Colaboraciones de moda: ¿qué piezas se cotizan al alza y vale la pena conservar?
Por qué la colección de H&M y Simone Rocha no es la única que deberíamos recordar. Antes que la firma sueca, otras compañías forjaron alianzas con grandes diseñadores
Si hablamos de cine, no hay ninguna duda de que Disney es la fábrica de los sueños. En la moda, posiblemente ese sobrenombre se lo podríamos dar a H&M, que desde 2004, cuando presentó su colaboración con Karl Lagerfeld, se ha dedicado a hacer accesible al gran público el trabajo de creadores como Giambattista Valli, Martin Margiela, Stella McCartney o Alber Elbaz en sus días en Lanvin.
Este año, el proyecto se hace con Simone Rocha, una diseñadora irlandesa que en los últimos tiempos se ha convertido en una referencia de una moda poética y arriesgada a partes iguales. Las prendas para H&M de la irlandesa, que son producto de una reinterpretación de su archivo además de algunas novedades, estarán a la venta hoy 11 de marzo e incluirán, además, su primera incursión en la moda masculina e infantil.
El poder de la firma sueca, acompañado de su implantación geográfica, hace que estas colecciones sean una verdadera revolución. Las carreras en las tiendas para hacerse con estas prendas se suceden y las colas son muchas veces ‘kilométricas’, teniendo que desarrollar un protocolo especial para los días en los que se ponen a la venta estas colaboraciones. Y es que por la gente que se acumula, que incluso llegan a acampar en las puertas de los locales de H&M, aquello parece casi más un concierto de los Rolling Stones que la venta de una línea de ropa.
Pero no crean que esto es un invento de H&M, ya que la moda prácticamente desde siempre ha tenido colaboraciones de uno u otro tipo. No vamos a hablar ahora aquí del trabajo de artistas de primera línea con diseñadores, como las que Dalí, por ejemplo, hizo con Schiaparelli. Pero sí vamos a recordar algunos trabajos de grandes creadores con compañías de gran distribución que han hecho que muchas personas pudieran cumplir el sueño de tener en su armario una prenda de un diseñador fetiche a un precio que sí podían pagar.
Quizás las colaboraciones que vienen de manera más directa a nuestra mente sean las que Adidas realizó con creadores como Stella McCartney, Jeremy Scott o Yohji Yamamoto. Estas dieron diseños tan destacados como el emblemático chándal de torero que Scott creó para la marca deportiva y con el que vimos en su momento a Fernando Verdasco en 2011 en la semifinal de la Copa Davis en Córdoba. Se trata de uno de los conjuntos más buscados en las redes y llega a alcanzar hoy en día un precio de varios miles de euros. Por su parte, con Yamamoto, la firma deportiva llegó incluso a crear una firma propia: Y-3.
La alta moda tampoco se libra de este tipo de ‘joint-ventures’. En los años cuarenta y cincuenta, era común, por ejemplo, que muchos diseñadores cedieran sus patrones a otros creadores que replicaban en sus ciudades sus vestidos. En Madrid, por ejemplo, Flora Villarreal realizaba unos Diores maravillosos y lo mismo hacía Asunción Bastida en Barcelona con las creaciones de Jacques Heim.
Christian Dior fue muy hábil en los negocios e incluso llegó a crear su línea americana con un nivel de calidad y precio inferiores a lo que se producía en París. Bajo el nombre Christian Dior New York se desarrolló una segunda línea pensada para el mercado estadounidense: muy similar a la idea con la que ahora triunfa H&M. Chanel también usó este sistema y, por ejemplo, el famoso vestido que Jacqueline Kennedy lucía el día del magnicidio de su marido había sido confeccionado por Chez Ninon en Nueva York. Sí, podemos decir que era ‘una versión de Chanel’. Y no fueron los únicos.
El caso quizás más llamativo fue el de Jacques Fath, considerado con Balenciaga, Dior y Balmain uno de los reyes de la moda de los años dorados de la alta costura. El creador consiguió grandes beneficios gracias a su colaboración con Joseph Halpert. Con él llegó a un acuerdo por el que ambos desarrollarían una línea ‘low cost’ para distribuir en una serie de grandes almacenes a lo largo de todo los Estados Unidos. Aquel acuerdo, además, obligaba al diseñador a visitar dos veces al año los Estados Unidos para hacer una gira con su mujer para promocionar la colaboración. Y no solo eso, también creó para Francia la línea Université, que tras su fallecimiento heredaría la firma Givenchy. Estas piezas de Fath ahora se pueden ver en museos de la talla del FIT de Nueva York.
Esto demuestra que estos vestidos con el tiempo se han ido revalorizando. A fin de cuentas, no dejan de ser diseños originales de los grandes creadores, confeccionados, eso sí, con otro tipo de materiales y pensados, en muchos casos, para la gran distribución. Son una pequeña gran inversión que, además, ayudan a cumplir sueños. Y de eso, en realidad, trata muchas veces la moda. ¿O no?
Si hablamos de cine, no hay ninguna duda de que Disney es la fábrica de los sueños. En la moda, posiblemente ese sobrenombre se lo podríamos dar a H&M, que desde 2004, cuando presentó su colaboración con Karl Lagerfeld, se ha dedicado a hacer accesible al gran público el trabajo de creadores como Giambattista Valli, Martin Margiela, Stella McCartney o Alber Elbaz en sus días en Lanvin.