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Paraísos fiscales: el dinero negro no es la única razón para visitarlos
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Paraísos fiscales: el dinero negro no es la única razón para visitarlos

Esconder el dinero que le sobra en un colchón no tiene nada de glamuroso; hacerlo bajo la sombra de las palmeras del Caribe, sí.

Foto: Foto: I.C.
Foto: I.C.

Esconder el dinero que sobra en un colchón no tiene nada de glamuroso; hacerlo bajo la sombra de las palmeras del Caribe, sí. Pero los paraísos fiscales más exóticos del mundo tienen otras cualidades, además de bajos impuestos y poca transparencia económica. De hecho, algunos ofrecen una experiencia viajera de primera. Te los descubrimos.

LA ISLA DE 'JUEGO DE TRONOS'

No hace falta ir muy lejos, ni siquiera invertir muchas horas de viaje: a un paso de casa nos guardan la fortuna. Como no tenemos ánimo de polemizar, vamos a olvidarnos de peñones reclamados sin éxito y de cities de relucientes rascacielos, para fijarnos en otros lugares donde también el inglés es la lengua madre: esas islas brumosas que ninguno conocemos y que ubicamos de mala manera en algún punto alrededor de Gran Bretaña. En todas ellas -las del Canal (que son Jersey y Guernsey), y en la de Man-, se conduce por la izquierda, hay buenos pubs y, aunque en cierto modo se encuentran bajo tutela británica, tienen tradiciones y modos de vida muy distintos a los de la metrópoli.

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El ejemplo más viajero está en la Isla de Man: allí, basta con ver los rebaños de loaghtan -un cordero con cuatro cuernos- pastando a los pies de las ruinas vikingas de Douglas, para sentirse más cerca de Juego de Tronos que del sofisticado paraíso financiero que es: en la isla no se cobran impuestos sobre el patrimonio, sobre actos jurídicos documentados o sobre la herencia, y el impuesto sobre la renta tiene un gravamen máximo de 20%. Ah, y lo más importante: la cerveza de la isla, la Heron and Brealrley, merece por sí sola el viaje.

ENTRE NIEVES

Hay países al lado de casa a los que apenas ponemos cara y situamos con dificultad en el mapa a no ser que la selección de fútbol tenga que viajar hasta él. Es el caso de Liechtenstein, un valle alpino empotrado entre Suiza y Alemania que no solo es uno de los países más pequeños del mundo con apenas ciento sesenta kilómetros cuadrados sino, también, uno de los más activos centros económicos del mundo. Más de setenta mil compañías -un número mayor que el de habitantes- están establecidas en el Principado, cuyo príncipe es una de las mayores fortunas del mundo y su familia, propietaria del banco más importante.

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El número tan alto se explica no tanto porque sea un paraíso fiscal -que lo fue en su época: no todo el mundo está de acuerdo en que lo siga siendo- si no porque, desde entonces, ha quedado en el pequeño país toda una infraestructura bancaria tan avanzada que, además de un refugio para inversores de todo tipo, le han convertido en el país más rico del mundo en términos de paridad de poder adquisitivo. Y ya que estamos aquí estudiando fórmulas de inversión y productos financieros para arcanos, darse un chapuzón de arte contemporáneo en el Kunstmuseum Liechtenstein de Vaduz o subir a esquiar a Malbun o Steg nos aclarará la cabeza y ayudará a tomar la decisión correcta: seguro.

SE VA EL CAIMÁN

La parte 'paraíso' de la expresión paraíso fiscal -en inglés es 'cielo'- tiene mucho que ver con lo que aguarda al precavido en esta esquina caribeña, poco dada a la publicidad. El archipiélago de las islas Caimán lo forman tres islas -Grand Cayman, Cayman Brac y Little Cayman- y fue, desde su descubrimiento en el siglo XVI un paraíso -de los de verdad-para los piratas y bucaneros que hacían la vida imposible a la Armada española, refugiados de la Inquisición y rebeldes ingleses,pueshasta entonces estuvieron deshabitadas.

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Y la verdad es que a casi aquellos años se remonta su tradición de paraíso fiscal: a finales del siglo XVIII, cuando una flota de diez barcos ingleses naufragó en los arrecifes y el rey Jorge recompensó a los habitantes -por no saquear los barcos y rescatar a los náufragos- con no hacerles tributar nunca a la Corona... y hasta hoy, en que las islas Caimán son el país más próspero del Caribe -y el 14º del mundo en términos de PIB per capita según la CIA- gracias a un régimen donde no se tributa directamente por nada, si no únicamente mediante impuestos indirectos: una tasa que oscila entre el 5% y el 29,5% sobre cualquier artículo importado, con algunas excepciones como libros, cámaras fotográficas o leche infantil...

Aspectos económicos sobre los que reflexionar a la sombra de una palmera, y con un cóctel en la mano, en cualquiera de los excelentes resorts, restaurantes y beach bars que se asoman a la Seven Miles Beach, una playa de casi diez kilómetros en Gran Cayman y que, por sí misma, es un destino turístico de primer orden, cuyas villas privadas se cambian de manos por millones de dólares.

Esconder el dinero que sobra en un colchón no tiene nada de glamuroso; hacerlo bajo la sombra de las palmeras del Caribe, sí. Pero los paraísos fiscales más exóticos del mundo tienen otras cualidades, además de bajos impuestos y poca transparencia económica. De hecho, algunos ofrecen una experiencia viajera de primera. Te los descubrimos.

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