En su estudio en la calle Princesa redibujan las vidas de sus clientes, una oficina que reconocen no pisar más que uno o dos días a la semana porque se pasan el día de obra en obra. “Por las mañanas vamos de proyecto en proyecto y por las tardes nos organizamos desde donde podemos. Cuando viene un cliente, cada una diseña un proyecto y luego lo ponemos en común. Cuando ya está aprobado, nos lo asignamos entre nosotras”.
Cuando les pregunto cuántas obras tienen en la actualidad, sacan sus ordenadísimas agendas Moleskine, dignas de fotografiar, también, y cantan casi al unísono: “Tenemos dos obras en Sevilla, un palacete en Sant Cugat del Vallés, dos en Miami…”, y así una larga retahíla de clientes a los que se dedican en cuerpo y alma. Y dicen que ya no les tiembla el pulso a negarse a aceptar más. “Queremos que lo que hacemos salga impecable, preferimos decir no a incumplir con un cliente”, aclara Adriana. “Al principio hacíamos todo juntas, pero llega un momento que ya tenemos tanto volumen que no damos abasto, ahora solo hacemos obras integrales con decoración. Hemos tenido que aprender a decir que no a algunos proyectos con todo el dolor de nuestro corazón”, añade.