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Estos son los motivos por los que ya no llevamos sombrero
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HISTORIA DE LA MODA

Estos son los motivos por los que ya no llevamos sombrero

La clase social, las nuevas costumbres y hasta los coches han provocado que nos olvidemos de un accesorio que Balenciaga consideraba imprescindible

Foto: "BALENCIAGA : LA INSPIRACIÓN" (EFE/David Aguilar)
"BALENCIAGA : LA INSPIRACIÓN" (EFE/David Aguilar)

Cristóbal Balenciaga no concebía un diseño suyo sin la cabeza cubierta. Un tocado o un sombrero era para el genio de Getaria un elemento imprescindible para conseguir el look completo.La familia Ozcariz, en el caso del genio español, era la encargada de realizar esas creaciones que conseguían darle el toque definitivo a las propuestas del maestro de la alta costura. Dior o Fath también contribuyeron en los años posteriores a la II Guerra Mundial a reivindicar el poder de una prenda que, sin que ellos lo supieran, parecían destinada a desaparecer.

Pero, ¿por qué hemos dejado de llevar una de las piezas más elegantes del mundo y que tanta pasión levantaba entre los grandes genios de la moda?

Foto: La exposición de Marisol. (Cordon Press)

Hay un elemento básico para entender la “mala vida” que ha llevado en las últimas décadas los sombreros. Como le sucede al chaleco en la moda masculina, la conquista de espacios mucho más confortables ha provocado que vayamos prescindiendo de prendas que nos ayudaban a conseguir calor. Ya se ven pocos chalecos en los hombres, como cada vez parece que vemos menos medias o calcetines, con eso de que podemos llevar los tobillos al aire. La calefacción y el cambio climático han conseguido ese efecto que, a día de hoy, se puede observar también en las calles de nuestro país, mucho más cálido que los del norte y con mucha menos tradición actualmente de cubrirse la cabeza.

Pero esa no es la única razón. Desde la II Guerra Mundial, donde encontramos el origen de la crisis de este accesorio, el sombrero ha ido perdiendo su protagonismo debido en parte también a un concepto de clase. Durante muchas décadas, las sociedades más privilegiadas confiaban en el sombrero como un elemento de unión. Las elaboradas creaciones de los millinier más exclusivos se podían ver en los actos sociales que, sobre todo tras los años 60, comenzaron a estar de capa caída.

placeholder Vitrina con sombreros de diseñadores como Elena Katona y Pilar Gabasa, entre otros, que forman parte de la exposición 'Balenciaga y la alta costura en Barcelona. Proximidades y distancias' (EFE/Javier Etxezarreta)
Vitrina con sombreros de diseñadores como Elena Katona y Pilar Gabasa, entre otros, que forman parte de la exposición 'Balenciaga y la alta costura en Barcelona. Proximidades y distancias' (EFE/Javier Etxezarreta)

La revolución de Mayo del 68, que vio también como el propio Balenciaga cerraba su casa entendiendo que ya no había sitio para la alta costura, tuvo su repercusión en la moda, exigiendo ritmos muchos más rápidos en la producción y una moda mucho más fresca, que se llevó consigo por delante también al sombrero. Y esta no era la primera vez que el sombrero era atacado: Margarita Manso, Maruja Mallo, Federico García Lorca y Salvador Dalí, en los años 20, provocaron a la sociedad española al pasear sin esta pieza por la Puerta del Sol, lo que dio origen al nombre de ‘Las sinsombrero’, como tiempo atrás pasó con los ‘sans-culotte’ de la Revolución Francesa, que demostraron el cambio de régimen dejando de lucir calzones.

Hay una teoría en la moda que afirma que toda aquella prenda que se convierte en inservible, en un mero objeto decorativo, durará una o dos generaciones más. De ahí que el hecho de que los sombreros y tocados hayan pasado a ser un accesorio reservado a bodas, reafirme también esa teoría de que parecen tener los días contados, en favor de prendas más sport. Y es que, a fin de cuentas, las conquistas que se han producido en la moda en las últimas décadas han sido en el territorio deportivo, y ahí elementos como el sombrero no tienen lugar. Se han sustituido por gorras y gorros que cumplen el mismo papel pero con un concepto mucho menos serio.

placeholder Fotografía sin fecha cedida que muestra a (de izq. a dcha.) el diseñador de moda Halston (EFE/Christie's/)
Fotografía sin fecha cedida que muestra a (de izq. a dcha.) el diseñador de moda Halston (EFE/Christie's/)

Es curioso también como algunos diseñadores, como es el caso de Coco Chanel o Roy Halston comenzaron su trayectoria como sombrereros. El americano, de hecho, conquistó América de la mano de Jacqueline Kennedy, a quien le confeccionó el sombrero para la toma de posesión de su marido. Pero luego, en sus años dorados como diseñador, parece que se olvidó de esta prenda, en favor de otro tipo de creaciones, como el famoso Utrasuede.

placeholder Coco Chanel (Cortesía)
Coco Chanel (Cortesía)

Otra costumbre que no le ha sentado nada bien al sombrero ha sido la de acudir a la peluquería. No hace falta explicar que gastarnos un dinero en un peinado para luego ocultarlo con un sombrero no es algo que case muy bien, y si a eso, además, le añadimos que el flequillo se ha convertido también en tendencia, el divorcio está asegurado.

Por último, otra de las razones históricas que se han encontrado para justificar el rechazo actual que tiene la sociedad a lucir sombrero es la manera en la que nos movemos actualmente. En un mundo que se traslada sobre todo sobre cuatro ruedas, esto no ayuda tampoco a poder lucir sombrero. Si comparamos los coches de principios del siglo XX, con techos altos, con el aire deportivo que tienen hoy en día los vehículos, entenderemos también que son máquinas pensadas para gente que no se cubre la cabeza.

Cristóbal Balenciaga no concebía un diseño suyo sin la cabeza cubierta. Un tocado o un sombrero era para el genio de Getaria un elemento imprescindible para conseguir el look completo.La familia Ozcariz, en el caso del genio español, era la encargada de realizar esas creaciones que conseguían darle el toque definitivo a las propuestas del maestro de la alta costura. Dior o Fath también contribuyeron en los años posteriores a la II Guerra Mundial a reivindicar el poder de una prenda que, sin que ellos lo supieran, parecían destinada a desaparecer.

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