¿Sientes hambre real o emocional? Así puedes reconocerlo
No siempre es sencillo distinguir si comemos por necesidad, por estrés o aburrimiento
Hay muchas situaciones de nuestro día a día en las que no comemos con hambre sino para saciar otro tipo de sentimientos. Seguro que más de una vez te has visto a ti misma acudiendo a la nevera solo por aburrimiento o picando algo cuando estás nerviosa.
Además, en ocasiones comemos sin prestar atención a lo que hacemos, de forma automática e incluso voraz. Puede ser porque sentimos hambre real, aunque fisiológica sería un término más adecuado, pero también como respuesta a otro tipo de emociones.
Atracones de comida que se convierten en una herramienta para calmar a corto plazo sentimientos de ansiedad, tristeza, estrés o aburrimiento y que, si no se detectan, pueden llegar a resultar dañinos para nuestra salud.
Aprende a identificarlo
No siempre resulta sencillo distinguir el hambre físico del emocional, pero hay algunas diferencias que hay que tener en cuenta. Una de ellas es la forma en la que aparece, porque mientras el hambre real surge de forma paulatina, aumentando gradualmente, el emocional surge abruptamente y demanda una satisfacción inmediata.
Además suele estar asociada con productos concretos, antojos como dulces o chocolates, generalmente alimentos con azúcar, que elevan nuestros niveles de serotonina provocando placer.
Los especialistas explican que esta es otra de las formas de distinguir el hambre emocional, sus causas. Se trata de una búsqueda de placer, es muy común cuando quieres llenar un vacío, te sientes estresada, cansada, o todo lo contrario, también puede aparecer en un momento de euforia, como una fiesta.
Mientras el hambre fisiológico es sencillo de calmar, nuestro cuerpo necesita alimentarse para mantenerse en funcionamiento, nos saciamos y dejamos de comer, con el emocional no resulta tan fácil.
El efecto positivo que nos aporta la comida es temporal, dura poco tiempo y pronto vuelve a aparecer, conduce a comer demasiado, de forma automática y sin pensar y esto nos deja con sensación de culpabilidad o vergüenza. Saciar el hambre físico suele asociarse con bienestar y satisfacción.
Aliviar el hambre emocional
El primer paso es aprender a distinguir si el hambre que sentimos es real o emocional, por ejemplo, pregúntate si te comerías una manzana, si la respuesta es negativa y lo que quieres es algo dulce, probablemente sea emocional.
Cuando sentimos hambre emocional es importante aprender a distinguir qué sentimientos o emociones son las responsables de que nos sintamos así y tratar de controlarlas en lugar de dejarnos llevar por ellas. Realizar actividades que nos ayuden a relajarnos, como pasear, meditar o escuchar música, puede ayudarnos a que nos calmemos.
Así, aprender a entender y manejar tus emociones puede resultarte de gran utilidad a la hora de mantener una alimentación equilibrada por lo que, si lo crees conveniente, no dudes en acudir a un especialista para que pueda darte las herramientas para aprender a hacerlo.
Hay muchas situaciones de nuestro día a día en las que no comemos con hambre sino para saciar otro tipo de sentimientos. Seguro que más de una vez te has visto a ti misma acudiendo a la nevera solo por aburrimiento o picando algo cuando estás nerviosa.