Las elecciones demostraron que Teruel sí existe: cinco spots que no te puedes perder
Lo han dicho las urnas y lo decimos nosotros. Cuando estés en Albarracín, Cantavieja, Valderrobres o Calaceite, o incluso en la propia capital, sabrás por qué esta tierra tiene todas las de ganar
Las elecciones generales han puesto a esta tierra en el mapa. Allá en el contundente Aragón y no lejos del mar y la ansiada playa. Teruel existe, por supuesto, y ahora hasta en las Cámaras Alta y Baja. Pero es que Teruel es mucho Teruel. Aquí es donde suenan los tambores de Calanda, la patria de Buñuel; donde está el increíble y romántico a más no poder Albarracín -solo el (maravilloso) olvido ha podido conservar un pueblo así-; donde te toparás con Cantavieja, un pueblo de cine, y todo el Maestrazgo; o con Calaceite, que es el Cadaqués de Aragón, con Vargas Llosa y García Márquez en vez de Éluard y Dalí. Por no hablar de la capital, que también tiene lo suyo, o de Rubielos de Mora, tan monumental como su reverso, Mora de Rubielos, y un largo etcétera. Estos son cinco spots que demuestran que Teruel, como Soria o Zamora, otras grandes olvidadas, también existe.
1. El Maestrazgo, comarca de cine
No hay tierra más perdida y más evocadora que esta, el Maestrazgo, compartido con Castellón, capital Cantavieja, llenito de piedras centenarias: castillo (lo que queda, el Calvario), plaza porticada, iglesias, ermitas, casas solariegas... Y no es el único, son muchos. Aquí están también Alcañiz (con parador), el amurallado Mirambel (escenario de 'Tierra y libertad', de Ken Loach), Tronchón (de donde el queso que ya citó Cervantes en el Quijote) o La Iglesuela del Cid, donde termina el Camino del Campeador. Estamos ya a más de 1.200 metros sobre el nivel del mar.
2. Albarracín, el pueblo más bonito (o casi)
Albarracín es un pueblo increíble. Por bello, por improbable, por felizmente conservado. Con un color que a uno se le escapa, como si fuese único (un rojo llamado rodeno, que se lo da la arenisca), ejemplos todos los que quieras de arquitectura popular, casas colgadas sobre la hoz del río que lo hacen la Cuenca de Teruel y que no dejarás de fotografiar, y con sorpresas como la Casa de la Julianeta, que no olvidarás. Dicho esto, no te pierdas sus caserones nobles, su plaza Mayor, su catedral, el alcázar, el palacio espiscopal y sus torres de aparejo musulmán.
3. El Cadaqués de Aragón
Y no lo decimos ahora por Luis Buñuel, que nació en Calanda, donde los tambores, sino por el escritor chileno José Donoso, que cayó rendido a los encantos de Calaceite, en la comarca de Matarraña, más al norte, entre Aragón y Cataluña, por lo silencioso de su belleza. Hasta el punto que compró tres casas del siglo XVII, las arregló y se quedó a vivir con su mujer y su hija. Su presencia atrajo, cual Dalí (salvando las distancias), a los autores del boom latinoamericano: García Márquez, Vargas Llosa, Bryce Echenique, Jorge Edwards, pero no solo: también a los integrantes de la 'gauche divine' barcelonesa, o sea, Gil de Biedma, Goytisolo (José Agustín), Marsé, Barral y compañía.
Y aún sigue siendo un parnaso: abundan los pintores, artesanos, escritores. Aquí también rodó Vicente Aranda su 'Libertarias' (1996). No es de extrañar recorriendo sus calles, viendo su plaza, su iglesia barroca, la Balsa donde se recogía el agua de la lluvia y se criaban peces, la torre que integró la muralla... Y lo mismo le pasa a Valderrobres, al que se accede por un puente medieval, de magnifica estampa, y con patrimonio para aburrir.
4. Teruel, la (bella) ciudad de los amantes
Aquí lo que reina es la pasión, no ya de los famosos amantes (Isabel y Diego, nuestros Romeo y Julieta), que yacen en el mausoleo de Juan de Ávalos, sino la que te desatarán sus fantásticas torres mudéjares, su proverbial plaza con nombre ad hoc, la del Torico, con una casa azul modernista (y hay más) que reinará en tu Instagram, y hasta aljibes que se pueden visitar; la catedral con sus pinturas islámicas y todo lo demás; la soberbia Escalinata, esta ya neomudéjar, de los años veinte, que es Teruel cien por cien; el acueducto de los Arcos y, por supuesto, los bares donde darle al producto turolés por antonomasia, el jamón (Pura Cepa Vermú, La Barrica, Ambigú,, que es 'jamonbar'...). Imprescindible también el paseo por el Turia, el río.
5. Hoteles con encanto para desconectar
En La Fresneda, junto a Valderrobres, Matarraña, hay un convento de 1613 que ahora es hotel, El Convent (desde 80 euros), con suelos de barro cocido o baldosas hidráulicas, techos abuhardillados con revoltón aragonés, alcobas como las de antes y un patio acristalado 360 grados que deja ver la nave central de la vieja iglesia. En esta misma comarca, en Monroyo, está ya un imprescindible en esto de los alojamientos, el Consolación (A Delicious Hotel & Restaurant), que es un hotel de lujo poco convencional de cubos con vistas infinitas, bañeras románticas, chimenea privada, naturaleza en estado puro y gastronomía de kilómetro 0 (sic).
En Calaceite, el hotel del Sitjar, una casa solariega del siglo XVIII en la plaza (desde 85 euros). En Teruel ciudad, el Gran Hotel Botánicos (desde 75 euros), más úrbano él, en pleno centro histórico, entre la vega del Turia y los muros de la ciudad medieval, junto a los Jardines Botánicos, claro. Y el Parador (desde 85 euros), que no falte, un palacete a las afueras de la ciudad inspirado en el estilo mudéjar.
Las elecciones generales han puesto a esta tierra en el mapa. Allá en el contundente Aragón y no lejos del mar y la ansiada playa. Teruel existe, por supuesto, y ahora hasta en las Cámaras Alta y Baja. Pero es que Teruel es mucho Teruel. Aquí es donde suenan los tambores de Calanda, la patria de Buñuel; donde está el increíble y romántico a más no poder Albarracín -solo el (maravilloso) olvido ha podido conservar un pueblo así-; donde te toparás con Cantavieja, un pueblo de cine, y todo el Maestrazgo; o con Calaceite, que es el Cadaqués de Aragón, con Vargas Llosa y García Márquez en vez de Éluard y Dalí. Por no hablar de la capital, que también tiene lo suyo, o de Rubielos de Mora, tan monumental como su reverso, Mora de Rubielos, y un largo etcétera. Estos son cinco spots que demuestran que Teruel, como Soria o Zamora, otras grandes olvidadas, también existe.