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Crónica 7. 10 de agosto de 2013
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SEGUNDO VIAJE AL EXTREMO AL ESTE DE EUROPA CONTINENTAL

Crónica 7. 10 de agosto de 2013

DE VIAJE Esta mañana, a las 8 horas he arrancado. Quería recoger unas cosas en San Sebastián y luego tratar de llegar los más lejos posible, no

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DE VIAJE

Esta mañana, a las 8 horas he arrancado. Quería recoger unas cosas en San Sebastián y luego tratar de llegar los más lejos posible, no conduciendo más de 12 horas.

El día ha sido relativamente cómodo. No hacía demasiado calor y los franceses ya casi han acabado la autopista de Bordeaux. Es de tres carriles hasta unos 50 kilómetros antes de la ciudad y tiene casi tantos peajes por kilómetro como la R2. Se circula estupendamente. A partir de Niort ha empezado a haber una circulación muy cargada y ya eran más de las siete, así que he optado por recogerme. Un Hotel Ibis a pie de autopista es lo mejor cuando vas solo, de estricto paso y quieres tener el coche a la vista.

Habré hecho unos 920 kilómetros desde casa. He parado varias veces a hacer compras, incluso en un Leroy Merlin en Bordeaux, así que no solo he conducido. El coche, un modesto RAV 4, va razonablemente cómodo a pesar de arrastrar el remolque con las dos motos e ir cargado con la enorme cantidad de material con la que lo he rellenado.

He llegado a San Sebastián, por la autopista de Vitoria. Es un recorrido precioso. Me he parado en una gasolinera Repsol, más o menos a mitad de camino. He hecho varias compras y he querido lavar el coche, que andaba con algo de barro y polvo de la última salida al campo. En la gasolinera había un sistema de limpieza a presión, idóneo ya que yo iba con el remolque y no podía entrar en ningún túnel de lavado.

Cuando he aparcado el coche y me he dirigido a la máquina, he comprobado que era un dispositivo algo más complejo de lo normal. Tenía hasta tres mangueras distintas. He buscado las instrucciones y lo único que entendía era “€” y “llanta”. El texto estaba todo en euskera y sin un solo dibujito que me permitiera interpretar algo. He buscado las instrucciones en castellano y no las he encontrado. Había otra máquina y he pensado que me había colado en la abertzale y habría otra para el resto, pero no. Todo estaba solo en euskera. He metido mi euro y no lo habré hecho bien. Allí no pasaba nada, así que he ido a buscar al empleado de la gasolinera. Han venido dos. Como siempre en Euskadi, excepcionalmente amables. Me han puesto en marcha la máquina, mientras uno de ellos le explicaba al otro como funcionaba. Cuando aquello ya marchaba les he dicho, “Oiga yo soy catalán, así que el hecho de que todo esté en euskera, me parece perfecto, pero ¿por qué no está también en castellano? ¿Hay que saber euskera para lavar en coche en un estación de servicio Repsol?”. Respuesta del mayor de los dos, que era el que parecía conocer menos cómo funcionaba la máquina: “Hay que joderse. ¿Es que no lo tenéis vosotros todo en catalán?”. No he sabido que responder. He de reconocer que cuando voy a Barcelona leo las cosas y no me entero de si están en castellano o catalán. Así que he preferido dar la polémica nacionalista por cerrada y dedicarme a lavar el coche.

Tras el incidente he viajado unos 500 kilómetros y me he dedicado a pensar en lo ocurrido.

¿Cómo interpretar que en una gasolinera de Repsol, en una autopista de peaje en Euskadi, en una zona de circulación de grandes masas de vehículos no solo españoles sino sobre todo extranjeros, la máquina de limpieza tuviera las instrucciones solo en euskera?

No es una gasolinera de barrio, propiedad de dos amigos. Lo es de una de nuestras grandes enseñas, que se supone tendrá unos protocolos de actuación en sus instalaciones o franquicias, así que esto no puede ser un error.

¿Qué está ocurriendo en lo que va quedando de España? ¿Por qué no somos capaces, unos y otros, de reconocer nuestra realidad y aceptar que la diversidad cultural e idiomática que nuestra historia nos ha dado es un premio y no un castigo? ¿Por qué no somos capaces de hacer cohabitar en este país, culturas con tanto en común, como la castellana, la catalana o la vasca?

Nuestras culturas son perfecta, natural y amablemente compatibles. Es nuestra vanidad, la de todos y especialmente la de algunos políticos, la que no cabe en el País.

Confío que la poca gente sensata que aún queda por aquí, decida un día dedicar su inteligencia, a encontrar un mecanismo que facilite la convivencia natural de tanta riqueza cultural.

Y confío en que pronto, ningún ciudadano de este País, poco importa si se trata de un catalán en Euskadi o de un madrileño en Catalunya, tenga necesidad de un traductor para, por ejemplo, poder lavar su coche.

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