Cinco momentos irrepetibles que solo podrás vivir a 8.665 kilómetros de tu casa, en Maldivas
Tan solo necesitas 14 horas y 30 minutos de avión para saberte muy muy lejos de casa. Un lapso espacio-tiempo más que suficiente para desconectar por unos días del urbanita que llevas dentro (lo necesitas)
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Números que nos gustan: 8.665 kilómetros lejos de casa. Una distancia más que suficiente para desconectar y dejar atrás por unos días al urbanita que llevas dentro que, sí, lo sabemos, lo eres por pura convicción, pero el nivel de estrés con el que toreas a diario, tu agenda salvaje y tus tomas de decisiones —quieras o no— agotan. Por eso has hecho más que bien al apuntar tus pasos rumbo al paraíso de los paraísos: hacia Maldivas.
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Somos conscientes de que las imágenes que ilustran este reportaje son suficientes para animar al más parado a dar el salto y zambullirse en estas aguas privilegiadas. Sin embargo, nuestro prurito profesional nos obliga a añadir otros argumentos de peso. Esta es nuestra selección de cinco momentos irrepetibles, únicos, que solo podrás vivir en Maldivas. Porque ya se sabe: el lujo de hoy ha de ser experiencial o no ser.
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Tras un descenso perfecto sobrevolando atolones y aguas trasparentes, capaces de declinar todos los tonos comprendidos entre el azul y el turquesa, tomamos tierra en el Aeropuerto Internacional de Malé, el principal de Maldivas, en la isla Hulhule. Entre el aeropuerto y nuestro paraíso —el atolón que alberga los hoteles Anantara— distan 13 millas náuticas, apenas 24 kilómetros que te sabrán a gloria bendita —aderezada con salitre— gracias a un sol dulce y poderoso (protégete), a una envolvente humedad tropical y al estallido de optimismo que ahora mismo recorre tu cuerpo. Es decir: la felicidad existe y tú, en este mismo instante, eres su protagonista absoluto.
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Redoble de tambores: en este rincón del Índico nos encontramos con el supercomplejo de la prestigiosa cadena hotelera Anantara en Maldivas, una circunferencia casi perfecta en la que se yerguen tres resorts a cual más increíble —Naladhu Private Island, Dhigu y Veli —, las villas Kihavah y las islas Niyama Private. Un paraíso consagrado al lujo y la excelencia en el servicio por el que podrás moverte libremente a bordo de lanchas rápidas. Un dato de nada que casi se nos escapa: Naladhu está considerado el mejor resort del océano Índico y el cuarto mejor del mundo.
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Momento uno: la transmutación
Las hadas madrinas de la felicidad —dopamina, oxitocina, serotonina y endorfina— siguen haciendo de las suyas dentro de ti, sobre todo cuando en el horizonte perfecto empiece a materializarse Anantara Dhigu Maldives, tu resort-paraíso en la inmensidad del océano Índico. Desde este punto conquistarás el resto del atolón e implantarás tu reinado de positivismo.
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Bienvenidos a la exclusividad elevada a la enésima potencia. Tras un recibimiento de lo más cordial a cargo de la dirección del resort —las miradas sonrientes no se pueden fingir—, llega el momento de tomar posesión de tu palafito. Tu ultralujosa cabaña oceánica gravita sobre un Índico en calma y una paz que todo lo envuelve. Aquí todo habla de excelencia, de la madera a las sábanas, de cada objeto decorativo a las flores, pasado por la locura de un cuarto de baño en el que —la tentación es real— podrías quedarte a vivir.
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Cae la tarde y desde la tumbona de tu terraza privada observas la inmensidad del azul. Y mientras la luz ofrece un espectáculo soberbio y disfrutas del margarita más perfecto de tu vida —ese que te ha traído el exquisito servicio de mayordomía— va y suena una de tus canciones favoritas; algo sucede porque hoy parece diferente, ha cobrado otra dimensión, un nuevo significado más profundo y hermoso. Asúmelo, acabas de vivir tu primer momento irrepetible en Maldivas, el de la transmutación: tú ya no eres tú. Has entrado en otra dimensión. Siente armonía a tu alrededor. Fluyes. Estás en paz.
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Momento dos: la inmensidad
En Anantara las experiencias gastronómicas tienden a convertirse en recuerdos imborrables. Solicitamos una lancha rápida para cenar en Naladhu. Tras diez minutos de travesía surcando la laguna llegamos a The Living Room, uno de los mejores restaurantes de Maldivas.
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En The Living Room, el arte de disfrutar de excelentes mariscos y pescados a la parrilla cobra una nueva dimensión. Recién traídos del arrecife, el atún y la langosta son los reyes del lugar, seguidos de toda su gran familia de cortesanos acuáticos. Los cortes de carne de primera calidad, importados de la ‘cercana’ Australia, tampoco pasan desapercibidos.
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Tras la cena llega el momento de retirarse a tu suite de 130 metros cuadrados sobre la laguna. Una sorpresa aún más grande que la de esta mañana te aguarda. Es la inmensidad del firmamento quien te espera, una sobrecogedora mise en scène que hará que vuelvas a plantearte '¿quién soy yo y qué hago aquí?'. Acabas de vivir tu segundo instante irrepetible —potenciado como nunca gracias a la ausencia de contaminación lumínica y obstáculos terrestres—. Dulces sueños y feliz inmensidad.
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Momento tres: la relajación
A medida que los días transcurren, tu mimetización con el entorno avanzará satisfactoriamente. Iluminado como nunca, deberás confesar que la firma de alta cosmética 111Skin, una de las marcas de cuidado de la piel más lujosas del mundo —favorita de Jennifer Aniston o Victoria Beckham— ha tenido mucho que ver.
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En el spa sobre la laguna, en tu suite o en la playa, entregarse a las terapias integrales diseñadas para enriquecer, desintoxicar y alcanzar el equilibrio entre cuerpo y mente será materia obligada. Tras la primera sesión de una hora, justo cuando cualquier amenaza de tensión ha desaparecido de la faz de tu ser, habrás cumplido con tu tercer instante irrepetible en Maldivas. ¿Qué es el nirvana? El nirvana eres tú.
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Momento cuatro: el ecosistema
En Anantara Dhigu Maldives podrás practicar deportes acuáticos como flyboard, kitesurf, bobbing, paddle surf y surf, ya que esta laguna es conocida por sus buenas olas al otro lado del arrecife. Aunque tu sentido del equilibrio deje mucho que desear, mídete al menos con una clase de iniciación; aunque te caigas varias veces, lo pasarás bien y puede que al final de la jornada hasta seas capaz de mantenerte en pie sobre la tabla con cierto estilo.
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Pero si quieres emociones un poco más fuertes, te sugerimos que te lances al agua para bucear entre tiburones nodriza y ballena, delfines, tortugas y mantarrayas.
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Los tiburones tienden a reunirse por docenas en el atolón Vaavu, al sur de Dhigu. Solo un consejillo: si intentan rodearte más de tres hazle un gesto de advertencia a tu monitor. En serio.
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Ya en la superficie, con todas tus extremidades en su sitio, podrás sentirte realmente orgullo: ahora sí sabes lo que es formar parte de un ecosistema salvaje.
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Momento cinco: la elevación
La vuelta a la realidad se aproxima, pero no en modo nube de tormenta. Al contrario, en este momento, dentro de ti hay tan luz que nada te puede eclipsar. Tu última aventura en Anantara te va a llevar hasta una pequeña isla desierta para disfrutar de un pícnic tropical que difícilmente olvidarás.
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Acaba la jornada y Robinson Crusoe debe emprender el camino de regreso a su otra jungla. Vuelve en equilibrio, más sabio, en paz.
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Ha experimentado la elevación que solo se obtiene en el atolón secreto más exclusivo del océano Índico.
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