La nueva instalación de Zara: cuando el arte transforma la moda (y viceversa)
¿Qué relación hay entre la poética cinética de Es Devlin y los retratos eléctricos y crudos de Bailey? Aparentemente, ninguna.
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En el mundo de la moda, hay aniversarios y hay declaraciones de intenciones. Lo que Zara acaba de hacer en A Coruña —la ciudad donde todo comenzó— pertenece indiscutiblemente a lo segundo. La celebración de su 50 aniversario no ha sido un desfile retrospectivo ni una gran fiesta de gala con invitados VIP. Ha sido una intervención artística a gran escala, firmada por Es Devlin, una de las artistas más influyentes del mundo contemporáneo, en un espacio rehabilitado que invita a mirar, literalmente, el mundo con otra perspectiva.
La instalación 50 Songs of the Sea ocupa el corazón del Observatorio de la Cúpula Atlántica, un lugar suspendido sobre el mar, donde los visitantes giran al ritmo de la propia tierra, envueltos por palabras, sonido y luz. La obra, que se mueve como un engranaje poético, es un homenaje al mar que rodea A Coruña, pero también —y sobre todo— a la capacidad de la moda de inspirarse, mutar, abrazar nuevas disciplinas y hablar desde lo sensorial.
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Aquí es donde Marta Ortega entra en escena, no solo como presidenta de Inditex, sino como figura impulsora de una nueva sensibilidad dentro de la marca. Lo que en otros ejecutivos podría parecer una estrategia de imagen, en ella se entrelaza de forma orgánica con su visión del arte como lenguaje transversal. Y esa visión no es algo puntual: se ha materializado también en la Fundación MOP, el centro de arte contemporáneo que inauguró recientemente en la ciudad gallega, apenas a unos minutos de la cúpula donde gira la instalación de Devlin.
En ese nuevo espacio, ahora mismo, puede verse una muestra dedicada a David Bailey, uno de los fotógrafos más emblemáticos del siglo XX. ¿Qué relación hay entre la poética cinética de Es Devlin y los retratos eléctricos y crudos de Bailey? Aparentemente, ninguna. Pero basta con adentrarse en ambas experiencias para entender que la conexión está en el enfoque. Marta Ortega no quiere celebrar el éxito de Zara acumulando logotipos ni nostalgia, sino recordándonos —con Bailey, con Devlin— que las imágenes y los espacios pueden movernos, literalmente.
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La moda, cuando es entendida como lenguaje cultural, necesita del arte para no convertirse en superficie. Y el arte, cuando se vincula con lo cotidiano, necesita de canales de amplificación para no quedar relegado al nicho. La alianza entre Zara y Devlin es, en este sentido, ejemplar: no busca impresionar por tamaño ni por presupuesto, sino por una cierta poesía de lo común. El público —ese que entra gratuitamente reservando plaza online, sin códigos de vestimenta ni exclusividades— se convierte en parte de la obra. Porque eso es lo que Devlin propone: una sociedad efímera, un coro de cuerpos que giran juntos durante unos minutos, contemplando el mar que tantas veces ha sido testigo de llegadas, partidas y sueños textiles.
Más allá de lo simbólico, la instalación marca un antes y un después en la relación entre Zara y su comunidad. Lejos de las tiendas y los algoritmos de predicción de tendencias, este proyecto habla de raíces, de territorio, de apertura al mundo. La visión alcanza desde la Torre de Hércules hasta América, pero también hacia el pasado romano, las tormentas gallegas y los poemas proyectados en una banda de luz. Es una experiencia que no se puede consumir; solo se puede vivir.
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Lo mismo sucede con la exposición de Bailey: su mirada nos confronta, nos devuelve una versión no filtrada del glamour, de la juventud, de la fama. Su lente fue tan brutal como hermosa, y en el contexto de la Fundación MOP parece decirnos que la imagen —como la moda, como el mar— puede ser un espejo, pero también una puerta.
Zara, bajo la dirección de Marta Ortega, no solo celebra sus 50 años con una instalación artística. Celebra, sobre todo, una nueva forma de estar en el mundo: más sensorial, más generosa, más conectada con la cultura que la rodea. Y esa, quizás, sea la mayor transformación de todas.
En el mundo de la moda, hay aniversarios y hay declaraciones de intenciones. Lo que Zara acaba de hacer en A Coruña —la ciudad donde todo comenzó— pertenece indiscutiblemente a lo segundo. La celebración de su 50 aniversario no ha sido un desfile retrospectivo ni una gran fiesta de gala con invitados VIP. Ha sido una intervención artística a gran escala, firmada por Es Devlin, una de las artistas más influyentes del mundo contemporáneo, en un espacio rehabilitado que invita a mirar, literalmente, el mundo con otra perspectiva.