Imposible olvidar a Antonio Banderas, el actor español de mayor proyección internacional, en papeles tan diferentes, en registros tan amplios y llenos de matices: El Zorro, vampiro, El Che, Picasso… y hasta felino de animación compañero de andanzas de Shrek.
Debajo de tantas pieles que habita, de tantos personajes que encarna, late siempre su auténtico yo: su condición de malagueño. No hay interpretación, ni personaje que estudiar, ni guión, ni tomas falsas en esta identidad auténtica de malagueño de bandera.
Un actor que presume como pocos de su ciudad natal allá donde va, Málaga es para Banderas, “un sueño hecho realidad”, en sus propias palabras. Y podría decirse que a la inversa también funciona: Banderas es para Málaga algo similar. Embajador natural de la ciudad, lo es ahora también de una de sus marcas más señeras, Larios. Un match perfecto con mucho en común.
Nacida en Málaga en 1866, Larios da nombre a la arteria principal de la ciudad, Marqués de Larios, considerada por los historiadores como una de las calles más elegantes del siglo XIX en España. La avenida se engalana en las grandes citas -Navidad, Semana Santa, Festival de cine…- y ofrece algunas direcciones “de paso obligado” para malagueños y visitantes, como Lepanto, Casa Mira o el pasaje de Chinitas.
Con siete años Banderas ya era cofrade y salía por la calle Larios. Muchos años después, y con tantos sueños cumplidos, veía desde un balcón las procesiones, en unas imágenes que darían la vuelta al mundo. De la calle Larios a Hollywood y de Hollywood a la calle Larios. En esta vida de película, Málaga siempre ha estado muy presente, hoy más que nunca, tras establecer de nuevo en ella, su residencia. Málaga ciudad, Málaga sueño, Málaga como forma de entender la Buena Vida de la que es emblema y por la que apuesta Larios, la calle, la ginebra.