Alexandra Pereira

Con mucha ilusión. Es un reconocimiento que también me llega a los 15 años de comenzar en el mundo de la moda, el momento de comunión no pudo ser más perfecto. Un medio de comunicación nativo digital entregando premios a perfiles como el mío, talentos digitales, y que esconde un importante mensaje: estamos cambiando la historia, lo estamos haciendo bien y es evidente que vinimos para quedarnos.

Es una mujer luchadora, madre, influencer y una persona que no se conforma. Además, es una mujer con ambición, con sueños, ilusiones y que siempre ha antepuesto el trabajo a muchas cosas. He sacrificado mucho en mi vida para llegar donde estoy a día de hoy y me siento orgullosa de cada uno de los pasos que he dado.

Como en muchas profesiones, no solo en la mía, hay personas que denostan el concepto. Pero yo creo que si aislamos la palabra influencer y se aplica a los profesionales que realmente nos dedicamos a esto, no debería ser un término peyorativo. La palabra influencer define la profesión: influimos directamente en los usuarios que nos siguen.

Mi perfil ha ido a mejor, de eso no tengo duda. A lo largo de estos años he experimentado una evolución progresiva. Justo lo contrario que hoy viven los nuevos perfiles, un éxito fulminante. Tanto a mí como al resto de influencers que despegaron en la misma época, el tiempo nos ha ayudado a asimilar y apreciar todo lo bueno que nos estaba ocurriendo. Ahora siento que estoy en una fase en la que puedo compartir con mi público cualquier cosa que pasa en mi vida de una manera más natural y madura. Quizá hace unos años el miedo me paralizaba, pero ahora la conexión con mis seguidores es brutal. De ‘Lovely Pepa’ queda la ilusión, la emoción y las ganas de cuando empecé.

Sí, por supuesto. Forman parte de mi recorrido, pero ya no los identifico con la Alexandra Pereira de ahora.

Sí, por supuesto, sola no sería capaz de sacar todo adelante. Me ayuda mucho mi agencia de representación. También la editora de mis vídeos y los fotógrafos con los que colaboro. Para las ‘fashion weeks’ trabajo con equipos locales en París, Milán u otras ciudades. Todos aportan algo positivo.

Ahora mismo sí, pero cada vez se está desligando más para involucrarse en sus propios proyectos profesionales. De cara a unos meses, Ghassan y yo vamos a vivir una transición en el aspecto laboral. Será algo positivo y a mí me dará más libertad para viajar, organizarme con nuestro hijo, y a él para centrarse en sus negocios de Dubái. 

Lo mejor, dos cosas: la capacidad de difusión y la libertad. Influimos y ayudamos a personas que forman parte de nuestra comunidad. Al mismo tiempo, y llegados a este punto de mi carrera, tengo la libertad de elegir proyectos, con quién quiero y con quién no quiero trabajar. Lo peor de las redes sociales es que determinados usuarios no comprenden la gravedad de las cosas que dicen. El poder de las palabras es muy grande y a veces creo que se generan debates o conversaciones un poco duras que en la vida real no tendrían lugar. Al estar detrás de un perfil, los ‘haters’ se envalentonan y dicen cosas que, igual frente a frente, jamás pronunciarían en público.

Depende del día. En general, suelo pasar, pero eso no quita para que de vez en cuando tenga un día cruzado y comience una discusión. Lo peor de todo es que siempre me arrepiento y me doy cuenta de que he caído una vez más en la trampa. Al final, la única persona que tiene que perder aquí soy yo; el que está al otro lado no tiene nada que perder. Meterte en una disputa a veces es inevitable porque somos humanos. Lo que pasa es que las pantallas nos desnaturalizan y no te das cuenta de que hay una persona detrás, que tiene padres, hermanos, que llora o que tiene problemas.

En parte, es culpa nuestra. Fallamos en no mostrar todo el trabajo que está detrás de nuestro perfil. En este sentido, a mí YouTube me ha ayudado mucho. Vídeo a vídeo consigo enseñar mucho más que con una simple foto y la gente ha acabado por conocerme de verdad. Es como si me hubieran regalado una vida extra. En un momento en el que la gente me veía más altiva y alejada de la realidad, los vídeos han dejado ver la persona que estaba detrás del perfil y que solo con las fotografías no era capaz de mostrar.

No, me encanta. Lo que comparto, lo comparto de corazón. Si tuviera que valorar, monetariamente hablando, lo que gano a través de Instagram o YouTube, no me compensaría hacerlo. Es algo que hago porque quiero y sé que es una forma de que la gente siga conectando conmigo al nivel que a mí me hubiera gustado desde los comienzos de mi carrera. Así hubieran entendido quién era y quién es Alexandra Pereira como ser humano, como mujer, profesional, madre, hija o hermana.

Cada día es distinto. No hay dos iguales. Puede ser una jornada tranquila en la que simplemente estoy trabajando con el ordenador o un día frenético repleto de compromisos. Lo que no cambia es la manera de empezarlo: siempre con un entrenamiento. Si estoy en casa, en Dubái, me voy a una cafetería con mi portátil para trabajar. Después vuelvo a casa y paso la tarde con mi hijo. Por ejemplo, el día de hoy es totalmente diferente. Tengo una sesión de fotos a modo de editorial de moda con Vanitatis y luego voy a ir a comer a casa de mis padres. Hace dos días estaba en Italia para asistir a un desfile y tenía que cumplir con la agenda programada por la marca. Lo dicho, cada día es nuevo.

Me organizo como cualquier madre y, después de trabajar, intento pasar el mayor tiempo posible con mi hijo. Pero es verdad que siempre me sobrevuela esa culpabilidad que, a mi parecer, sentimos todas las madres. No estoy al 100% en mi trabajo, ni tampoco estoy al 100% con mi hijo. Queremos hacerlo todo, y el que mucho abarca poco aprieta. Es muy complicado gestionar las dos cosas, nos pasa a todas. Aunque siendo sincera, no creo que mi hijo el día de mañana me pregunte por qué no pasé más tiempo con él. Creo que estará orgulloso de su madre.

Siento ilusión y responsabilidad a partes iguales. Me considero una persona positiva, de esas que siempre ven el lado bueno de todo y eso es lo que intento transmitir, pero como cualquiera, hay días que me pasan cosas que me afectan y no estoy igual. Ahí es cuando entra en juego ese sentimiento de responsabilidad por querer mantener el tipo para sacar la mejor versión de mí misma y enseñársela a los demás. También lo vivo con inmensa ilusión, sobre todo cuando recibo mensajes de algún seguidor que, por ejemplo, me cuenta que gracias a mis vídeos ha empezado a entrenar o que le encanta mi familia. Después de tantos años y con un abanico de talentos a los que seguir, que me escojan a mí y yo les inspire me parece maravilloso.

Me quedo con este mensaje: “Tus vídeos de YouTube me alinean los chakras”. (Risas)

Tiendo a vestir muy sencilla. Cuando vivía en París, me mimeticé con su estilo. Mis esenciales eran un abrigo largo de color negro, prendas lisas y siempre con un toque chic. Looks desenfadados, pero con algo cool. En Dubái voy más sport. Me gusta la estética ‘athleisure’. Utilizó muchos leggings cortos y largos con sneakers y camisas oversize.

Para mí, el número uno del mundo es Schiaparelli. Me parece que el trabajo que está haciendo Daniel Roseberry es impresionante. Es una casa de moda que tiene muchísima historia detrás, de las más antiguas de París, y la verdad es que el diseñador le ha dado tal vuelco que, de aquí a diez años, apuesto que va a liderar el mercado. Sus trajes son arte y su showroom es como un museo de moda. 

De España, me encanta Roberto Diz, tiene muchísimo talento. También admiro a Jorge Redondo. Se nota que ha entendido muy bien la industria de la moda española y todos sus vestidos son preciosos. Y, por supuesto, a Santos Costura, el creador de mi vestido de novia.

¿Lo más fuerte? Jornadas como las de hoy, que estoy haciendo una editorial de moda con Vanitatis. Cuando empecé, el recibir un premio, el estar en una sesión de fotos para una revista o el protagonizar una portada o cosas así era algo impensable. Hoy en día, un tiktoker que empieza es consciente de que existe esa posibilidad porque nos ha visto a mí y a otros influencers acometiéndolo durante estos 15 años. Al principio y durante mucho tiempo, los influencers hemos sido rechazados, ninguneados y mofados, la gente no nos respetaba. Existía una estructura de poder establecida en el mundo de la moda y en el mundo de la comunicación que era supertradicional. Nosotros llegamos y de repente se generó un efecto de rechazo.

Es una mezcla. En un primer momento, a mis seguidores les cautivó mi estilo. Después, el ir conociéndome y enganchándose a mi vida. La evolución que he sufrido también es una cosa que la gente admira: pasar de ser una chica de 20 años viviendo en una pequeña ciudad del norte de España a después mudarme a Madrid, París y ahora Dubái. El construir una familia, ver cómo crece y qué nos espera en un futuro inmediato.

En estos años, mi marido y yo hemos diversificado, y es cierto que gestionamos otros proyectos que no tienen nada que ver con las redes sociales. A nivel de algo público, sí que tengo idea de que de aquí a 2024, probablemente, veréis algo nuevo, pero no quiero adelantar nada. El tiempo dirá.