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Crónica 13. 17 de agosto de 2013
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SEGUNDO VIAJE AL EXTREMO ESTE DE EUROPA CONTINENTAL

Crónica 13. 17 de agosto de 2013

UKHTA Hoy hemos conducido de nuevo todo el día. El problema de esta aventura es lo lejos que está. Llegar a Ukhta desde Madrid, significa hacer tantos

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UKHTA

Hoy hemos conducido de nuevo todo el día. El problema de esta aventura es lo lejos que está. Llegar a Ukhta desde Madrid, significa hacer tantos kilómetros como para haber cruzado el Atlántico

Las carreteras están algo mejor que el año pasado. Los tramos de obras son igual de caóticos hay menos zonas en obras. Llegamos a Ukhta al mediodía, después de tener que hacer 300 kilómetros más de los previstos. El Tom-Tom del coche nos decía los kilómetros que faltaban hasta donde él tenía cartografía, que se acababa a 300 km de Ukhta, así que unos cientos de kilómetros más como fin de fiesta.

Llegamos a Ukhta y buscamos el mismo hotel que yo había utilizado el año anterior y no hubo problemas a partir del momento en que hablamos con el dueño. Las recepcionistas en los hoteles rusos, y es que ya van muchos, son monísimas pero natural estúpidas y no hablan, al menos en esta zona absolutamente nada de inglés. Te miran con desprecio, como si esperaran alguna barbaridad, tal vez eso les ocurra, y te tratan como si estuvieras pidiendo una subvención a un ministerio…

El dueño que parecía acordarse de mi viaje del año anterior, facilitó las cosas. Hablamos en ingles con él por teléfono y convino a nuestras peticiones. Podíamos tomar una habitación para dejar los cachivaches y aparcar el coche en el patio trasero del hotel, a lo en principio la princesita de recepción se había negado tajantemente.

Serían las 4 de la tarde del sábado y Tarek propuso salir de inmediato.

En un signo de insensatez impropio de mi edad, cedí a la presión de Tarek de salir inmediatamente. Habíamos perdido dos días en la frontera y había que recuperarlos.

La habitación era tan pequeña que tuvimos que invadir el pasillo del hotel para preparar el material.

Íbamos a iniciar un viaje en moto de más de mil kilómetros, que parecía no haber sido hecho nunca antes por nadie, que llevábamos preparando meses, y ahora salíamos precipitadamente para ganar unas tres horas de luz y asegurarnos un inevitable vivac. Bueno, pues así lo hicimos.

Creímos estar listos a las 18 horas.

La primera parte del viaje es un trayecto, Ukhta-Pechora, son unos 320 kilómetros de los que 70 son un carretera y el resto una pista infernal, de la que yo pude recorrer solo unos 30 kilómetros con mi BMW Adventure, el año anterior. Justo a la entrada de la pista hay una gasolinera, así que necesitábamos gasolina para unos 250 kilómetros. Estas motos gastan unos 7 litros. Cargadas, con mucho barro, podrían gastar algo más. Eran necesarios unos 20 litros por moto. Los depósitos originales son de unos 7 litros. Nosotros ya habíamos instalado depósitos más grandes, pero no pasábamos de los 14 litros en la moto que más. Durante mi viaje cruzando Europa, yo había ido coleccionando botellas de Coca-Cola para ese momento. Así que cogimos las botellas que necesitábamos y nos fuimos a la gasolinera, acompañados por un taxista que habíamos contratado para que nos dejara a la salida de la ciudad, en dirección a Pechora.

El después de repostar vimos que le taxista se había ido. No nos había pedido más dinero, por hacerle perder el tiempo en la gasolinera. Simplemente se había ido y nos había dejado en una ciudad que no conocíamos y sin saber hacía adonde ir para encontrar la pista hacía Pechora. Todo iba sobre ruedas. Un romano hubiera vuelto al hotel y hubiera pedido a sus dioses, durante la noche, un inicio más favorable. Nosotros seguimos. Tarek ya sugería salir al día siguiente, pero yo ya me había calentado así que estaba decidido a empezar. Conocía algo la ciudad y además le había instalado a la moto de Tarek el GPS que llevaba en la BMW, que tenía una tarjeta de memoria con cartografía rusa. Así conseguimos salir de la ciudad y encontrar la carretera. Además yo iba recordando cosas, lo que nos permitía avanzar con relativa confianza.

Llegamos sobre las 20 horas a la última gasolinera que hay antes del inicio de la pista. Rellenamos los 4 litros que cada moto había gastado en el trayecto y nos adentramos, ya casi de noche en la pista. Un infierno, como el año anterior, pero esta vez iba con una moto de 120 kilos, que cargada debía pesar 150 kilos. Justo la mitad que el año anterior, además los neumáticos de estas motos son mucho más agresivos, tiene mucho más taco y te sacan de cualquier apuro.

Era ya casi de noche, pero reconocí el lugar donde me arranqué el tríceps el año anterior. Unos kilómetros más adelante encontré el lugar donde había decido abandonar. Amargos recuerdos por unos instantes, pero había que volver a concentrarse en la pista. Ya era noche cerrada. La espesa vegetación que rodea la pista, no permitía la entrada de la luz, procedente de una Luna que asomaba en el horizonte. Había que parar y preparar un vivac. Esa nocturna no tenía sentido.

Preparamos el vivac, un poco alejados de la pista. Los mosquitos nos devoraban. Yo llevaba un sombrerito y una malla antimosquitos, que Tarek había rechazado. Así que tuvo que ponerse repelente de inmediato. No obstante, ni el repelente, ni la malla eran suficientes. Aquellas bestias voraces, nos picaban a través de la ropa. Cenamos un poco, revisamos el material, las motos y a dormir.

Mañana trataríamos de seguir por la pista hacia Pechora. En cualquier caso ya había llegado algo más lejos que el año anterior y tenía buenas sensaciones.

UKHTA

Gasolina
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