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La moda de las mujeres en el lujo sigue estando, mayoritariamente, diseñada por hombres
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La moda de las mujeres en el lujo sigue estando, mayoritariamente, diseñada por hombres

En un contexto donde el discurso social clama por la equidad y la diversidad, el mundo de la moda de lujo parece ir en la dirección

Foto: J.W. Anderson (Getty Images)
J.W. Anderson (Getty Images)

En un contexto donde el discurso social clama por la equidad y la diversidad, el mundo de la moda de lujo parece ir en la dirección contraria, sobre todo cuando hablamos en puestos, en las direcciones creativas de las firmas de moda.

Con el anuncio de que Jonathan Anderson tomará las riendas creativas de las colecciones masculina, femenina y de alta costura en Dior, el mapa del poder creativo en las grandes casas se completa tras meses de dimes y diretes y de anuncios a todas horas, todos tienen algo en común… nombres masculinos. La ecuación es clara: el vestuario de las mujeres sigue estando, mayoritariamente, diseñado por hombres.

Foto: J.W. ANDERSON (Getty Images)

En el último gran movimiento del sector, Anderson se suma a una tríada de cambios significativos junto a Demna, que deja Balenciaga para asumir la dirección creativa de Gucci, y Matthieu Blazy, quien toma el relevo en Chanel. Los tres, figuras admiradas por su genio estético, han sido colocados estratégicamente en las marcas más emblemáticas en un momento crítico, con el sector del lujo enfrentando una desaceleración global.

Sin embargo, lo que resulta más revelador que su talento —indiscutible— es su género. A excepción de contadas figuras como Sarah Burton en Givenchy, Chemena Kamali en Chloé o Louise Trotter en Bottega Veneta, las grandes casas siguen entregando sus códigos visuales a manos masculinas. Loewe, Celine, Maison Margiela, Jil Sander... todas con directores creativos varones. La estadística se impone, la mirada masculina también.

¿Quién viste realmente a las mujeres?

Esta pregunta cobra fuerza al pensar en qué tipo de conexión puede tener un hombre con la ropa que viste —y representa— a las mujeres del mundo. María Grazia Chiuri en Dior y Virginie Viard en Chanel dejaron sus cargos recientemente. Y con ellas se va también una sensibilidad distinta. Porque, aunque sus etapas no estuvieron exentas de críticas, ambas lograron expandir y consolidar a sus respectivas marcas tras la pandemia, acercándose a un público femenino con una narrativa empática y, en muchos casos, feminista.

placeholder GRA138. PARÍS, 28/09/2013.- Fotografía facilitada por Oscar Carvallo en la que aparece este modisto venezolano (d). 'Les petites mains', las costureras que confeccionan a mano la exclusiva moda francesa, llevan trabajando desde el siglo XVII entre las bambalinas de las firmas más prestigiosas, que protegen con recelo el espectáculo artístico del que se apoderan sus talleres en la temporada de desfiles, como la de 'prêt-à-porter' que ahora vive la capital gala. EFE/ -SOLO USO EDITORIAL-
GRA138. PARÍS, 28/09/2013.- Fotografía facilitada por Oscar Carvallo en la que aparece este modisto venezolano (d). 'Les petites mains', las costureras que confeccionan a mano la exclusiva moda francesa, llevan trabajando desde el siglo XVII entre las bambalinas de las firmas más prestigiosas, que protegen con recelo el espectáculo artístico del que se apoderan sus talleres en la temporada de desfiles, como la de 'prêt-à-porter' que ahora vive la capital gala. EFE/ -SOLO USO EDITORIAL-

Su salida coincide con la entrada de nombres como Anderson y Blazy, dos talentos que, pese a su virtuosismo, aportan una lectura inevitablemente masculina del universo femenino. ¿Podrán conectar con las consumidoras en un momento donde el valor simbólico de la ropa es más potente que nunca? ¿O asistiremos a un retroceso en la capacidad de las marcas para dialogar con las mujeres desde su experiencia real?

Resulta una paradoja que, mientras los puestos de dirección creativa en las grandes casas de moda están cada vez más copados por hombres, las “petites mains” —esas manos expertas que dan forma a los sueños del diseñador— sigan siendo en su inmensa mayoría mujeres. Ellas cosen, bordan, ensamblan y perfeccionan con una destreza heredada, silenciosa, transmitida de generación en generación. Son las guardianas del savoir-faire, del lujo verdadero, del trabajo minucioso que tarda cientos de horas en materializarse en una prenda de alta costura. ¿Cómo puede ser que quienes sostienen literalmente las colecciones con su técnica no tengan voz en su creación? Este desequilibrio revela una estructura piramidal profundamente patriarcal: los hombres imaginan, las mujeres ejecutan. Se celebra la visión masculina, pero no se reconoce la sensibilidad femenina que la materializa. La moda necesita revisar no solo sus imágenes, sino también sus cimientos. Porque sin ellas, el lujo simplemente no existe.

Foto: J.W. ANDERSON (Getty Images)

Moda en crisis, creatividad al rescate (¿masculina por defecto?)

Las cifras acompañan esta ansiedad: Gucci, pilar del grupo Kering, vio caer sus ingresos un 23 % en 2024. Chanel perdió mil millones de dólares en ventas el mismo año, mientras aumentaba precios de forma agresiva. Dior, dentro del gigante LVMH, no escapa a esta lógica. Todas estas casas buscan en sus nuevos líderes no solo un golpe de efecto estético, sino una reconexión con el cliente. Pero, ¿puede lograrse eso sin diversidad de voces al mando?

El argumento que muchos insiders esgrimen es que, a falta de mujeres en los puestos número dos —tradicional cantera de futuros directores creativos—, las marcas terminan eligiendo hombres. Un razonamiento que esconde una práctica de reproducción de poder: se elige a quien se parece a quien elige. Si no hay mujeres en el círculo íntimo del poder creativo, difícilmente accederán a él.

El armario como campo de batalla

La ropa siempre ha sido un espejo de poder. Las mujeres han luchado durante siglos por decidir qué ponerse, cómo mostrarse, qué narrar a través de sus cuerpos. Que hoy los vestidos, los trajes, las chaquetas y los zapatos que las envuelven provengan casi exclusivamente de mentes masculinas es una paradoja que resulta cada vez más difícil de ignorar.

Foto: Chanel (Cortesía)

No se trata de desmerecer el talento masculino, sino de preguntarse qué tipo de historias se están contando —y cuáles se están quedando fuera— cuando solo un tipo de mirada moldea el canon. La moda tiene la capacidad de ser liberadora, transgresora, profundamente política. Pero para eso necesita incluir perspectivas, romper jerarquías, abrir puertas.

Si Anderson logra devolverle a Dior el pulso de la modernidad, si Blazy reinyecta deseo a Chanel y si Demna convierte a Gucci en algo más que una sombra de su antiguo esplendor, no cabrá duda de su valor. Pero si en el proceso se diluye la conexión emocional con las mujeres que visten esas marcas —y que sostienen su éxito—, entonces el triunfo será parcial.

Al final, gobernar el armario de las mujeres no debería implicar dominarlo. Las prendas, las pasarelas y las campañas necesitan algo más que genialidad técnica o visión estética: requieren empatía, comprensión y, sobre todo, representación. La moda no solo viste cuerpos. También viste ideas.

En un contexto donde el discurso social clama por la equidad y la diversidad, el mundo de la moda de lujo parece ir en la dirección contraria, sobre todo cuando hablamos en puestos, en las direcciones creativas de las firmas de moda.

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