¿Trataríamos igual a Kanye West si se desnudase como lo hace Kim Kardashian?
La socialite no duda en mostrar su exuberante anatomía en Instagram cada vez que puede y el resultado suele ser un aluvión de críticas despiadadas sobre la idoneidad de lo que hace
¿Qué problema hay? ¿Por qué molesta tanto? Ciento veinte millones de personas siguen las andanzas tecnológicas de Kim Kardashian. Nos guste o no, su día a día se ha convertido en una especie de religión para sus seguidores, a quienes les da exactamente igual que su diosa se hiciese famosa por filtrar un vídeo pornográfico de ella manteniendo relaciones sexuales con el que era su novio en aquel momento. De aquel escándalo han pasado ya once años y ahora Kim puede presumir de haber creado un auténtico imperio millonario del que se ha nutrido toda su familia.
Ahora bien, Kim Kardashian no ha ocultado nunca que utilizó su cuerpo y su sexualidad para llegar a lo más alto. En una sociedad en la que la delgadez extrema era sinónimo de éxito, Kimberly Noel Kardashian (su nombre de pila) decidió que su mejor baza era su trasero. Con los pómulos bien marcados, un escote prominente, cintura de avispa y un derrière que crecía conforme su fama iba aumentando, la ahora diseñadora tenía claro que su cuerpo era su mejor baza. Y acertó. Así lo confirma el hecho de que su última fragancia se venda en un envase que es un molde exacto de su silueta.
Aunque no hay datos oficiales al respecto (más que nada porque sería un arduo trabajo que no le desearíamos ni al peor de los becarios), de las casi 5.000 publicaciones que Kim Kardashian tiene en su Instagram, más de la mitad corresponden a posados exuberantes. Topless, belfies, free the nipples… Algunos han sido captados en la intimidad de su baño (el cuarto favorito para hacerse fotografías del clan Kardashian) y otros corresponden a campañas publicitarias por las que se embolsa millones y millones de dólares. La contrapartida de esta exposición anatómica de Kim es que recibe los mismos millones de críticas. ¿El motivo?
Es curioso observar cómo a los detractores de Kim Kardashian no les molesta asistir al desfile de alas lenceras de la firma Victoria’s Secret. Alaban esos cuerpos y esos modelitos imposibles que Kendall Jenner (mira tú por dónde, hermana de Kim) y compañía lucen con gracia y salero. ¿Es por su cuerpo? ¿Por sus curvas? ¿Porque simple y llanamente cae mal? La mayoría de los haters que la acusan de exhibicionista suelen esgrimir dos razones. La primera es que es madre y la segunda que es mujer. Tal cual. Creen que una mujer no debe enseñar su cuerpo y mucho menos si tiene hijos que puedan ¿escandalizarse?
Al margen de cuestiones éticas, morales o religiosas que estos haters puedan tener, lo que está claro es que esto no pasaría si fuese Kanye West el que se lanzase a la piscina y comenzase a subir imágenes de su cuerpo como Dios (o quien quiera que sea) lo trajo al mundo. Nadie se escandaliza cuando Andrés Velencoso comparte una instantánea en la que presume de abdominales y enseña parte de su vello púbico tirando ligeramente de su calzoncillo con la mano. Nos gusta, nos parece sexy y hasta le instamos a que lo haga más a menudo. ¿Qué diferencia hay entre él y Kim?
Quizá es porque el modelo español no es padre. ¿Y si lo fuera? ¿Sus hijos no podrían escandalizarse igualmente? Puede también que a Kim no le pasemos ni una porque desmontó el mito de que solo llegan a lo más alto los que tienen estudios y buen gusto. Ella no tiene ni lo uno ni lo otro y no hay escondite en el mundo en el que no se haya pronunciado alguna vez su nombre.
Puede que el problema sea que Kim ha sido la primera mujer que, en la era digital, ha decidido explotar su cuerpo y mercantilizarlo. Ella y no otros. Kim decide cómo, dónde y cuándo. Kim no permite que nadie cosifique su cuerpo, excepto ella. Tiene el control absoluto de cada una de las partes de su anatomía. Nadie, absolutamente nadie, puede explotarlo. Solo ella. Una decisión valiente y firme en un mundo en el que los desnudos femeninos solo están bien vistos si son “por exigencias del guion” o en anuncios de lencería.
Hace poco, durante una entrevista realizada a Kris Jenner, madre y mánager de Kim, el periodista osó insinuarle si los hijos de Kim Kardashian no se avergonzarían de su madre cuando estos vieran sus desnudos. Ella, perpleja, contestó con toda la naturalidad del mundo: “No creo que la desnudez sea motivo de vergüenza”. Exacto. Aunque quizá vivamos todavía en un mundo en el que la desnudez masculina está permitida y la femenina no. Kanye, estamos deseando ver tus imágenes más sensuales. ¿Cuál sería la respuesta del público? Seguramente, y desgraciadamente, nunca lo sabremos.
¿Qué problema hay? ¿Por qué molesta tanto? Ciento veinte millones de personas siguen las andanzas tecnológicas de Kim Kardashian. Nos guste o no, su día a día se ha convertido en una especie de religión para sus seguidores, a quienes les da exactamente igual que su diosa se hiciese famosa por filtrar un vídeo pornográfico de ella manteniendo relaciones sexuales con el que era su novio en aquel momento. De aquel escándalo han pasado ya once años y ahora Kim puede presumir de haber creado un auténtico imperio millonario del que se ha nutrido toda su familia.
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