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Cuatro lugares cercanos a los que escaparte este puente
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Cuatro lugares cercanos a los que escaparte este puente

Vamos a cruzar al otro lado como si la distancia que nos separara de estos destinos fuera el Sena, aunque esta vez no vayamos a París. Ponemos los pies en Burdeos, Oporto, Bermeo y Essaouira.

Foto: San Juan de Gaztelugatxe. Foto: Euskadi Turismo
San Juan de Gaztelugatxe. Foto: Euskadi Turismo

¿Un puente? Vamos a cruzar al otro lado como si la distancia que nos separara de estos destinos fuera un Sena, aunque esta vez no nos vayamos a París. Hemos recalado en otras costas más o menos urbanas y con más o menos mar. La primera es Burdeos, a la que llegamos con ganas de vino y tras la pista de una lechera (la de Goya), que aquí murió nuestro pintor. La segunda es Essaouira, para quitarnoslas ganas de mar aquí donde el Atlántico se hace marroquí y el Edén parece solar degaviotas. La tercera, Oporto, porque a la capital del norte de Portugal hay que tocarla para creer; no basta la fe. Y la cuarta,un rincón marítimo patrio con vocación de isla, San Juan de Gaztelugatxe, en Bermeo (Vizcaya), un prodigio de la naturaleza con ermita por el que es difícil no sentir devoción. Nosotros lo adoramos.

BURDEOS, MUCHO MÁS QUE VINO

Una urbe declarada Patrimonio de la Humanidad con razón, porque como conjunto urbano es excepcional. No solo por la torre de Pey-Berland y la catedral de Saint André, sino por toda ella. Por el barrio mestizo deSaint-Michel,sus mercados y aromas de especias;por el Gran Teatro y aledaños, plagados de palacetes y tiendas de lujo;por Saint-Pierre, que es el mejor puertodonde tomar tierray ser gastrónomo de manual, o por Les Chartrons, que fue feudo de vinateros y lo es de anticuarios. Lo mejor es patearlo, vivirlo a bordo de una flamante bicicleta (hay bici-taxis, Happy-Moov) o subirse al mítico tranvía siguiendo el curso del Garona, y luego cruzar el puente de piedra y sumergirse en su margen derecha.

Lo de sumergirse va con segundas, porque la capital de la histórica Aquitania es puerto fluvial para embarcarse rumbo a los viñedos bordeleseses, de Saint-Emilion a Sauternes. Y además esto: tocado por la varita mágica del vino (60 denominaciones de origen) y el arte, porque aquí murió nuestro Goya y aquí están Monet, Matisse, Picasso y Delacroix. Hay hasta once museos, empezando por el de Bellas Artes y terminando en el de arte contemporáneo, el CAPC, un antiguo almacén de productos coloniales, sin olvidar la casa señorial Hôtel Lalande (1779), que es el Museo de las Artes Decorativas y el Diseño.

Para dormir: en el fabuloso pueblo de Saint-Emilion, a solo 50 kilómetros, el château Grand Barrail. A veces, y esta es una, hay que tirar la casa por la ventana.

No te olvides: visitar un château, apuntarte a una cata (en la Escuela del Vino en el mismo Burdeos)o auna velada vinícola.

ESSAOUIRA, EL REINO AMURALLADO DE LAS GAVIOTAS

Una vez en Marruecos, tal vez tengas que elegir (ojalá no) entre adentrarte en los vericuetos del Atlas, esa cordillera donde uno puede familiarizarse con el infinito, o buscar una salida en el mar, y en este último casoharás bien en llamar a la puerta de Essaouira. No hay mejor recibidor para el Atlántico que este rincón marroquí que fue fenicio, cartaginés, romano y aun bizantino y portugués, donde el aire huele mejor ylas gaviotas, tantas, parecen derrochar sufelicidad. En Essaouira te gustará hasta estar encerrado entre murallas, cuando hayas asimilado el dulce trago de las bellas vistas de la medina, Patrimonio de la Humanidad, asomándose a esteocéano que se hace orilla en una playa inmensa.

La ciudad portuaria le dará al viajero occidental justo lo que quiere: laberinto de callejuelas, talleres de artesanía agrupados por gremios, cafés con encanto en plazas bulliciosas y típicas, té con menta, una de sardinas recién pescadas en el puerto y al peso, dromedarios, galerías de arte y el preciado aceite de Argán. La antigua Mogador sigue siendo un destino ‘desconocido’ entre comillas: no es Fez ni Marrakech, y rivaliza en belleza con la azulísima Assilah, siendo como es un pueblo de pescadores monumental. Aquí militó Jimi Hendrix (y se inspiró para su Castles made of sand) e inclusoOrson Welles, que rodó su Othello, y fue irremediablemente hippie en los sesenta. Te recordará a la gaditana Tarifa por el viento que se empeña en soplar y también por los surferos que acuden a la llamada de las olas. Esla ciudad de Astapor en la serieJuego de tronos.

Para dormir:el Heure Bleu Palais, a la altura de la ciudad.

No te olvides: el restaurante artístico Caravane Café, y si esperas a junio, podrás vivir el Festival de Música Ganoua (de los esclavos del África Negra) y de Músicas del Mundo.

OPORTO: COMER, BEBER, LEER, AMAR

Tendrás que estar allí y tocarla para creértela. Es tan portuguesa que sudasaudade o el verso de Pessoa por la misma piel por la que discurre el Duero (imprescindible toda la Ribera con sus puentes) y los ríos de vino, de bodega en bodega y sin parar. Ella conseguirá hasta que te olvides de lo enamorado que estabas de Lisboa, con su pasión por el arte, la fiesta y el buen vivir. También es Patrimonio de la Humanidad (y ya van tres) con un enclave geográfico de los de querer pintar. Para la librería Lello e Irmao (Rua de Carmelitas, 144) no hay palabras, por su belleza antigua y tanmágica(fue escenario, cómo no, de la segunda entrega de Harry Potter).

Tampoco se encuentran fácilmente las palabras para la estación de Sâo Bento, con sus miles de azulejos (los encontrarás también en las iglesias y en la catedral) contando la historia de Portugal, ni para las tripas y la francesinha, comida enrevesada (embutidos y carne sobre pan, queso gratinado y salsa picante) y típica, que te servirán, por ejemplo, en el Café Santiago (Rua Passos Manuel, 226), o las queijadas do Porto, en cuestión de dulces. Aquí también, como en Lisboa, parten el bacalao, mucho, y sacan a pasear aún un tranvía de los que han hecho historia: el número 1, quepromete viaje con olor a madera hasta el océano. Y si la capital del Tajo tiene el café mítico A Brasileira, la del Duero tiene el románticoMajestic (Rua de Santa Catarina, 112).

Para dormir:el lujoso hotel Yeatman, dedicado al vino. Si buscas algo más asequible, el indescriptible y bohemio Gallery Hostel (fue la casa de una baronesa)

No te olvides: de subir a lo alto de la Torre dos Clérigos (lasimpresionantes vistas te compensarán porlos 200 contados escalones) y cruzar el puente de Don Luis I para ver la ciudad en todo su esplendor decadente y vanguardista a la vez.

SAN JUAN DE GAZTELUGATXE: UN ISLOTE POR EL QUE SENTIR DEVOCIÓN

Este ‘castillo de roca’ (como se llama en euskera)tiene el perfil de la muralla china, salvando las longitudes y distancias, porque este islote comunicado con la tierra por un puente de piedra que se desdibuja en 241 también contados escalones está en plena costa vasca, entre las localidades de Bakio y Bermeo. A este santuario marítimo en todos los sentidos hay que ir en plan peregrinación, no porque nos espere en lo alto de la peña una ermita igualmente pintoresca, sino porque ante semejante paisaje sobre el Cantábrico, que lo bordan acantilados, arcos y pasadizos, solo se puede sentir devoción.

Es tierra y mar de leyendas, espíritus, brujas (aquí hubo aquelarres) y piratas (en el siglo XVI fue atacado por Sir Francis Drake y sus corsarios): hay campana para tocar, tres veces y un deseo, según manda la tradición. Los barcos del bonito que salen a faenar hacen su particular ritual para que el santo les dé suerte. Puedes hacer parada y fonda en el restaurante Eneperi(Barrio San Pelayo, 80, Bakio), que es un caserío de 1816, que tampoco está mal, y panorámicade aúpa.

Para dormir:el hotel-apartamento rural Atxurra, en Bermeo, dentro de la Reserva Natural de Urdaibai.

No te olvides: merece la pena ir a pie desde el casco viejo de Bermeo. Es un trayecto de diez kilómetros que, si sale el sol, puede concluir con un chapuzón como final feliz.

¿Un puente? Vamos a cruzar al otro lado como si la distancia que nos separara de estos destinos fuera un Sena, aunque esta vez no nos vayamos a París. Hemos recalado en otras costas más o menos urbanas y con más o menos mar. La primera es Burdeos, a la que llegamos con ganas de vino y tras la pista de una lechera (la de Goya), que aquí murió nuestro pintor. La segunda es Essaouira, para quitarnoslas ganas de mar aquí donde el Atlántico se hace marroquí y el Edén parece solar degaviotas. La tercera, Oporto, porque a la capital del norte de Portugal hay que tocarla para creer; no basta la fe. Y la cuarta,un rincón marítimo patrio con vocación de isla, San Juan de Gaztelugatxe, en Bermeo (Vizcaya), un prodigio de la naturaleza con ermita por el que es difícil no sentir devoción. Nosotros lo adoramos.

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