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El beso más importante y la "cara de nada" de Greta Garbo cumplen 90 años
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LA REINA CRISTINA DE SUECIA

El beso más importante y la "cara de nada" de Greta Garbo cumplen 90 años

La película en la que la leyenda del cine besa a otra mujer cumple nueve décadas. Repasamos las anécdotas, las gracias y desgracias de una obra maestra

Foto: Garbo, en el momento de la abdicación de 'La reina Cristina de Suecia'. (CP)
Garbo, en el momento de la abdicación de 'La reina Cristina de Suecia'. (CP)

"Su sobrenombre de Divina apuntaba menos a traducir un estado superlativo de la belleza que a la esencia de su persona corporal, descendida de un cielo donde las cosas se conforman y acaban con la mayor pureza". Palabra del crítico francés Roland Barthes sobre el rostro de Greta Garbo en 'La reina Cristina de Suecia'. Cualquiera que haya visto la película; cualquiera que haya comparado a la estrella con el personaje histórico sabrá que la verdadera monarca no poseía ni la mitad de la belleza que la Garbo. Empero, durante 90 años (los que cumple la película estos días) nuestra imagen de aquella reina, que abdicó del trono en el siglo XVII para irse a vivir al Vaticano, de aquella mandataria amante de las artes de la cual decían que era lesbiana, ha sido la de la mítica actriz. La reina Cristina ES Greta Garbo.

Estrenada en diciembre de 1933, 'Queen Christina' fue una película especial para la Garbo por muchos motivos. Su contrato con la Metro-Goldwyn-Mayer había finalizado tras el éxito de 'Gran Hotel' (1932) y ella aspiraba a mejores empresas que las de interpretar a vampiresas. Eso es lo que le aconsejaba su amiga, confidente y guionista, Salka Viertel. Tras volver a su Suecia natal, harta de los fastos de Hollywood, de cambiarse el nombre cada vez que se alojaba en un hotel para huir de los paparazzi, la estrella quiso mejorar sus condiciones.

Tras negociar con un titán como Louis B. Mayer, la cabeza pensante de la Metro, la Divina volvió al trabajo con el mejor proyecto posible: encarnar a la reina que había manejado los designios de su país natal, Suecia, en la época barroca. Lo tenía todo para estar cómoda con el proyecto (algo muy importante para una misántropa de tomo y lomo como ella): la guionista sería precisamente su amiga Salka Viertel y el director de fotografía, su habitual William Daniels. Además, interpretaba a un personaje que iba más allá de las habituales 'vamp' de las que abominaba y llevaba ropa de hombre durante gran parte del metraje. Para mayor motivación, formaba parte de la historia de su nación, de la cual tenía morriña desde que se trasladó a Estados Unidos.

placeholder Garbo, en un fotograma publicitario de la película. (CP)
Garbo, en un fotograma publicitario de la película. (CP)

No lo tuvo fácil una producción como 'Queen Christina'. Uno de los obstáculos fue elegir al protagonista masculino. Para ser partenaire de la Garbo no valía cualquiera. En principio, un jovencísimo Laurence Olivier interpretó al embajador español que enamora a la reina, en el que iba a suponer el debut hollywoodiense del actor británico. Pero su química con Greta era nula.

Ella, consciente de su poder, quiso recuperar para esta película a su viejo amante y compañero de tantos filmes, el ya pasado de moda John Gilbert. El estudio no estaba de acuerdo, ya que repudiaban la voz aflautada (o supuesta, ya que muchos creen que fue manipulada a posta para hundir su carrera), que había alejado al galán del cine sonoro, que lo había convertido en una reliquia del cine mudo. Pero la Garbo se salió con la suya y el intérprete, alcohólico y en la ruina, encarnó a don Antonio Pimentel, el españolito que seduce a la reina.

También hubo problema con el final y con cuánto se mostraba y cuánto no de la ambigua sexualidad de la monarca. 'La reina Cristina de Suecia' se filmó un año antes de que entrase en vigor el Código Hays, el reglamento de autocensura del cine norteamericano. En muchos sentidos, se podría decir que la película fue la causante de ese código. En una secuencia, la soberana planta un beso en la boca a su doncella. En otra, el embajador español la confunde con un hombre y pasa la noche con ella en una posada, sin saber que en realidad se trata de una mujer y que, para colmo, es la mismísima reina de Suecia. Cuando ella y él se enamoran en esa misma estancia, algún criado despistado piensa que se trata de dos hombres que han tenido sexo. "Moriré como un soltero", dice ella en otro momento. Con estos datos, no es de extrañar que el colectivo LGTBIQ+ considere la cinta como una de las presencias más significativas del colectivo en el cine clásico. Cine queer en toda regla.

placeholder Garbo y Gilbert, en la secuencia en la que la reina se aprende de memoria la habitación. (CP)
Garbo y Gilbert, en la secuencia en la que la reina se aprende de memoria la habitación. (CP)

Dirigida por Rouben Mamoulian, maestro de la composición (muchos de los planos remiten a la pintura de Murillo), de las sombras y de la sutileza, la película se topó con productores que poco o nada sabían de arte. Por ejemplo, Louis B. Mayer, que pensaba que los claroscuros eran cosa de obras de un museo y no de una película en la que habían invertido una buena suma de dinero. El productor principal, el mítico Walter Wanger, sí estaba de acuerdo, por ejemplo, con ese momento mágico en el que la reina se aprende de memoria la habitación en la que ha hecho el amor con su amado. También con el desenlace trágico de la historia: Pimentel muere y la reina marcha en barco sola, con un "viento favorable". Un final abierto que deja a la imaginación del espectador si está triste, alegre o maldita. "Pon cara de nada" fue la única indicación que le dio Mamoulian a la Garbo cuando tuvo que interpretar la escena.

placeholder La actriz, en pleno rodaje de la secuencia final con Mamoulian al fondo. (CP)
La actriz, en pleno rodaje de la secuencia final con Mamoulian al fondo. (CP)

Muchos años después, ella se tomó con humor el momento en el que Su Majestad se despide entre lágrimas de su amado, que ha caído muerto tras una lucha de espadas. En una película llena de primeros planos, el de la Garbo llorando por su amor perdido era, sin duda, uno de los más significativos. Cuando Anthony Hopkins le preguntó a la actriz en qué estaba pensando para llorar así, ella le respondió lacónica, como de costumbre: "En que tenía hambre y en qué iba a comer cuando acabásemos de rodarla". En época de 'happy endings', el desenlace con la reina oteando el horizonte, como si ella misma fuese el mascarón de proa del barco, fue considerado uno de los más emotivos y transgresores de aquellos años. Todavía hoy, sigue siendo un final poético que se incluye en cualquier buen resumen de la historia del cine.

"La Garbo mostraba una especie de idea platónica de la criatura y esto explica que su rostro sea casi asexuado, sin que por ello resulte dudoso. Es cierto que la película (alternativamente, la reina Cristina es mujer y joven caballero) se presta a esa indivisión, pero allí la Garbo no realiza ninguna actuación de travesti: siempre es ella misma, un fingir lleva bajo su corona o bajo sus grandes sombreros gachos el mismo rostro de nieve y soledad", escribía Barthes. Parte de la magia de 'Queen Christina', aparte de sus diálogos inteligentes sobre la soledad del poder, el amor ("La libertad de amar es mía", dice solemne Greta Garbo en un instante de la cinta) o del ser diferente, residen en la cara de su protagonista. Éxito en su día, aunque no cubriese las expectativas, hay quien dice que 'La reina Cristina de Suecia' es la mejor película 'Pre-Code' y la mejor de la carrera de la Garbo.

Cine queer, película adelantada a su tiempo, la joya de la corona de la filmografía de Greta ha soportado bien el paso del tiempo. "Cuando la ves, sientes ganas de protegerla y abrazarla a ella", dijo en una entrevista Daniel Selznick, nieto del mítico David O. Selznick. Puede que esa indefensión, la poética frágil de la que fuese la mayor estrella del cine, sea la clave de una película arriesgada y sublime que nos sigue fascinando.

"Su sobrenombre de Divina apuntaba menos a traducir un estado superlativo de la belleza que a la esencia de su persona corporal, descendida de un cielo donde las cosas se conforman y acaban con la mayor pureza". Palabra del crítico francés Roland Barthes sobre el rostro de Greta Garbo en 'La reina Cristina de Suecia'. Cualquiera que haya visto la película; cualquiera que haya comparado a la estrella con el personaje histórico sabrá que la verdadera monarca no poseía ni la mitad de la belleza que la Garbo. Empero, durante 90 años (los que cumple la película estos días) nuestra imagen de aquella reina, que abdicó del trono en el siglo XVII para irse a vivir al Vaticano, de aquella mandataria amante de las artes de la cual decían que era lesbiana, ha sido la de la mítica actriz. La reina Cristina ES Greta Garbo.

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