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Dos hoteles de lujo para redescubrir el norte de Portugal
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PLACE TO BE

Dos hoteles de lujo para redescubrir el norte de Portugal

Un histórico cinco estrellas entre fuentes termales únicas y una quinta de 400 hectáreas con selecta producción vinícola en el alto Douro: lugares emblemáticos para una deliciosa desconexión portuguesa

Foto: Panorámica desde Ventozelo Hotel.
Panorámica desde Ventozelo Hotel.

Montañas, parques naturales, palacios y la belleza del caudaloso Duero que atraviesa un paisaje Patrimonio de la Humanidad en el que se cultivan las viñas que dan lugar a los famosos vinos de Oporto antes de desembocar en esta idílica ciudad. Más allá de ella, clásico destino por excelencia, el norte de Portugal es idóneo para sumergirse en una naturaleza asombrosa y en pueblitos cargados de historia, desde el glorioso Guimaraes, raíz de toda la nación y de su lengua, hasta Vila Real pasando por Lamego y el monumental santuario de los Remedios mientras se cruza la región del Douro a través de una de las carreteras más bonitas del mundo o se llega hasta el parque termal de Vidago. Sí, el norte de Portugal conquista estando a un paso y allí son parada obligatoria dos hoteles del todo inolvidables:

Ventozelo Hotel & Quinta

Es el reciente hotel que ha inaugurado Quinta de Ventozelo, una de las más extensas de la región con una tierra dedicada al vino desde la época cisterciense, orden impulsora de los afamados Portos. Presume de ser la mayor del Alto Douro, con 400 hectáreas de las que la mitad están dedicadas a la viña que forma ese paisaje en escalera tan fotogénico que ha dado a la zona la calificación de Patrimonio de la Humanidad en su categoría. Tras la pandemia, la finca, un balcón privilegiado y natural sobre el río con unas imponentes vistas desde casi cualquier espacio, ofrece al visitante algo menos de una treintena de habitaciones con encantador diseño que no rompe la paz circundante, se inspira en sus orígenes y en los edificios existentes desde los tiempos de la aristocrática Casa do Poço, propietaria durante más de 500 años, y les insufla un aire moderno que ha querido aportar Gran Cruz, empresa que lo posee hoy día. El arquitecto Carlos Santelmo y la interiorista Cristina Caiano han conseguido así, con el blanco, la madera, la piedra y el sencillo y cálido confort como único objetivo, crear esa sensación de hogar, más que de hotel, que se goza con chimenea, un libro y una copa de vino. Sus 29 habitaciones y villas son un sueño en el que soñar largo y tendido, valga la redundancia. Algunas, como su Casa Grande, aislada junto al río en otro paraje excepcional, es un lujo que puede alojar a familias o grupos de amigos al completo.

placeholder Vistas del Duero y los viñedos desde Ventozelo Hotel & Quinta. (Cortesía)
Vistas del Duero y los viñedos desde Ventozelo Hotel & Quinta. (Cortesía)

Ventozelo Hotel & Quinta, en esta nueva etapa de la mano de Gran Cruz, una de las mayores empresas exportadoras del sector del vino, es desde luego como para no salir de allí. Ya la postal que contemplan sus rincones es para no moverse pero, además, se puede disfrutar del sinfín de actividades enoturísticas que propone la bodega, desde paseos en jeep por los viñedos a catas de sus excelentes vinos, pasando por visitar su propio museo o navegar en barco el río y picnics ideales en su orilla. Después de un baño en su piscina infinita, una cena a base de arraigadas recetas de siempre, sencillas pero elegantemente servidas en su cantina entre antigüedades que llevan siglos en la propiedad y vajillas de Bordallo Pinheiro, es el colofón perfecto. El chef Miguel Castro e Silva se sirve de los alrededores, entre otras cosas del huerto, el aceite de oliva o la miel particular, para elaborar platos y menús diarios que son en sí mismos un viaje de sabores por el entorno. www.hotel.quintadeventozelo.pt

Vidago Palace

Para contar la historia de Vidago Palace hay que viajar un siglo atrás. Casi no es necesario contarla si uno se aloja allí porque se vive. De hecho, el de la imagen a continuación es el coche original que sigue llevando a los huéspedes desde la estación de tren hasta un hotel, rodeado por el idílico parque natural de Vidago, que se inauguró en 1910 para alojar a la propia familia real portuguesa y a sus invitados. El estadillo de la revolución republicana provocó que jamás durmieran aquí, pero sí lo hizo el resto de la alta sociedad europea y lo sigue haciendo. Sus famosas fuentes de agua termal, con una de las aguas alcalinas más ricas del mundo, eran el principal motivo de alojamiento en este portentoso edificio de la Belle Époque que continúa respirando clasicismo a pesar de renovaciones. Ojalá lo siga haciendo y nunca se pierda ese ‘art de vivre’ de su atmósfera que se siente nada más cruzar la verja de entrada y encontrar su fachada reinando sobre jardines y fuentes o dentro, al pisar el primer escalón de su regia escalinata. Maderas nobles, sedas, mármoles… Es fácil creerse parte de lo aristocracia en sus 70 habitaciones y estancias que se perciben antiguas, que no anticuadas, porque la belleza de lo antiguo se mantiene maravillosamente bien. Ocurre asimismo en su majestuoso restaurante, el Salão Nobre, un fastuoso salón de baile que asesora el chef Michelin Vitor Matos con una sofisticada propuesta de carta y menú degustación.

placeholder Exteriores de Vidago Palace y coche original de principios del XX. (Cortesía)
Exteriores de Vidago Palace y coche original de principios del XX. (Cortesía)

Reserva en Vidago Palace

En clave más moderna está su vinoteca Garrafeira, más casual; y en clave ‘wellness’, su spa abanderado por la firma Clarins junto a una piscina al aire libre inmersa en un frondoso pinar. El campo de golf de 18 hoyos, remodelado por la compañía inglesa Cameron & Powell, rodea y conecta los exteriores e interiores que combinan pasado y presente sin olvidar, una vez más, esa esencia histórica, casi novelesca, que tanto han perdido otras propiedades del ramo y que en esta se conserva. Una fantasía. www.vidagopalace.com

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Montañas, parques naturales, palacios y la belleza del caudaloso Duero que atraviesa un paisaje Patrimonio de la Humanidad en el que se cultivan las viñas que dan lugar a los famosos vinos de Oporto antes de desembocar en esta idílica ciudad. Más allá de ella, clásico destino por excelencia, el norte de Portugal es idóneo para sumergirse en una naturaleza asombrosa y en pueblitos cargados de historia, desde el glorioso Guimaraes, raíz de toda la nación y de su lengua, hasta Vila Real pasando por Lamego y el monumental santuario de los Remedios mientras se cruza la región del Douro a través de una de las carreteras más bonitas del mundo o se llega hasta el parque termal de Vidago. Sí, el norte de Portugal conquista estando a un paso y allí son parada obligatoria dos hoteles del todo inolvidables:

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