SOS: marcas de moda en busca de futuro
La moda no siempre es justa con sus grandes genios. Aquí nuestra carta de deseos para 2022 reivindicando el trabajo de los maestros
Ha llevado mucho tiempo, pero la casa Schiaparelli por fin parece vivir el renacer que se merecía una de las firmas más importantes de la historia de la moda del siglo XX. La ‘italiana que hacía vestidos’, como se refería a ella Coco Chanel, ha tenido que ver durante décadas cómo su nombre languidecía en el limbo de los justos esperando que alguien por fin decidiera coger el toro por los cuernos y volver a encumbrarla como uno de los nombres de referencia.
El ejemplo de Schiaparelli, que ha pasado más de sesenta años olvidada, no es el único. La moda no es siempre justa con los genios que la convierten en obra de arte, y son muchos los maestros de la aguja que han visto como nadie volvía a acordarse de ellos tras su fallecimiento. La mismísima casa Balenciaga estuvo defenestrada del altar de la moda por unas muy malas decisiones empresariales (aunque Michel Goma se pusiera al frente de la misma) hasta la llegada de Nicolas Ghesquière.
Hoy queremos reivindicar unos nombres que se pronuncian con respeto en la historia de la moda, pero que no han vuelto a brillar desde que sus fundadores desaparecieron. Uno de los casos más recientes fue el de Gianfranco Ferré, que nos dijo adiós tras una hemorragia cerebral en 2007. Desde entonces, no hemos vuelto a saber nada de su nombre, y eso que él puede presumir de haber sido el primer italiano en haber dirigido la casa Dior. Él le dio una época brillante y barroca a la maison francesa, y también creó una identidad propia en la que la camisa blanca fue su enseña.
Otra casa que se esfumó al poco de fallecer su fundador fue Jacques Fath. En las décadas de los 40 y 50, la moda no se entendía sin la jovialidad y colorido de los diseños del francés. El príncipe de la moda dirigía una de las casas más importantes del París de posguerra, pero ni su famosa clientela (entre la que destacaba Rita Hayworth o la princesa Margarita del Reino Unido) ni su inteligente visión del negocio, explotando las licencias americanas que le hacían ingresar anualmente cantidades ingentes de dólares, fueron suficiente para retener al público tras su fallecimiento. Las riendas las tomó su mujer, Geneviève, pero la magia se había esfumado ya y solo nos han llegado sus fragancias. Devolver a la vida a esta casa sería todo un acto de justicia con la moda y con el arte. Se intentó hace unos años, pero el resultado no estaba ni de lejos a la altura de lo esperado.
Y si hablamos de genios, no podemos olvidar dos hombres a los que les debemos lo que somos. Charles Frederick Worth inventó el sistema de la alta costura y Paul Poiret fue el primer gran diseñador. Ninguna de sus firmas son, un siglo después, ni la sombra de lo que fueron. La primera se acabó fusionando en los años 50 con Paquin (en la actualidad pertenece a Shaneel Group) y Poiret ha tenido varios intentos para devolverle a lo más alto de la costura, pero todos han fracasado. La firma que liberó a la mujer del corsé parece no encontrar su sitio en la época del athleisure.
A Madeleine Vionnet y Madame Grès les sucede lo mismo. Admiradas por sus contemporáneos y veneradas por los expertos, sus nombres ya no son ni la sombra de lo que fueron. Vionnet decidió colgar el dedal en 1939 tras haber triunfado con sus experimentos con el bies, y, aunque ha habido varios intentos de reflotarla con directores creativos como Sophia Kokosalaki o Hussein Chalayan, ninguno lo ha conseguido. Madame Grès, tras toda una vida dedicada a la moda, se despidió de ella viendo como su firma perdía el brillo en los 80 sin poder ella hacer nada. Que alguien supiera en 2022 entender la elegancia de Vionnet y los drapeados de Grès sería un verdadero sueño.
Veremos si el éxito de la serie le ayuda a Halston a resucitar por todo lo alto y no de la manera tan descafeinada en que lo ha hecho en los últimos años. Mainbocher sería la otra firma americana a la que se le debería dar otra oportunidad: en su atelier, por ejemplo, se confeccionó uno de los vestidos de novia más icónicos del siglo XX, el de Wallis Simpson, pero parece que ni la aprobación de la mismísima duquesa de Windsor asegura el pasar a la posteridad.
¿Y en nuestro país? Pertegaz ya sabe lo que es volver por todo lo alto de la mano de Jorge Vázquez, pero hay otras marcas que también podrían regresar. Sybilla y Delpozo (o Jesús del Pozo) ya probaron suerte. Ahora sería el turno quizás de Elio Berhanyer, un maestro autodidacta que trajo a nuestro país el poder del logo, los botones XXL y la estética pop, y al que le debemos el uniforme de Iberia que enamoró al mundo. Y qué decir del gran olvidado. España está en deuda todavía con Pedro Rodríguez, así que sería de justicia que alguien intentara protagonizar una nueva etapa de éxito en la casa. Incluso podemos tener un candidato: Josep Font siempre se ha declarado gran admirador de su trabajo.
Ha llevado mucho tiempo, pero la casa Schiaparelli por fin parece vivir el renacer que se merecía una de las firmas más importantes de la historia de la moda del siglo XX. La ‘italiana que hacía vestidos’, como se refería a ella Coco Chanel, ha tenido que ver durante décadas cómo su nombre languidecía en el limbo de los justos esperando que alguien por fin decidiera coger el toro por los cuernos y volver a encumbrarla como uno de los nombres de referencia.