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Álvaro Sampedro: un paisajista superlativo en busca de su propio jardín del Edén
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ARQUITECTURA Y PAISAJISMO

Álvaro Sampedro: un paisajista superlativo en busca de su propio jardín del Edén

¿Cuántas veces has pensado en dejar el trabajo para dar forma al sueño de tu vida? No hace falta que respondas, solo que leas esto y sigas el ejemplo de nuestro protagonista

Foto: Álvaro Sampedro. (Cortesía)
Álvaro Sampedro. (Cortesía)

Álvaro Sampedro recibió la llamada del reino vegetal en algún instante impreciso de sus 6 años. Lo que sí consta es que estaba en el jardín familiar de la sierra madrileña. Pudo ser frente a la estantería en la que su abuelo atesoraba, en disciplinado orden, las tijeras de podar, los rastrillos, las azadas, las mangueras, los sustratos y los abonos. Pudo ser ayudando a dar forma a un seto de boj a principios de aquella primavera, o mientras plantaba unos pensamientos cerca de la entrada para alegrar el inminente invierno. Lo importante es que sintió la llamada y decidió seguir su estela.

Hoy, Sampedro, de 45 años, es uno de los más grandes y solicitados paisajistas de nuestro país. Sus jardines naturalistas remiten al romanticismo inglés, pura revolución de la formalidad francesa. Sampedro practica un paisajismo naturalista que, en verdad, consiste en elevar el artificio y la sofisticación a la categoría de arte con calculados golpes agrestes. Caos en armonía, como la naturaleza misma, y todo ello, claro está, adaptado a nuestro clima mediterráneo.

placeholder Álvaro Sampedro, listo para la acción. (Cortesía)
Álvaro Sampedro, listo para la acción. (Cortesía)

Viajemos al jardín de tus abuelos en Soto del Real, en la vertiente soleada de la sierra de Guadarrama. ¿Qué hacías allí?

Me pasaba el día trasteando con la jardinería, fijándome en lo que hacían mi abuelo Luis y mi madre. Tengo claro que ese fue el germen de mi profesión. Era un jardín lleno de coníferas que me fascinaban, pero también debo hablar de otro jardín, el de Mallorca durante las vacaciones, mediterráneo puro frente al mar que me marcó para siempre.

Es evidente que naciste en el seno de una familia de dedos verdes.

Sí, sin duda. Mi abuelo y mi madre eran jardineros por afición. Les encantaba estar en el jardín haciendo mil cosas, le ponían mucha pasión. Así que, sí, mis dedos verdes los heredé de ellos.

placeholder Estudio Álvaro Sampedro. (Cortesía)
Estudio Álvaro Sampedro. (Cortesía)

¿Mantienes algún tipo de diálogo con flores, plantas, arbustos y árboles? ¿Te comunicas con tus materias primas?

Me comunico especialmente con los espacios que voy a intervenir, debo conectar con su personalidad, con su carácter. Cuando establezco esa comunicación, es el propio lugar el que me dice qué debo plantar y cómo.

Antes de profesionalizar tus habilidades paisajísticas te dedicabas a las finanzas, sector que te atreviste a abandonar. ¿Fue un ‘no puedo más, lo dejo todo’ o una transición amable?

Fui un mal estudiante de Derecho que acabó trabajando como headhunter en una multinacional. Allí aprendí muchísimo sobre gestión, un aprendizaje que luego me vino de lujo cuando me lancé a montar mi estudio. El cambio de vida, la transición, fue fruto de una necesidad bastante imperiosa de dedicarme a algo más creativo. Mientras estudiaba Derecho también me había matriculado en algunas asignaturas en la escuela de paisajismo Castillo de Batres. Así fue como empecé, diseñando los jardines de mis amigos.

placeholder Estudio Álvaro Sampedro. (Cortesía)
Estudio Álvaro Sampedro. (Cortesía)

¿Qué te dijeron los tuyos, la familia y los amigos: estás loco o adelante?

Me decían que bien, que adelante, pero sospecho que por dentro pensaban que me había vuelto loco.

¿Qué aprendiste en la prestigiosa Castillo de Batres?

Volví a Batres para terminar lo que había empezado. Aprendí todo lo importante que no sabía y, sobre todo, lo aprendí con mucho placer porque cuando eres mayor y vuelves a estudiar algo que te apasiona, todo se vuelve mucho más fácil.

¿Te resultó muy duro montar tu estudio?

Fue un proceso bastante natural. Como había adquirido experiencia en cuestiones de gestión, no me encontré con demasiados problemas. A ver, siendo sincero del todo, casi todos los lunes, sobre todo al principio, no paraba de pensar en otras alternativas laborales, pero entonces llegaba el martes y volvía al trabajo de campo, a pisar la tierra, y mientras plantaba, las nubes negras desaparecían por completo.

placeholder Estudio Álvaro Sampedro. (Cortesía)
Estudio Álvaro Sampedro. (Cortesía)

Tu profesión obliga a contar con una vasta cultura arquitectónica y, valga la redundancia, paisajística. ¿Qué época de la historia, qué ciudad, qué jardín te sigue volviendo loco si aplicamos el filtro verde?

Me enloquecen los jardines renacentistas, el esplendor de Florencia y, por supuesto, el jardín de Bóboli, construido por los Pitti y luego comprado por los Médici, sus eternos rivales; el jardín ocupa una antigua cantera y en él te vas encontrando con un graderío, un ninfeo, una fuente dedicada a Neptuno y una estatua de la diosa Fortuna.

¿Cuál es tu rincón verde favorito de Madrid, ciudad en la que resides, y otro que no esté en la capital?

Adoro la 'estufa' del Real Jardín Botánico de Madrid. Fue el primer invernadero con 'calefacción' propia y tiene un pequeño estanque con carpas y nenúfares. Es de hierro fundido y vidrio templado y se calentaba gracias a unos canales bajo el suelo tapados con rejas de hierro que se llenaban del estiércol que al fermentar elevaba la humedad y la temperatura ambiente. Y fuera de Madrid: la Alhambra de Granada, donde justo estoy empezando a restaurar un carmen maravilloso con unas vistas impagables.

placeholder Estudio Álvaro Sampedro. (Cortesía)
Estudio Álvaro Sampedro. (Cortesía)

Define tu estilo, por favor.

Practico el naturalismo inglés con planta mediterránea. Procuro especialmente que mis intervenciones pasen lo más inadvertidas posible, que parezca que todo lo que he puesto en ese lugar le pertenece desde siempre. Digamos que también practico un desorden ordenado y que mis jardines siempre son dinámicos porque hay que transitarlos e ir descubriendo sus rincones y secretos. Y, desde luego, tienen que ser jardines en los que se perciba el paso de las estaciones; esto es vital.

En tu evolución como paisajista, ¿por cuántas etapas has pasado?

Lo mío es un viaje constante entre el formalismo y el naturalismo. Voy y vengo constantemente.

placeholder Terraza del Hotel Four Seasons diseñada por Álvaro Sampedro. (Cortesía)
Terraza del Hotel Four Seasons diseñada por Álvaro Sampedro. (Cortesía)

¿Qué te motiva más: diseñar un jardín sobre un papel o darle forma metiendo las manos en la tierra?

Me gustan todas las partes del proceso, pero me motiva especialmente la primera visita al terreno y el primer boceto del diseño, ese momento en el que imaginas cómo será todo en poco tiempo. Es un momento muy excitante.

placeholder Estudio Álvaro Sampedro. (Cortesía)
Estudio Álvaro Sampedro. (Cortesía)

¿Qué abundan más: los clientes con las ideas claras o sin ellas?

Hay de todo, pero en general te dejan hacer.

¿Y qué hacemos con los que desatienden sus obligaciones posencargo y llaman quejándose porque todo se ha secado?

Lo normal es que nosotros tengamos el control de mantenimiento, así es como se minimizan los riesgos. Parte de mi labor es educar a los clientes, que entiendan que un jardín no es crearlo y ya está, hay un plan trazado que necesita tiempo. El éxito de un jardín está en el mantenimiento. La naturaleza tiene sus leyes. Aunque tú lo concibas de una manera, el jardín tendrá su propia personalidad y eso también hay que preverlo. Para un gran resultado hacen falta tiempo y mantenimiento.

placeholder Estudio Álvaro Sampedro. (Cortesía)
Estudio Álvaro Sampedro. (Cortesía)


El cambio climático afecta directamente a tu trabajo. ¿Vives en una constante actualización?

Hay que estar estudiando siempre, una gran parte de mi trabajo consiste en reciclarme. Realizamos proyectos de baja necesidad hídrica y plantamos lo que se da en cada sitio, previendo en el diseño los cambios drásticos.

¿Es caro el paisajismo?

Los clientes me preguntan que por qué es tan caro un árbol. La respuesta es sencilla: es un ser vivo, no algo manufacturado. Cuando compras un árbol grande y sano, siempre tendrá detrás un vivero y una serie de profesionales que lo han estado cuidando durante muchos años para que tú, ahora, lo disfrutes así.

placeholder Estudio Álvaro Sampedro. (Cortesía)
Estudio Álvaro Sampedro. (Cortesía)

¿Cómo deberán ser las ciudades del futuro?

Verdes, con árboles en fachadas y azoteas, como el Bosco Verticale, los dos maravillosos rascacielos de Milán de los arquitectos Stefano Boeri, Gianandrea Barreca y Giovanni La Varra. Todos los edificios tendrían que ser así por decreto. (Risas).

¿Qué sientes cuando tienes una semilla en la palma de tu mano?

Incertidumbre. Alegría. Vida.

Álvaro Sampedro recibió la llamada del reino vegetal en algún instante impreciso de sus 6 años. Lo que sí consta es que estaba en el jardín familiar de la sierra madrileña. Pudo ser frente a la estantería en la que su abuelo atesoraba, en disciplinado orden, las tijeras de podar, los rastrillos, las azadas, las mangueras, los sustratos y los abonos. Pudo ser ayudando a dar forma a un seto de boj a principios de aquella primavera, o mientras plantaba unos pensamientos cerca de la entrada para alegrar el inminente invierno. Lo importante es que sintió la llamada y decidió seguir su estela.

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