Nicole Kidman, Salma Hayek y Lauren Sánchez, recién casada, los looks de las invitadas a Balenciaga
La Semana de la Alta Costura de París volvió a demostrar que la moda no solo se vive sobre la pasarela, sino también en las aceras
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La Semana de la Alta Costura de París volvió a demostrar que la moda no solo se vive sobre la pasarela, sino también en las aceras que rodean los grandes desfiles. El show de Balenciaga se convirtió en epicentro de poder femenino, lujo silencioso y expectación artística con un front row de estrellas y una pasarela que anticipa un giro de era en la mítica maison francesa.
Un front row cargado de peso (y estilo)
Nicole Kidman, envuelta en un traje negro oversize de proporciones fluidas, volvió a ejercer de diosa nórdica contemporánea. El conjunto, de inspiración sartorial masculina y con una caída impecable, la situó entre las más elegantes sin esfuerzo. El juego de volúmenes, acentuado por su melena suelta y gafas de sol negras, hablaba el lenguaje sobrio y escultórico que caracteriza a Balenciaga.
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A su lado, Salma Hayek apostó por el minimalismo sensual con un vestido negro de terciopelo sin mangas, entallado pero sin estridencias, con escote redondo y una caída limpia. Los pendientes dorados y su gesto seguro recordaban que su relación con la maison no es solo estética, sino también empresarial: su marido François-Henri Pinault preside el grupo Kering, al que pertenece Balenciaga.
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La tercera gran presencia fue Lauren Sánchez, flamante esposa de Jeff Bezos, que acudía por primera vez a un evento de moda tras su boda. Fiel a una estética poderosa y ultra femenina, eligió un abrigo/vestido camisero de largo midi con botones, cuello rígido y silueta hourglass. Impecable, sobria y en total negro, su look parecía diseñado para una primera dama del siglo XXI con un toque de ciencia ficción.
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Katy Perry, siempre dispuesta a romper moldes, se presentó con un minivestido-blazer negro que dejaba al descubierto las piernas y el escote. El diseño, de hombros acentuados y patrón cruzado, mezclaba erotismo con rigidez arquitectónica, como si fuera la heroína de una distopía glam. Su moño tirante y gafas micro reafirmaban ese espíritu Balenciaga que mezcla sofisticación, peligro y meme.
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La pasarela: entre el presente y el preludio
Sobre la pasarela, Balenciaga presentó una colección firmada por su equipo de diseño interno, sin director creativo al mando tras la salida de Demna. Lejos de ser una simple transición, la propuesta funcionó como una suerte de recapitulación del legado reciente de la casa: líneas extremas, hombros XXL, estructuras hiperbólicas y referencias cruzadas a décadas pasadas.
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En los collages de la campaña y las imágenes oficiales del desfile, los códigos estéticos fueron contundentes:
- Abrigos cocoon y trenchs oversize, como el imponente modelo color camel con cinturón que recuerda a los uniformes de poder de los 80 pero filtrados por una lente de silueta esculpida.
- Vestidos columna en negro absoluto, con estructuras que parten del cuello y descienden en bloque, como armaduras de elegancia severa. Algunos incluso juegan con proporciones exageradas en los hombros.
- Sastrería ultra pulida, con pantalones de pinza y jerséis ceñidos de cuello alto, combinados con guantes y stilettos negros para crear siluetas que remiten a una femineidad de los 60 reinterpretada con frialdad digital.
- Estampados llamativos, como un abrigo con flores rosas de inspiración kitsch que rompe con la sobriedad del negro dominante, evocando cierta ironía visual.
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- Toques de cultura pop y realismo callejero, como las localizaciones de los shootings (mercadillos, estaciones de metro, terrazas de bar) y accesorios de plástico o bolsos estructurados como esculturas.
En conjunto, la colección pareció una carta de amor (y despedida) al estilo radical de Demna, pero también una apertura hacia un nuevo lenguaje que está por venir.
Kim Kardashian: la musa que se subió a la pasarela
El momento más inesperado del desfile fue protagonizado por Kim Kardashian, que no se sentó en la primera fila, sino que desfiló. Vestida como una figura totémica, Kim caminó como parte de la colección, confirmando su papel de musa definitiva de la marca. Su vínculo con Balenciaga va más allá del vestuario: se ha convertido en embajadora estética, comercial y simbólica de una era donde la fama, la exageración y el lujo han convivido con el comentario social y la estética distorsionada.
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Desde sus apariciones envuelta en máscaras o totalmente cubierta de negro hasta las campañas donde posaba en ambientes anodinos como cocinas o parkings, Kim ha encarnado el espíritu contradictorio y provocador que impulsó a Balenciaga al centro del debate cultural.
Pierpaolo Piccioli: el próximo capítulo
Pero si algo flotaba en el ambiente más allá de las lentejuelas o los tejidos técnicos era la pregunta inevitable: ¿y ahora qué? La respuesta tiene nombre propio: Pierpaolo Piccioli, el diseñador que revolucionó Valentino con una estética emocional, poética y profundamente humana. Confirmado como nuevo director creativo de Balenciaga, Piccioli acudió discretamente al desfile para observar el trabajo del equipo antes de tomar el relevo.
Se espera que presente su primera colección en octubre, en lo que será sin duda una de las citas más esperadas del año. Su fichaje representa un cambio de sensibilidad: de la estética brutalista de Demna al romanticismo comprometido de Piccioli. Si su visión encajará con los códigos de Cristóbal Balenciaga aún está por verse, pero su presencia ya marcó el inicio de un nuevo ciclo.
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La jornada fue una fotografía precisa del momento que vive la maison: en transición, pero sin perder su fuerza visual. Las presencias de Kidman, Hayek, Sánchez y Perry no fueron anecdóticas, sino afirmaciones de una idea de poder femenino que oscila entre lo clásico, lo sensual, lo corporativo y lo provocador.
Y sobre la pasarela, los diseños anticipaban una nueva página, aún en blanco, pero con la promesa de seguir haciendo historia. Porque si algo nos enseñó este desfile, es que Balenciaga nunca deja indiferente: ni cuando grita, ni cuando susurra.
La Semana de la Alta Costura de París volvió a demostrar que la moda no solo se vive sobre la pasarela, sino también en las aceras que rodean los grandes desfiles. El show de Balenciaga se convirtió en epicentro de poder femenino, lujo silencioso y expectación artística con un front row de estrellas y una pasarela que anticipa un giro de era en la mítica maison francesa.