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La vuelta a Praga en 80 cervezas
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La vuelta a Praga en 80 cervezas

Rubia, tostada o negra, pero siempre en jarras de medio litro. La cerveza -pivo, en checo- no es sólo un elemento básico de cualquier

Rubia, tostada o negra, pero siempre en jarras de medio litro. La cerveza -pivo, en checo- no es sólo un elemento básico de cualquier comida en la República Checa, sino también todo un símbolo de un país que, según los libros de historia, lleva bebiéndola desde hace casi mil años. No extraña, por ello, que en su capital, Praga, existan más de 1.500 cervecerías y que éstas se hayan convertido en la verdadera alma de la vida social y cultural de esta coqueta ciudad centroeuropea. Por ello, cuando uno pasea por sus calles cuajadas de referencias kafkianas, no es difícil encontrarse con ellas apostadas a la vuelta de cualquier esquina. Las hay discretas, sólo para lugareños, convertidas en auténticos templos para iniciados donde se valora más la calidad del dorado líquido que la ambientación del local. Otras son bulliciosos comedores donde además se puede -y se debe- llenar la andorga con rotundos platos de carne. Tampoco faltan las que se han visto abocadas al turismo por su estratégica situación en ese dédalo de calles primorosas que compone el centro de la ciudad.

En lo que coinciden unas y otras es en esas mesas corridas, donde nada más sentarse le servirán a uno la primera jarra sin necesidad de que la pida. Tampoco tendrá que molestarse en reclamar una segunda o una tercera, porque el camarero relevará la vacía por una nueva llena de cerveza fría si no se le dice claramente que ya no se quiere más. En algunas, incluso, existe un código de claves. Por ejemplo, dejar el mango de la jarra hacia el interior de la mesa es sinónimo de que se quiere una nueva ronda. Todo un mundo para ir alternando con las visitas al castillo que corona la ciudad desde un alto, con los paseos a la Plaza del Viejo Ayuntamiento, con las caminatas por el barrio judío y su abigarrado cementerio, con los recorridos por la popular Plaza de Wenceslao y, como no, con las idas y venidas por el Puente Carlos, lugar de obligado paso para todos, no una sino mil veces al día.

Sin duda, la cervecería más célebre de la ciudad es U Fleku (Vodickova, 20), muy cerca del romántico Teatro Nacional. A su cerveza negra la avalan más de quinientos años de historia y un sabor acaramelado muy característico fruto del peculiar sistema de obtención en el que no se filtra. El local es asaltado de vez en cuando por grupos de extranjeros, que acuden al reclamo de sus canciones interpretada por músicos vestidos como el soldado Svjek, ese quijotesco personaje nacido de la pluma del escritor checo Jaroslav Hasek. Es habitual tomar la cerveza acompañado de un copita de Becherovka, un licor local de reputada fama digestiva. También bulliciosa es U Kalicha (Na Bojisti, 12-14), en una zona menos turística de la ciudad, pero igual de frecuentada por extranjeros, sobre todos aquellos que sufren de la mitomanía. Porque en sus mesas fue donde precisamente Hasek creó al pacifista Svjek, como se encargan de recordar una y otra vez las paredes del local, repletas de caricaturas del soldado que recuerdan sus grotescas aventuras.

Todo lo contrario le ocurre a U Zlatého Tygra (Husova, 17). A escasos metros del Puente Carlos, por la puerta de esta cervecería -clásica entre las clásicas- los turistas pasan sin detenerse. Algo lógico dado el anonimato que reviste su entrada, sólo roto por el altorrelieve de un felino que nada dice a los visitantes de la ciudad. Sin embargo, su interior es todo un decálogo de lo que es una auténtica cervecería praguense. De hecho, aún sirve de lugar de reunión a parte de la intelectualidad checa que, codo con codo, comparte mesa y tenue bullicio con jóvenes capitalinos y ancianas mujeres que parecen haber encontrado en el dorado líquido el secreto de una vida longeva. Algo parecido le ocurre a U Cerného Vola (Lorentanské námestí, 1). Situada muy cerca del célebre Castillo que corona la ciudad, pocos son los viajeros -bendita ignorancia- que hacen un alto en ella para disfrutar de la espléndida cerveza Kozel que sirven. Ésta es, precisamente, su mayor atractivo, más allá de su espartana decoración o de los sencillos platos que salen de su cocina y que tienen como único objetivo saciar el hambre por unas pocas coronas a sus fieles clientes.

Más consistentes son los platos que sirven en U Medvidku (Na Perstyne, 7). Allí el reinado de la cerveza es asediado por los platos de cerdo en salsa de ciruela, de goulash con Knödel y de rotundas salchichas. Repleta al caer la tarde de jóvenes praguenses que preparan su asalto a la noche de la capital, sus paredes han visto pasar ya cinco siglos de historia. No está mal si se tiene en cuenta la importante competencia de una ciudad que se debe recorrer en ochenta cervezas… buen provecho.

Guía Práctica
Cómo llegar. Smart Wings (www.smartwings.net Tel. 902 15 84 68), compañía de bajo coste que vuela a Praga desde Madrid, Palma de Mallorca, Ibiza, Málaga, Gerona y Barcelona.
Dónde dormir. El Hotel Mandarin Praga (Nebovidská 459/1. Teléfono: +420 233 088 888. (www.mandarinoriental.com/prague) es un establecimiento de gran lujo con 99 habitaciones abierto hace sólo unos meses. Ocupa una antiguo monasterio estratégicamente situado en el barrio de Malá Strana.
Dónde comer. Restaurante Essensia (Hotel Mandarin Oriental. Nebovidská), su carta conjuga platos de la cocina europea de compleja elaboración con la sencillez de la que hacen gala en la cocción otros asiáticos.
Transporte público. Tanto el metro, que cuenta con tres líneas, como el tranvía son eficientes y rápidos. Los billetes se compran en las estaciones de metro y estancos, pero no en los tranvías, y conviene estar pendientes al tiempo de validez del mismo para evitar costosas multas. También hay autobuses turísticos y empresas de alquiler de bicicletas (Dlouhá, 24. www.prahabike.cz) que informan sobre varias rutas para recorrer la ciudad a pedales.
Más información. www.welcome-to-prague.cz (guía de Praga en varios idiomas, entre ellos el español).

Rubia, tostada o negra, pero siempre en jarras de medio litro. La cerveza -pivo, en checo- no es sólo un elemento básico de cualquier comida en la República Checa, sino también todo un símbolo de un país que, según los libros de historia, lleva bebiéndola desde hace casi mil años. No extraña, por ello, que en su capital, Praga, existan más de 1.500 cervecerías y que éstas se hayan convertido en la verdadera alma de la vida social y cultural de esta coqueta ciudad centroeuropea. Por ello, cuando uno pasea por sus calles cuajadas de referencias kafkianas, no es difícil encontrarse con ellas apostadas a la vuelta de cualquier esquina. Las hay discretas, sólo para lugareños, convertidas en auténticos templos para iniciados donde se valora más la calidad del dorado líquido que la ambientación del local. Otras son bulliciosos comedores donde además se puede -y se debe- llenar la andorga con rotundos platos de carne. Tampoco faltan las que se han visto abocadas al turismo por su estratégica situación en ese dédalo de calles primorosas que compone el centro de la ciudad.