Valentino llega al culmen de su carrera con una exposición en Roma
Las piezas de Valentino no están contenidas en vitrinas ni reducidas a meros objetos de exhibición: se presentan en maniquíes modelados a imagen de Natalia Vodianova, con acceso en 360 grados, casi como si fueran esculturas vivas
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Las exposiciones son el culmen de los diseñadores: el lugar donde su legado trasciende el tiempo y se eleva a la categoría de arte. Y pocas figuras merecen tanto esa consideración como Valentino Garavani. Con 'Orizzonti/Rosso [Horizontes/Rojo]', la Fondazione Valentino Garavani e Giancarlo Giammetti inaugura no solo una exposición, sino un manifiesto sobre la belleza, el arte y la moda, teñido, por supuesto, de rojo Valentino.
El rojo como lenguaje universal
El escenario no podría ser más imponente: PM23, la nueva sede de la fundación, un palacio renacentista restaurado junto a las oficinas históricas de la casa Valentino, abre sus puertas con una pieza monumental de Jeff Koons —su “Balloon Venus Lespugue”— dando la bienvenida a una oda cromática y emocional. La exposición, comisariada por Pamela Golbin y Anna Coliva, reúne 30 obras maestras del arte y 50 diseños icónicos del modisto en un diálogo visual donde el color rojo es el nexo y el símbolo.
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En palabras de Golbin, “el rojo es el primer color que el ser humano aprendió a reproducir; no es solo un color, es una declaración”. En 'Orizzonti/Rosso', el rojo no une moda y arte desde la literalidad, sino desde la experiencia sensorial y simbólica: Fontana lo corta, Richter lo arrastra, Burri lo quema, Rothko lo superpone, y Valentino lo transforma en siluetas que parecen suspendidas en el aire.
Vestidos que respiran como esculturas
Las piezas de Valentino no están contenidas en vitrinas ni reducidas a meros objetos de exhibición: se presentan en maniquíes modelados la imagen de Natalia Vodianova, con acceso en 360 grados, casi como si fueran esculturas vivas. Desde el legendario vestido “Fiesta” de 1959 hasta su última creación de la primavera de 2008, los diseños hablan de una coherencia estilística que nunca se doblegó ante las modas. “Su vocabulario ya estaba formado desde su regreso de París en los años 50”, señala Golbin. “Diseñaba para que la mujer se sintiera fabulosa, no para seguir tendencias.”
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La mirada a estos vestidos es íntima, cercana, emocional. El espectador no contempla prendas: contempla gestos, cuellos, hombros, espaldas rediseñadas con la precisión de un escultor obsesionado con el cuerpo femenino como espacio sagrado.
Arte contemporáneo como espejo
Pero esta no es una muestra de moda al uso. No hay nostalgia ni reverencias vacías. Las obras de arte contemporáneo —de Basquiat a Warhol, de Bacon a Dumas, pasando por Damien Hirst y Thomas Paquet— acompañan los diseños no como fondo, sino como espejo.
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Giammetti, coleccionista empedernido, ha aportado algunas piezas de su colección personal y defiende una curaduría viva, con piezas que “le gustaría tener en casa”. La idea no es recrear un museo de cera, sino una conversación entre épocas, formas y obsesiones compartidas.
PM23: un nuevo corazón cultural
La exposición marca el inicio de una nueva etapa para la fundación, cuya sede PM23 será epicentro de futuras muestras, talleres y programas educativos. El objetivo, según Giammetti, es claro: “crear belleza a partir de la belleza, apoyar el talento joven y mantener vivo el legado de una vida dedicada al arte y la elegancia”.
En un tiempo en el que la moda lucha por mantener su esencia frente a la maquinaria del marketing, 'Orizzonti/Rosso' ofrece una lección urgente: el estilo perdura cuando nace de la autenticidad y la obsesión por lo bello. Y en ese sentido, esta exposición no solo celebra a Valentino, sino que nos recuerda por qué sigue siendo imprescindible.
Las exposiciones son el culmen de los diseñadores: el lugar donde su legado trasciende el tiempo y se eleva a la categoría de arte. Y pocas figuras merecen tanto esa consideración como Valentino Garavani. Con 'Orizzonti/Rosso [Horizontes/Rojo]', la Fondazione Valentino Garavani e Giancarlo Giammetti inaugura no solo una exposición, sino un manifiesto sobre la belleza, el arte y la moda, teñido, por supuesto, de rojo Valentino.