Para cualquier ser humano, el trabajo y la familia ocupan todo el tiempo, pero Samantha, no teniendo suficiente con el catering, la televisión, los compromisos publicitarios y su familia numerosa, el 18 de febrero volvió a reabrir su proyecto soñado. “Tengo una cualidad, la capacidad de sincronizar tareas, que me ha dado Dios y llego, llego…”.
En 2018 veía con su marido la mítica taberna del pueblo cerrada desde hacía dos años, y Pedro le dio un golpe y le dijo: “¿Y si nos quedamos con la taberna?”. “Yo le contesté que ni en broma, que con todo lo que curro y demás en mi tiempo de ocio no quería llegar a Pedraza a trabajar. Y me dijo, mientras me acariciaba la cara: ‘Sí y yo te ayudo…’. Total que nos lanzamos. Yo estaba al principio muy agobiada, y lo que empezó siendo mi mayor problema se ha convertido en mi mayor ilusión”.