24 h en el Four Seasons: dormir en el despacho de Mario Conde por 25.000 euros
El pasado fue viernes Santísimo, e incluso de Resurrección, para mí y también para mi mejor amigo, abogado y pobre como yo, porque pasamos un día en el hotel madrileño
Es viernes y el cuerpo lo sabe.
Y no será un viernes como el anterior, eso seguro. Será más largo, será más rutinario y, sobre todo, será más miserable.
El pasado fue viernes Santísimo, e incluso de Resurrección, para mí y también para mi mejor amigo, abogado y pobre como yo, porque pasamos 24 horas en el Four Seasons Madrid, uno de los vértices de la Santísima Trinidad del lujo hotelero madrileño.
Yo llegué al lugar paseando tranquilamente calle Alcalá abajo, con un café del Starbucks en una mano y en la otra un cruasán barato. En la confluencia con la calle Sevilla me giré un segundo hacia el escaparate de Hermès y por un momento creí ver sobre el cristal el reflejo de Audrey Hepburn. Pero no. Esta película no se va a llamar ‘Desayuno con diamantes’, quizá más bien ‘Rústicos en Dinerolandia’.
Los ‘sindinero’ creemos que el lujo es un juego de espejos. Pero tampoco. Tendemos a fingir demasiado cuando nos colamos en ambientes especialmente selectos. Pero ellos, los verdaderos ricos, no disfrazan nada porque no lo necesitan. Solo un rico de verdad irá mal vestido por el lobby del hotel; porque le da la gana y porque se lo puede permitir.
El escritor italiano Cesare Pavese dijo que “todo lujo hay que pagárselo”. Pero esto tampoco es cierto. Yo he ido al Four Seasons invitado, porque para pagármelo tendría que hipotecar mi páncreas, mi mayor tesoro mobiliario, ya que fumo, bebo y soy mala persona, así que es probable que el resto de mis órganos tengan peor aspecto. ¿Quién puede pagar 25.000 euros por dormir en la suite real de este hotel, que por cierto fue el despacho en Banesto de Mario Conde? Yo desde luego no.
Ustedes pensarán, y llevan razón, que es difícil hablar mal de algo si a uno le invitan. Pero, créanme, es también bastante difícil hablar mal del Four Seasons aun habiendo pagado.
Pasen y vean…
PLATO PRINCIPAL: El viaje de Dani a las estrellas
La primera parada en el hotel la hacemos paradójicamente en la última de las plantas, la azotea. Bueno, la primera media hora de las 24 que hemos habitado en Four Seasons, en realidad la pasamos en el lobby haciendo el check-in y tomando una copita de champán. El recibidor es siempre la parte más enigmática de este tipo de establecimientos. Alguien me dijo una vez que en los lobbies de los grandes hoteles siempre pasan cosas. Y, en efecto, pasan muchas cosas. Hoy hay una mujer sexagenaria sentada en uno de los sofás leyendo su móvil con cara de preocupación, probablemente un nuevo desengaño amoroso. Cuatro japoneses se despiden tras lo que parece una charla de negocios unas mesas más allá. Todos han tomado café. Uno de ellos se lo ha bebido de un trago mientras hacía un chiste en inglés. Entretanto, por la puerta giratoria hace entrada una mujer rubia con malla animal print y camisa abotonada blanca. Poco abotonada, para ser fieles a la verdad. Si alguien se viera incapaz de descifrar la etiqueta de su bolso de Hermès, le costaría creer que esa mujer es la clienta tipo del FS. Pero lo es. Yo no, ella sí.
El lobby y el restaurante de la azotea son las zonas del FS más visitadas por los españoles para cerrar negocios o simplemente para disfrutar de la cocina de Dani García, quien cerró hace un tiempo su ‘tres estrellas’ para dedicarse simplemente a dar de comer bien, ganar dinero y fama internacional, lo cual no solo es lícito, sino también lógico. Quienes hayan ido al restaurante originario de Marbella -yo lo hice hace años- podrán disfrutar platos de entonces en la carta del FS. Nosotros tomamos en esta ocasión el clásico descargamento de atún con pimientos amarillos, plato creado en 2015, y lo mezclamos con algunos nativos de la carta de la terraza del Four Seasons, como los raviolis con bogavante o el tartar de vieira. Le pedimos a la sumiller que nos maridase cada uno de los platos con alguna de las 400 referencias que tienen en la carta de vinos y champanes. Un acierto.
Posdata: Si te dejas caer por allí, no dejes de probar los crepes suzette preparados en mesa con un poquito de Cointreau. El postre ideal.
POSTRE: Cócteles, música y bocados japoneses
Para cerrar el círculo y honrar de nuevo a Baco, finalizamos la jornada en ISA, un estupendo bar de tapas que acaba de abrir hace apenas unos meses en la planta primera del hotel. Espectaculares los cócteles, especialmente el heiwa, una reinvención fresca y algo más delicada del margarita, con tequila Altos, piña lactofermentada, sirope de agave y Supasawa. Con la comida es casi imposible confundirse. Todos los nigiris de la carta son estupendos, también las gyozas y los fake noodles. No es un sitio para hablar, por cierto, porque el DJ está a tope toda la velada. Es un sitio para pasarlo bien.
SOBREMESA: Very Wellness
Entre Dani e ISA pasamos por el SPA a hacer la digestión. Necesario. Del tradicional cocido y siesta, al nuevo ‘sibaritismo’ Dani más SPA más ISA. Se trata del centro wellness más grande del centro de Madrid y, sinceramente, es una gozada. Más allá del catálogo de masajes interminable, las cabinas perfectas y tal, lo cual se presupone, lo cierto es que es el lugar perfecto para pasar un par de horas tirado, sin preocupaciones, maldiciendo tu condición de pobre.
Otra frase célebre para terminar, que llevamos pocas hoy: “El lujo es una necesidad que empieza cuando acaba la necesidad”, decía Coco Chanel. Y lo cierto es que sí, porque ha pasado una semana y yo ya necesito volver a vivir así de bien.
Buen finde.
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Es viernes y el cuerpo lo sabe.