El renacimiento de Chanel: un espíritu renovado con aires de eternidad dibujado por Matthieu Blazy

París se prepara para uno de los momentos más esperados de la temporada: el debut de Matthieu Blazy al frente de Chanel, un acontecimiento que marca el inicio de una nueva era para la maison. Tras la transición creativa que siguió a la etapa de Virginie Viard, y bajo la dirección ejecutiva de Leena Nair, la firma emprende un nuevo capítulo en su historia. Bruno Pavlovsky, presidente de moda de Chanel, ha descrito esta etapa como una “fase de descubrimiento y aprendizaje”, con equipos reforzados y un enfoque más colaborativo y técnico que promete acelerar los procesos y abrir espacio a la innovación. La colección que se presenta hoy simboliza ese renacimiento: una propuesta más pausada en su desarrollo, pero más precisa en su ejecución, que busca capturar la energía renovada del estudio y reafirmar el espíritu eterno de la casa fundada por Coco Chanel.

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Ahora vienen con novedades, como el fichaje de nuevo de Nicole Kidman como embajadora de la marca. La actriz, ganadora de un Óscar y seis Globos de Oro, mantiene un largo vínculo con la firma desde su recordada campaña del perfume Nº5 en 2004. Kidman se ha mostrado entusiasmada por “unirse a Chanel en esta nueva etapa con Matthieu al frente” y ha destacado su admiración por la alta costura. Por su parte, Matthieu Blazy ha afirmado: “Nicole siempre ha sido parte de la historia de la casa. Libre y cambiante, encarna a la mujer Chanel. Reencontrarme con ella aquí es un sueño hecho realidad.” Chanel quiere recuperar el glamour dormido y lo hemos visto con el fichaje, con la presencia de Tilda Swinton en el desfile (de las primeras en llegar), Rosie Huntington Whiteley, la actriz española amiga de la marca, Penélope Cruz.

El Grand Palais se transformó en un paisaje lunar para acoger el debut de Matthieu Blazy al frente de Chanel. Bajo una luna anaranjada suspendida sobre una pasarela espejada, las modelos avanzaron entre destellos plateados y reflejos cósmicos que anunciaban el inicio de una nueva era para la maison. El espíritu de la alta costura se mantuvo intacto, pero con una energía renovada, más libre y audaz, que reinterpreta los códigos clásicos de Coco y Karl desde una mirada contemporánea.

El desfile fue una sucesión de contrastes perfectamente orquestados: la pureza del blanco frente al magnetismo del negro, la textura del tweed enfrentada al brillo del satén o las plumas vaporosas. Blazy exploró la silueta femenina desde el movimiento, con faldas que flotaban como si desafiaran la gravedad y chaquetas estructuradas que evocaban la fuerza de una armadura ligera. El tweed, alma de Chanel, se reinventó en versiones amplias, con ribetes contrastados y botones joya, aportando un aire gráfico y casi futurista.

Los primeros looks jugaron con la sobriedad cromática: chaquetas en blanco y negro combinadas con faldas de raso, capas de volumen y guiños a la sastrería. Después llegó un estallido de color, con rojos encendidos, ocres y mezclas de texturas que parecían absorber la luz del “planeta” que presidía la escena. Las siluetas ganaron dramatismo gracias a plumas, bordados tridimensionales y tejidos que recordaban a la superficie rugosa de un cráter. Cada prenda parecía diseñada para flotar, como si las modelos caminaran sobre la Luna.

Blazy hizo evidente su dominio del equilibrio entre tradición y vanguardia. Recuperó el espíritu romántico de la maison, pero lo actualizó con volúmenes escultóricos y un sentido de modernidad serena. Los bolsos XL con formas curvas y las bailarinas de punta cuadrada añadieron una nota práctica dentro de este universo onírico. Incluso las piezas más elaboradas, como los vestidos de noche con capas asimétricas o los conjuntos de tweed oversize, mantenían una ligereza y naturalidad sorprendentes.

El resultado fue una colección que celebra la dualidad femenina: fuerza y delicadeza, estructura y fluidez, herencia y futuro.