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Lola Martínez Benjumea abre las puertas del hogar familiar de verano en Sotogrande
Accedemos a donde su tiempo se para en verano, una casa de las de siempre, llena de clásicos, colmada de momentos que intentan rememorar cada vez que se juntan en su porche a comer. En esa mesa que hoy nos enseña a decorar para esta temporada estival
Texto: Cris Castany
Fotógrafa: Esi Seilern
Diseño: Bolívar Alcocer
Producción : Flair Studio
Estilismo: Marieta Yanguas
Maquillaje y peluquería: Julia Hidalgo
uera del orden o regla natural o común”, esta es la definición de ‘extraordinaria’ en la Real Academia Española de la Lengua. Y es que Lola Martínez Benjumea (1979) se adapta perfectamente a esta definición. Esta sevillana, empresaria y emprendedora podría haberse quedado en la capital hispalense en su entorno seguro y cuidado y llevar una vida de lo más acomodada.
Ella optó por huir de esos clichés que envuelven al mundo al que pertenece y se lanzó a construir un proyecto de decoración y menaje para el hogar en India, Balakata, que hoy viste las mesas de la casa de Joseph Fiennes y su mujer, la española María Dolores Diéguez, o Delfina Blaquier, y a nivel nacional, los Entrecanales, los Botín o las influencers Tamara Falcó y Juana Pepa. Lleva más de ocho años haciendo y deshaciendo maletas para construir este proyecto forjado entre la India y España, los dos países entre los que divide sus días, exceptuando este último año y medio en el que todo se ha parado y cambió Asia por Cádiz. Un lugar en el que el tiempo va más despacio, en el que reconecta con sus raíces, en el que el verano es el espíritu que permanece 365 días.
Lola, en la entrada de la casa familiar de Sotogrande, una casa típica andaluza encalada en blanco que tiene un peculiar torreón.
¿Qué es este hogar para ti?
Es aquel lugar donde nos reunimos todos, es buen ambiente, las risas, la familia. Para mí es ese espacio en el que reencontrarme con los míos. Donde nada cambia. Pertenece a la familia desde hace dos décadas y nuestros grandes momentos están muy vinculados a él.
"Hay que llevar la mesa tradicional a la decoración actual, tanto en cerámica como en otros elementos. ¿Por qué no apostar por piezas de barro que ya no se tenían en cuenta?"
Su estilo sobrepasa las tendencias, ¿no?
La segunda vida es la clave de cada rincón que ves, hay una mesa hecha con un portón de Sevilla, otra montada por mi tío con baldosas antiguas... Somos de los que le damos varias vidas a todo, está forjada con clásicos. La casa es muy divertida, está llena de recuerdos y de detalles con corazón, como los cuadros de la entrada, que son de Concha Ybarra, hermana de mi tío Eduardo. Una pintora sevillana que también hace cerámica.
Otro ejemplo es la reforma que hizo Juan Suárez Ávila, mi tío y además arquitecto. También es pintor y la chimenea la decoró él. Los grabados que se ven por todos los rincones y las maquetas son de la compañía naviera Ybarra, antiguos buques que forman parte de la herencia familiar y que enmarcan el rumbo de esta vivienda.
Lola, en el porche con un caftán de Balakata, junto a una mesa vintage y un grabado de Equipo Singular, un movimiento pictórico sevillano.
La apuesta por los neutros y lo atemporal es un tema de familia, ¿no?
Sí, nos gustan unos conceptos que perduren a través del tiempo. Colores que combinen con todo, espacios que transmitan luz, comodidad y cuidado por el detalle.
¿Y eso lo trasladáis a la mesa?
Actualmente su decoración está muy de moda. La puesta en escena de una comida lo es todo, tener una mesa cuidada, con elementos de calidad, como manteles o individuales de lino, hace la vida más bonita y mejor. Y por supuesto que recibimos así, pero también lo tenemos integrado en nuestro día a día. No solo para las visitas.
Las comidas y cenas en el jardín siempre se visten con manteles de lino estampados de Balakata.
Una idea para presentar el aperitivo sobre una tabla de madera francesa, a la venta en Balakata.
¿Qué consejos nos das para decorar bien nuestra casa?
Llénala de materiales nobles, un suelo bonito, apuesta por el lino y por algún mueble antiguo. Una de las claves es mezclar, algo que es francamente difícil, soy muy sevillana en eso. No me gusta la simetría. Huyo en general de la tendencia, especialmente de lo flúor. La pintura es fundamental en una vivienda, compro cuadros en desembalajes y sillas, piezas únicas con historia.
"Yo no vendo un producto, vendo una experiencia, vendo la historia que hay detrás de cada elemento. Es fruto de una trayectoria, de la gente que lo produce detrás, de cómo está hecho, cómo repercute en la comunidad"
¿Quién y qué te inspira?
Mis referentes a nivel decorativo son Ana María Abascal e Isabel López Quesada. Me gustaba mucho Fernando Benjumea, que es de donde creo que beben todos los interioristas actuales. ¿Y en qué me inspiro? Mi mayor tesoro son mis tejidos antiguos, tengo un armario entero. También me ayuda viajar, conocer a gente, descubrir culturas… Yo de pequeña cuando iba de viaje a París no me compraba camisetas como mis amigas, solía volver con telas o paños de cocina. En ellos encuentro mi inspiración, pero no solo en eso, también en mosaicos de las iglesias, por ejemplo.
¿Quiénes son tus clientas?
Mis clientas pasan los cuarenta y buscan objetos de calidad, también tengo de las que rozan la treintena y visten las noches con los kimonos y pijamas que son nuestros bestsellers. Muchas mesas de Sotogrande y de toda España están vestidas con nuestros manteles, tenemos apellidos ilustres, sí, pero para nosotras todas nuestras clientas son vip.
¿Tiendas con las que complementar tu estilo de vida?
Compro mucho en viajes, me gustan las marcas que tienen mi filosofía como Sophie & Lucy, Mimoki, Lauravecino o Flabelus, la marca de venecianas con la que hemos hecho una colaboración.
unas sillas de hierro que pertenecían al mobiliario de un cine rodean una mesa de mármol blanco italiana de Ana María Abascal.
Cuencos de materiales naturales hacen las veces de platos de pan como estos cestos de ratán sobre individuales de lino.
Una empresa en crecimiento y con compromiso
Entre pregunta y pregunta nos confiesa que en verano se independiza, porque en casa son muchos. Nada más y nada menos que seis hermanos. Muy unidos. Pero no solo la familia nuclear, comparten tiempo con sus tíos y sus primos. Esta unión familiar construyó sus fundamentos personales y los trasladó a nivel laboral. Es en esta vivienda donde ha aprendido estos valores.
Hoy en su empresa, en la que se dedica a decorar hogares, pretende trasladar las sensaciones que viven clanes como el suyo. Ser la cuarta de una familia grande invita a buscarse la vida y ella lo ha hecho, actualmente tiene cuatro tiendas: una en Sotogrande, otra en Madrid (en la calle Juan Bravo), un espacio en El Corte Inglés de Marbella y otro en el centro de Serrano 47 Woman, en la capital. Y este verano van a tener un rincón especial en el Marbella Club, un proyecto que le hace especial ilusión.
Pese a que transmite calma, es de naturaleza nómada: “Estoy deseando coger un avión e irme ya un par de meses a la India a producir. Me vine tres días antes de que la India cerrara fronteras, no me quedé allí porque un conocido me avisó y me dijo literal: Sal por patas". Suele ir dos veces al año y aunque al principio siempre pasaba por Delhi ya no lo hace. “Mi destino habitual es Jaipur. Pero varía dependiendo de las necesidades de producción. En India, en cada zona son artesanos con una especialidad; por ejemplo, si tengo que hacer estampación, voy a la zona que te he mencionado.
También paso tiempo en Calcuta, que es donde desarrollamos los tejidos; en las poblaciones de alrededor hay muchos telares, allí se trabaja con algodón y se elaboran los tejidos. Esa parte es muy artesanal y suelo dedicar bastantes horas a estas visitas; son la base de todo. Cuando estoy en India, trabajo de otra manera, me encanta, estoy completamente concentrada en la mezcla de colores, haciendo pruebas, aislada del mundo. Voy sola y trabajo de sol a sol”.
EN EL PORCHE, UNA CAMA DE HIERRO ANTIGUA REVISITADA COMO SOFÁ Y UNAS SILLAS DE MIMBRE DE UN PUEBLO DE ZARAUZ, UN CLÁSICO QUE SE ESTÁ REEDITANDO EN LA ACTUALIDAD. UNA MESA HECHA POR SU TÍO EDUARDO COMPUESTA POR AZULEJOS ANTIGUOS.
“Hago muchos viajes de prospección -continúa- para aprender nuevas técnicas, nuevos tejidos, cosas que puede que desarrollemos años más tarde. Visito muchas cooperativas, asociaciones y diferentes proveedores. Estudio qué colores usan, si son pigmentos naturales o no… Quizá en el momento no lo aplico, pero son aprendizajes que me sirven para desarrollar colecciones futuras. Cada una de las metodologías la trabaja una etnia: los musulmanes tienen una artesanía, los hindúes otra, y yo las voy conociendo y combinando para que nuestro producto final sea único. También afecta dónde viven, si están cerca del mar; sus tejidos allí son de una manera muy diferente de los de la zona de interior.
Detrás de cada mantel, cada servilleta, cada cojín hay muchas manos, cariño y dedicación. Trabajamos con cooperativas que tienen muy controlada la trazabilidad del producto, dentro de lo que es una empresa pequeña. Para mí es fundamental saber con quién colaboro, cómo trabajan, que los trabajadores tengan unas condiciones decentes, pretendo establecer una relación de igual a igual. No soy de las que va a la India compra y se va. Me gusta participar en el desarrollo de todo lo que hacemos del primer al último paso, y eso significa trabajar muy de la mano de las personas que elaboran cada una de las partes del proceso”, describe.
La combinación de estampados y tejidos es una máxima en la decoración del luminoso salón.
De Sevilla a India, pasando por Madrid
Ese tiempo que dedica se respira en cada uno de los elementos que componen su tienda del barrio de Salamanca, colores puros, estampados bellos… No es lo que tenemos en nuestro imaginario, es algo muy especial: “Europeizamos los tonos, yo tengo mi paleta de colores, la defino como ‘soft’, son colores muy neutros: tejas, grises, carbón, mostaza. Este último es mi favorito y tengo ocho variedades del mismo: curry, almendra…”.
Su sello personal es el que marca la diferencia porque Lola, que estudió marketing en Sevilla, nos cuenta cómo fueron sus primeros pinitos profesionales, muy alejados de los actuales: “Mi carrera profesional se inició en una empresa de enmarcación de cuadros -siempre he tenido un lado artístico muy desarrollado- que se llamaba Aire 8. La marquetería es un arte superdifícil y el cliente no suele valorarlo.
Un mes de septiembre fue el que cambió mi vida, con Macarena Gros (mi cuñada y exsocia) nos fuimos a recorrer el país del Taj Mahal en un viaje muy emocional. Dormimos en los slums (asentamientos de viviendas informales en los que viven millones de personas) de Bombay, una experiencia que cambió mi vida y mi vocación profesional”. En este viaje conoció la cooperativa Women Weave en Maheshwar, una asociación que busca dar una mejor vida a mujeres que se dedican a tejer de forma tradicional, y en esa visita se gestó todo el proyecto. “Empezamos a hacer mantelería y a establecer las conexiones con Jaipur (donde se estampa la tela). Hice una minicolección de kimonos, de casualidad, y se convirtieron en nuestro bestseller. Ese fue el salto a montar Balakata.
Hace ocho años, recién llegada a Madrid, estaba montando su empresa cuando su prima, la conocida estilista Beatriz Moreno de la Cova, tenía una sesión de fotos y le dijo: “Tienes 24 horas para enviarme algunas de tus piezas y ponerle un nombre a la marca”. Así nació Balakata, una firma que lleva el nombre de una planta de la India que al pronunciarla tiene la misma sonoridad que los telares al fabricar (haciendo un peculiar taca, taca) los productos que vende Lola en sus tiendas. “Para mí la naturaleza es superimportante porque vivimos de ella”, de ahí su compromiso a todos los niveles.
Decorando la pared del hall, cuadros de Concha Ybarra; y en la parte izquierda del banco, una obra de Equipo Singular.
En el salón presiden dos maquetas de la naviera Ybarra, muebles antiguos de herencia familiar y una alfombra marroquí.
¿Trabajas con cooperativas?
Empezamos a colaborar con muchas que tenían el sello o certificación, pero poco a poco nos dimos cuenta de que había algunas más pequeñas que no lo tenían por su tamaño, pero cumplían con todos los requisitos que las que sí lo poseen. Casi todos los telares son de familias musulmanas fantásticas, personas superabiertas que priman más su calidad de vida que nada, el volumen de la producción es secundario. De su mano ponemos los precios a los productos, no somos una ONG, pero sí que tenemos en cuenta sus opiniones, buscamos ser justos. En plena pandemia les hemos adelantado la producción del año siguiente porque se habían pasado nueve meses cerrados. Tenemos una relación muy familiar.
¿Cuánta gente está implicada en este proyecto?
En España somos 13, más todas las personas que trabajan en los talleres andaluces de ceramistas en los que producimos y los de las cooperativas de India.
"Un día me senté con mi hermana y le dije: No vamos a hacer una colección, vamos a hacer cinco"
¿Este año tan complicado habéis notado crecimiento?
El sector de la decoración ha sido uno de los beneficiados, pero es que además, en vez de replegarnos, nosotros hemos decidido invertir este año. Hemos apostado fuerte y aumentado el equipo, además de la apuesta online, obvia por las necesidades del momento. Un día me senté con mi hermana y le dije: “No vamos a hacer una colección, vamos a hacer cinco”.
¿Qué has sacado en positivo de la época?
Hemos notado el cariño del cliente final, especialmente en Madrid, también tenemos tienda en Sotogrande, en la primera llegó a haber cola en la entrada. Nadie necesitaba comprar una servilleta, pero querían demostrar cariño. Los clientes nos quisieron mostrar su apoyo al pequeño comercio de la zona y no tenemos suficientes palabras para agradecerlo.