los tengo encima. Lo más complicado para los cámaras será llegar, porque vivo lejos y no es fácil ir hasta allí. Puede que luego hasta se queden a tomar algo.

Verónica Echegui posando
Vestido rosa Jorge Vázquez. Sandalias de Manolo Blanhik.

A pesar de las incertidumbres de unos premios situados en el epicentro de una pandemia, en los salones decimonónicos de LeClab se respira hoy el savoir faire de otros tiempos. Mientras Natalia de Molina posa con aires de Mae West sobre un sofá de terciopelo, Verónica Echegui termina de retocarse para tomar el relevo ante los flashes. Sorprende su facilidad para posar, como si adoptasen un nuevo papel ante una cámara que las quiere y las ha querido desde hace años. Sus filmografías lo demuestran. Las dos acumulan drama y comedia, éxitos y fracasos, y algún título que ya es emblemático en la historia del cine español reciente.

Verónica Echegui: De mis películas, la Juani siempre va a ser la Juani. Por todo lo que significó y viví. Me llevó a conocer a Bigas Luna, alguien que me influyó mucho profesionalmente y me cambió la vida. Pasé mucho tiempo con él y con su mujer. Me duele mucho que se haya ido porque tenía mucho que ofrecer. Iba por delante de cualquiera. Cuando estábamos rodando me decía: “Ya verás que en el futuro el extrarradio marcará las tendencias de la ciudad”. Y mira ahora, tenemos a Rosalía y a toda la gente que lo está petando… Él lo tenía claro hace veinte años.

Natalia de Molina posando
Vestido rojo de Redondo Brand.

Natalia de Molina: Ahora voy a volver a rodar con Juan Miguel del Castillo, el director de ‘Techo y comida’, y eso me recuerda que esa película fue muy importante para mí. La hicimos contra viento y marea, y todo lo que vino después fue alucinante.

Si ‘Techo y comida’ supuso un antes y un después (también un Goya) en la impecable carrera de Natalia de Molina, ‘Las niñas’, película por la que está nominada este año, la ha vuelto a enfrentar a una maternidad ficticia que ella interpreta con austeridad gestual y riqueza de matices. Los mismos que tiene la interpretación cómica de Verónica Echegui en ‘Explota, explota’, en la que cantar y bailar era un reto tan grande como empaparse del acento murciano.

Verónica Echegui y Natalia de Molina posando
Natalia: Vestido con plumas azul marino de Victoria. Verónica: Vestido con plumas negro de Victoria.

Verónica Echegui: Improvisaba un montón en murciano. Cuando interpretas cualquier dialecto o lengua, eso va de la mano con la forma que tienes de ver la vida. La idiosincrasia de un pueblo tiene que ver con sus expresiones. Si no vas a esa raíz, tampoco lo pillas. Me ha escrito mucha gente de Murcia, a través de Instagram, por Twitter... De momento, solo he visto a alguno que me ha dicho que sonaba más a granaína (empieza a reír).

Natalia de Molina: El reto en ‘Las niñas’ era contar la maternidad desde otro lugar. Creo que tengo un vínculo especial con mi madre y con las mujeres que forman parte de mi día a día. Además, muchas de ellas son mamás. Es algo muy fuerte que las mujeres creemos vida; somos como diosas. Siempre me ha creado una fascinación que no termino de entender, algo que hace que me guste explorar la maternidad.

(En la entrevista) Natalia: Vestido morado de Marcos Luengo. Verónica: Vestido de Pertegaz.

En ‘El cine según Hitchcock’, la catedral de los libros sobre el séptimo arte, Truffaut narraba la comida en un restaurante en la que el mago del suspense escuchó una conversación entre dos señoras. Una le preguntaba a la otra que qué estaba haciendo y esta le contestaba: ‘Nada, hago cine’. A Hitchcock le pareció sorprendente la falta de pasión que mostraban algunos actores con el cine y eso le llevó a decir que la mayoría de ellos eran “ganado”. Al director de ‘Vértigo’, sin embargo, le encantaría comprobar la cinefilia que destilan Verónica Echegui y Natalia de Molina. Las dos fueron niñas que crecieron viendo películas, y tras sus títulos de cabecera están directores como Todd Solondz o John Cassavetes. Un interruptor interno se enciende en ellas cuando, a lo largo de nuestra conversación, aparecen ‘Bienvenidos a la casa de muñecas’ o ‘Una mujer bajo la influencia’.

Verónica Echegui posando
Vestido negro corto de Carolina Herrera. Tacones naranjas Aquazzura.

Verónica Echegui: Como descubrí desde muy pequeña que quería ser actriz, cuando me sentaba delante de una pantalla, abría la boca y ya no existía nada más. El crear una realidad paralela ha sido una pasión y una obsesión. Me encanta darle vida a algo que no existe. Recuerdo que, en vez de jugar, en el parque me ponía a contar las historias de ‘Topacio’ o de ‘Cristal’, en pleno boom de los culebrones. Y luego si los niños venían a casa los disfrazaba y les decía “Tú eres Ricardo Juan” y “tú eres Mariela nosecuantos”.

Natalia de Molina posando
Vestido verde de Marcos Luengo. Pendientes de Acantha. Zapatos de Manolo Blanhik

Natalia de Molina: Yo fui una niña bastante ‘para adentro’, muy tímida, que pasaba mucho tiempo sola porque vivía en una zona bastante alejada y eso significaba tener poco contacto con otros niños. Además, mis hermanas eran más mayores que yo. He jugado bastante sola y mis juegos siempre estaban relacionados con la imaginación. Veía películas y para mí era como un mundo en el que conocía otras realidades o veía reflejadas cosas difíciles de llevar. Desde pequeña, el cine ha sido para mí como un refugio. Me impresiona que ahora, aparte de refugio, se haya convertido en mi profesión y en mi vida.

Y esa vida, que también es el cine, es la que lleva a estas dos jóvenes actrices a participar en unos Goya que nunca olvidarán. Ni ellas ni nosotros, los espectadores que, más de un siglo después de su creación, seguimos mirando con fascinación hacia esa pantalla en blanco que nos ha contado historias, nos ha enseñado cómo vestir, cómo soñar, cómo amar y hasta cómo odiar. Una pantalla herida de muerte en tiempos de covid pero con la fuerza suficiente para sobrevivir y reinventarse, para seguir siendo ese ‘espejo pintado’ del que hablaba Ettore Scola; ese lugar ficticio al que siempre queremos volver.

Verónica Echegui y Natalia de Molina posando
Natalia: Vestido rosa de Carolina Herrera. Pendientes de Acantha. Sandalias de Aquazzura. Verónica: Vestido de flores de Duyos. Zapatos de tacón naranjas de Aquazzura. Pendientes de Acantha.