Nació en Skellefteå, Suecia, en 1991, pero es sevillana por los cuatro costados, como su padre. Lo intentó con el ballet, hasta que un buen día un profesor del conservatorio le dijo: “Dedícate a la interpretación porque esto no es lo tuyo”. Pasó del teatro amateur en la capital hispalense a instalarse en Madrid, donde se matriculó en Arquitectura y empezó a enlazar trabajos como actriz —empezando por las recreaciones paranormales de ‘Cuarto milenio’ haciendo, entre otras, de víctima del Hombre Polilla o de niña poseída—. Aparcó la carrera en cuarto curso —“En casa todavía no lo saben, sospecho que albergan la esperanza de que algún día la acabaré, pero la verdad es que entré en Arquitectura porque tenía nota y no sabía muy bien qué hacer con mi vida”—. Desvelada su auténtica vocación, hoy dedica a la interpretación toda su energía, “porque cuando encuentras tu camino hay que darlo todo para ser la mejor, o al menos intentarlo. No sé separar mi vida de mi trabajo, ni lo pretendo”.
Cuando el guion de ‘Veneciafrenia’ llegó oficialmente a las manos de Ingrid García-Jonsson no se lo podía creer: “Álex de la Iglesia siempre ha sido uno de mis directores favoritos. He perdido la cuenta de todos los castings para formar parte de alguna de sus películas a los que me presenté. Hice pruebas para ‘El bar’, para ‘Mi gran noche’… pero nada. ¿Por qué no me elige? Hasta que un día un amigo común va y me suelta: “Por cierto, ¿tú por qué no quieres trabajar con Álex?”. Y yo, ¿¡cómo!? “Está pensando en ti para la nueva película”. ¡Dile que sí! Me llamaron para hacer las pruebas y aquí estoy. El rodaje de ‘Veneciafrenia’, en plena pandemia, fue muy complejo, muy duro. Tuve la suerte de volver a coincidir con Silvia Alonso y de conocer a Goize Blanco. Hoy somos tres buenas amigas”.
Ingrid no tiene muy claro en qué consiste eso de ‘hacerse la sueca’: “Allí soy la española y en España la sueca. Entiendo que en el carácter de cada país hay una estrategia para eludir problemas. Por lo general, yo tiendo a afrontarlos”. Tal vez por haber trabajado en ‘Cuarto milenio’ a Ingrid le fascinan los misterios y las ciencias ocultas, más concretamente el tarot, arte adivinatorio que cada día domina mejor.