“Estudiamos Arquitectura en la Universidad de Navarra. Yo había hecho primero de Ingeniería en Canadá, perdí un año y me uní a su curso, y lo acabamos igual. Era 2013, no buscamos trabajo en España por la crisis y encontramos en Londres en el estudio Perkins & Will, donde Bea trabajó cinco años, y yo a los dos entré en Foster & Partners. Nuestro sueño era dedicarnos al arte pero fuimos conscientes de que era prácticamente imposible, tocábamos de pies al suelo”, explica Antón.
En 2015 se casaron y tan solo un año después y ya esperando a su primera hija, conocieron a unos vecinos artistas en la capital británica y vieron que su sueño podía realizarse, solo necesitaban más formación: “Bea me empujó y yo le dije: ‘¿En serio? ¿Pero si estás embarazada?’. Me animó un montón y lo intenté en varias universidades, pero mi favorita era en la que me cogieron en la UAL en el College Wimbledon. Especializada en escultura, tecnología…”.
“El mundo del arte es un poco snob, me parece bonito entrar en las casas de la gente”
Y así empezó esta obra que es su vida para esta maña y este pamplonica. Cuando su niña cumplió su primer aniversario, decidieron volver a España y alquilar un local en el barrio madrileño de Malasaña, donde empezaría su proyecto profesional. Paul nos explica todos estos detalles de su vida en común lentamente, con la misma cadencia con la que nos lo imaginamos esculpiendo una de sus piezas. No se deja un detalle, también es perfeccionista en este proceso.
Ella transmite tranquilidad, él la observa mientras organiza los espacios donde se van a disparar las fotos, Bea pone los taburetes rectos: “Yo soy más maniática, con el orden y la estética”. “Yo soy maniático en los procesos. Muy perfeccionista. Si no me sale bien algo, lo desecho”, comenta mientras coge la grabadora, se la acerca a ella para que oigamos bien o cierra la puerta para que no se oiga una cortadora de césped. Es curioso observar hablar a Paul de su mujer: “Es una artista con ideas geniales, muy práctica, es ejecutiva”. Sube la entonación cuando habla de ella, acelera más la velocidad de su voz. Cuando ella habla de él, se ralentiza, como si pusiera tempos a sus espíritus.