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Viñedos, gastrocruceros y, por supuesto, castillos: una ruta por el Loira menos explorado
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Viñedos, gastrocruceros y, por supuesto, castillos: una ruta por el Loira menos explorado

La provincia de Turena no solo brinda idílicos paisajes de ondulantes colinas y bosques encantados, sino que además esconde algunos de los pueblos medievales más bonitos de Francia. En otras palabras, una escapada otoñal perfecta

Foto: Paseo por la orilla del río Indrois, con el castillo de Montresor reflejado en las aguas. (Leonard de Serres)
Paseo por la orilla del río Indrois, con el castillo de Montresor reflejado en las aguas. (Leonard de Serres)

El Loira, ese río que exhibe mil kilómetros de recorrido y dos mil años de historia, ese sueño de la nobleza francesa que levantó en sus orillas los castillos más elegantes de Europa, atraviesa en su tramo central la llamada provincia de Turena, un territorio tan discreto y silencioso como cargado de atractivos. Aquí todo resulta sereno y hermoso, armónico e impecable. En este rincón al que se accede en tren desde París en menos de una hora, nada perturba el sosiego de la naturaleza ni la belleza de los pueblos.

Conocida como ‘el jardín de Francia’, Turena es famosa por sus quesos, sus bodegas trogloditas y un acento, dicen los franceses, de reconocida pureza. Pero también por sus conjuntos urbanos —desde palpitantes ciudades hasta deliciosos entramados pétreos—, por la biodiversidad que se esconde en las orillas fluviales y por los castillos, claro, que no podían faltar en este sector del Valle del Loira.

Emprendemos una ruta por estos idílicos paisajes tocados por la huella de grandes genios, las intrigas históricas y los linajes reales. Un repaso a los hitos de la Turena que nadie debe perderse.

La 'favorita' del rey

La más exacta definición de bucolismo reside en las poblaciones medievales que salpican esta región, muchas de las cuales se cuentan entre las más bonitas de Francia. Empezando por Loches, recostada sobre el río Indre (un afluente del Loira), que ocupó un emplazamiento estratégico en la ruta que une París con España hasta que el derrumbamiento de un puente obligó a desviar el trayecto.

placeholder El centro de Loches exhibe una bonita armonía arquitectónica. (Leonard de Serres)
El centro de Loches exhibe una bonita armonía arquitectónica. (Leonard de Serres)

De este rico pasado subsisten numerosos testimonios, monumentos perfectamente conservados a los que conduce la estela de una flor de lis tallada en el pavimento. Así se llega al espectacular ayuntamiento, la torre Saint-Antoine (una de las más antiguas del continente), el Museo Lansyer (el pintor paisajista del siglo XIX que se anticipó a los impresionistas) y la iglesia colegiata de Saint-Ours con su arquitectura única: dos campanarios rematados por pirámides octogonales. Es aquí donde encontramos un jugoso chisme del pasado: la tumba de Agnès Sorel, que fue la amante de Carlos VII y la primera que logró que sus hijos fueran reconocidos, por lo que se le ha llamado 'la favorita del rey'.

Rosas y el capricho de Mick Jagger

Otra parada peculiar es Chédigny, el pueblo de las rosas. Una villa de cuento en la que miles de flores colorean las callejuelas de piedra mientras exhalan al aire ráfagas de un perfume embriagador. Especialmente en la Rue du Lavoir y en Le Jardin du Curé (El jardín del cura), el espectáculo floral es una delicia que sirve de inspiración a los artistas y otorga al lugar una atmósfera de otra época congelada en el tiempo.

placeholder Turistas en las calles de Chédigny, el pueblo de las rosas. (Leonard de Serre)
Turistas en las calles de Chédigny, el pueblo de las rosas. (Leonard de Serre)

Distinto, pero igual de encantador, es Montrésor, emplazado en el valle del río Indrois, donde la belleza está oficialmente reconocida no tanto por su propio nombre (“mi tesoro”, viene a significar), como por estar incluido en la lista de los 170 pueblos con más encanto del país. Algo que no extraña cuando se aborda un paseo por la ribera para contemplar la estampa del castillo reflejado sobre sus aguas. Una fortaleza renacentista, renovada después por el conde polaco Branicki (amigo de Napoleón III), al que pertenece hasta el día de hoy. Cuentan que la escultura de mármol del jardín, que recrea al Ángel Caído, conquistó al mismísimo Mick Jagger, que hasta quiso (sin éxito) comprarla.

Fortalezas en todos los rincones

Hablando de castillos, en Turena los hay para dar y tomar. Está el de Gizeux, propiedad de la familia de Bellay durante 350 años y, hoy en día, el mayor conjunto habitado y amueblado de la provincia, con nada menos que 8.000 metros cuadrados. Aquí la visita va más allá del recorrido por sus dimensiones inmensas: también se puede pernoctar para vivir una experiencia como un auténtico noble.

El de Langeais, construido en el siglo XV, tiene doble personalidad: un carácter defensivo y otro estético, una condición de fortaleza medieval y otra de residencia renacentista. Y es, además, escenario de otro culebrón histórico: la boda secreta de Ana de Bretaña —con 14 años— y Carlos VIII, la cual marcó la unión del ducado a la corona de Francia.

placeholder El castillo de Villandry con su maravilloso jardín geométrico. (ADT Touraine)
El castillo de Villandry con su maravilloso jardín geométrico. (ADT Touraine)

Pero si hay un castillo que nadie debiera pasar por alto, este es el de Villandry, el último construido en el Valle del Loira durante el Renacimiento. Es a un matrimonio formado por un extremeño y una norteamericana a quien debemos que semejante belleza no cayera en el abandono. Ellos mismos lo convirtieron en la joya que es hoy, especialmente en lo que concierne a sus jardines laberínticamente geométricos: todo un universo paisajístico que precisó nada menos que cien años para tomar forma.

Navegar y tomar vino

El Loira, ya se sabe, no solo es un río navegable, sino que hasta la llegada del ferrocarril a mediados del siglo XIX fue la principal vía de transporte de los productos que llegaban de América. Pero lo que muchos desconocen es que es el Loira es el único río salvaje de Europa, que discurre en todo su trayecto sin presas y sin esclusas. Y también que se trata de un auténtico corredor migratorio con una biodiversidad increíble: además de los famosos castores, bajo sus aguas da cobijo a salmones, sábalos y siluros, mientras que por el aire atrae a charranes, garcetas y águilas pescadoras.

placeholder Una hermosa travesía en toue, los barcos tradicionales del Loira. (ODT Touraine)
Una hermosa travesía en toue, los barcos tradicionales del Loira. (ODT Touraine)

Todo esto se puede aprender en una travesía en toue, que es como se llama a los barcos tradicionales de este río, comandados por los barqueros de Vents d’Galerne, quienes añaden al paseo la degustación de productos típicos. Un gastrocrucero maravilloso en el que no faltan los vinos del lugar. Y es que Turena también se distingue por sus estupendos vinos, que tienen la particularidad de elaborarse en bodegas trogloditas.

Una de ellas es Vignoble de la Jarnoterie, en Saint-Nicolas de Bourgueil, que no solo permite una visita a sus viñedos, sino también una incursión en sus laberínticas cavernas a veinte metros de profundidad.

La ciudad hedonista

Hablamos de Tours, la capital de la provincia. Una ciudad joven, abierta y vibrante en la que se practica sin pudor el art de vivre francés. Aquí encontramos de todo: un bonito centro medieval, parques refrescantes, interesantes museos de arte y una de las mejores catedrales góticas de Francia. A todo ello se suma una ajetreada universidad que acoge a unos 30.000 estudiantes.

placeholder La animada plaza Plumereau de Tours. (ADT Touraine)
La animada plaza Plumereau de Tours. (ADT Touraine)

En Tours, cuna del ilustre novelista y dramaturgo Honoré de Balzac, hay que contagiarse del espíritu alegre y desenfadado. Y nada mejor que hacerlo en sus típicas guinguettes que, más que unas terrazas de verano junto al río, son todo un punto de encuentro de la creatividad: música, cine, gastronomía, teatro, arte, actividades infantiles… Todo tiene lugar al aire libre, siempre a la vera del Loira.

El Loira, ese río que exhibe mil kilómetros de recorrido y dos mil años de historia, ese sueño de la nobleza francesa que levantó en sus orillas los castillos más elegantes de Europa, atraviesa en su tramo central la llamada provincia de Turena, un territorio tan discreto y silencioso como cargado de atractivos. Aquí todo resulta sereno y hermoso, armónico e impecable. En este rincón al que se accede en tren desde París en menos de una hora, nada perturba el sosiego de la naturaleza ni la belleza de los pueblos.

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