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Por qué el armario de una primera dama no puede ser ignorado
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MODA Y POLÍTICA

Por qué el armario de una primera dama no puede ser ignorado

Aunque Jill Biden no quiere que la gente analice su armario, los looks de las primeras damas siempre han sido mucho más que mera ropa

Foto: Jill Biden. (EFE)
Jill Biden. (EFE)

Por más que a una primera dama no le guste la moda, es consciente de que su armario no se compone únicamente de ropa, sino que cada diseño se encarga de mandar un mensaje concreto. Así lo señalaba el esquivo estilista de Melania Trump, Hervé Pierre, a ‘WWD’. “No se trata únicamente de encontrar algo de etiqueta o que encaje en la categoría cóctel, sino que tienes que encontrar algo que sea glamuroso, pero también tienes que tener en cuenta que en la agenda habrá visitas a hospitales y muchas otras cosas. El asunto del armario de una primera dama es tan inmenso a causa precisamente de la gran cantidad de eventos a los que ha de acudir. El mundo de la política y el de agradar a la mirada son dos cosas completamente diferentes”, explica.

placeholder Ronald y Nancy Reagan. (Cordon Press)
Ronald y Nancy Reagan. (Cordon Press)

Por eso a Nancy Reagan, que fue duramente criticada, al igual que Melania, por el elevado precio de sus ostentosos looks, le hizo especial gracia que en la Biblioteca Presidencial de Ronald Reagan Presidential, en California, se organizara una exposición que mostraba sus outfits más memorables. “¿Sabes toda esa ropa por la que se me ha criticado tanto? Pues ahora están haciendo cola para verla”, le contó a Laura Bush, que trabajaba directamente sus looks con los diseñadores, siendo Oscar de la Renta uno de sus favoritos.

Otra primera dama que prefirió trabajar mano a mano con quien creaba sus diseños fue Mary Todd Lincoln, cuya costurera, Elizabeth Keckley, se convirtió en su diseñadora de cabecera. El que fuera una madre soltera, negra y exesclava no pasó desapercibido en aquella época, como tampoco lo hizo el que Elizabeth se convirtiera en escritora (a los esclavos no les estaba permitido aprender a leer) y activista.

placeholder Mamie Eisenhower. (EFE)
Mamie Eisenhower. (EFE)

Cuando la ya viuda de Lincoln fue a Nueva York junto a ella, intentaron vender sus vestidos para solventar sus problemas económicos. Teniendo en cuenta estas historias, la de la famosa chaqueta de Zara de Melania suena inocente. Incluso el armario de una primera dama cuyo estilo pasó más inadvertido, y no porque sus looks fueran anodinos, sino porque quien tomó su relevo no era otra que Jackie Kennedy, ha cambiado la moda. Hablamos, cómo no, de Mamie Eisenhower, a quien le gustaba encontrar auténticas gangas estilosas y que fue la que popularizó el look de ama de casa glam que tanto triunfó en los 50. Vestidos evasé que marcan la cintura accesorizados con joyas eran su insignia y definieron el código de estilo de la década.

placeholder Eleanor Roosevelt. (EFE)
Eleanor Roosevelt. (EFE)

Eleanor Roosevelt ponía en marcha algunas de las estrategias de estilo favoritas de Letizia Ortiz, como la de lucir el mismo diseño en diferentes ocasiones. Teniendo en cuenta que Franklin D. Roosevelt gobernó en medio de la Gran Depresión, el armario de la primera dama luchaba por encajar en una situación económica tan delicada. Por ello, incluso el vestido que lució en la gala inaugural contaba con mangas extraíbles, para que así pudiera llevarlo en otros momentos de su agenda. El gasto silencioso de Eleanor es el que ahora prima entre políticas e incluso royals, que repiten sus looks constantemente.

Michelle Obama quiso que su armario fuera un apoyo a la moda americana y a los diseñadores emergentes, y se encargó de elevar algunos de los nombres que ahora son vitales en la industria textil de América.

placeholder Barack y Michelle Obama, en la investidura de Joe Biden. (EFE)
Barack y Michelle Obama, en la investidura de Joe Biden. (EFE)

Sin embargo, aunque siempre se preocupó de que su armario hablara y de que, al hacerlo, mandara los mensajes adecuados, no fue hasta abandonar la Casa Blanca cuando se atrevió con la moda en mayúsculas. Inolvidables son sus botas brillantes de Balenciaga y, por supuesto, el look granate de Sergio Hudson en la toma de posesión de Biden. Mientras tanto, aunque el armario de Jill Biden parecía destinado también a mandar mensajes, la profesora ha dejado bien claro a su equipo que no quiere que la moda monopolice la conversación. De hecho, cuando el pasado San Valentín fue fotografiada comprando pasteles con un scrunchie (un coletero, para los que no dominen la lengua de Shakespeare) en su cabello, su hija le comentó que las redes estaban revolucionadas por ello. ¿Su respuesta? “¿Qué es un scrunchie?”

La secretaria de prensa de Jill Biden, Michael LaRosa, le contó en marzo a ‘Women's Wear Daily’ que, como norma general, el equipo de prensa de la primera dama no comenta jamás sus looks, marcando por ello un punto claramente diferenciador con la filosofía de su antecesora, Melania Trump. El problema de que no quiera que sus looks sean comentados es que se vacía de significado a un armario que estaba destinado a hablar y a ser analizado. Al fin y al cabo, ¿qué es peor, asumir que hay una estrategia tras los looks de las primeras damas o pensar que tras ellos no hay un mensaje? Al ser la sucesora de Melania, que al no hablar con los medios hizo de su armario su altavoz, el que Jill Biden quiera silenciar su armario no funciona a su favor. Por más que la moda sea vista por algunos como algo superficial, en el caso de las primeras damas y de la política sirve para comunicar.

placeholder Jill Biden. (EFE)
Jill Biden. (EFE)

Cuando hace de la moda una aliada en la estrategia, es cuando mejor funciona. El que en los Juegos Olímpicos dinamitara los ‘dress codes’ vinculados a las primeras damas y luciera el uniforme oficial de Ralph Lauren de los atletas americanos, tras haber llevado diversos looks de diseñadores locales, fue una forma de diferenciarse de sus antecesoras y de trazar una imagen de sí misma imposible de no amar. Más allá de ese momento, sus looks se caracterizan por ser lucidos en diferentes ocasiones, y esta estrategia fashionista sí que es capaz de funcionar a su favor. El mensaje que manda es el que todas las que no tenemos una vida mediática conocemos: si una prenda te gusta, vas a lucirla en diferentes ocasiones. Esto no quiere decir que no valore la moda, pues cada uno de sus looks parecen hacer un guiño a la industria americana, ya que al contrario de lo que hiciera Melania, Jill Biden quiere fomentar la moda de su país con su armario.

El mensaje que mandan sus looks, por más que ella no quiera que sean analizados, es que al igual que ella ha seguido trabajando como profesora, su armario va a seguir siendo como el resto de las ciudadanas. Un vestidor que, aunque cuenta con marcas importantes, está pensado para ser llevado una y otra vez y que no es el protagonista de las miradas, sino el encargado de subrayar las palabras y las iniciativas de quien lo lleva.

Por más que a una primera dama no le guste la moda, es consciente de que su armario no se compone únicamente de ropa, sino que cada diseño se encarga de mandar un mensaje concreto. Así lo señalaba el esquivo estilista de Melania Trump, Hervé Pierre, a ‘WWD’. “No se trata únicamente de encontrar algo de etiqueta o que encaje en la categoría cóctel, sino que tienes que encontrar algo que sea glamuroso, pero también tienes que tener en cuenta que en la agenda habrá visitas a hospitales y muchas otras cosas. El asunto del armario de una primera dama es tan inmenso a causa precisamente de la gran cantidad de eventos a los que ha de acudir. El mundo de la política y el de agradar a la mirada son dos cosas completamente diferentes”, explica.

Melania Trump
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