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Gastronomía local y playas infinitas, la combinación imbatible de la paradisiaca Fuerteventura
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Gastronomía local y playas infinitas, la combinación imbatible de la paradisiaca Fuerteventura

Vueling ofrece hasta 20 conexiones semanales para disfrutar de la belleza natural, vida salvaje y manjares autóctonos propios de una de las islas más auténticas de Canarias

Foto: Fotos: Cedidas por el Patronato de Turismo de Fuerteventura y iStock
Fotos: Cedidas por el Patronato de Turismo de Fuerteventura y iStock

Un paraíso con 355 días de sol al año, una temperatura media anual de 21 grados y 150 kilómetros de playas de fina arena blanca bañadas por aguas que poco tienen que envidiar al Caribe. La cuarta isla más poblada del archipiélago canario, declarada Reserva de la Biosfera, es algo más que una imagen de postal o ese paraíso soñado en el que recalar para reconectar con su asombrosa naturaleza. Tiene paisajes de dunas, espléndidos arenales, pequeñas calas, playas perfectas para practicar kitesurf y windsurf, arrecifes naturales y enclaves salvajes.

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Pero también pueblecitos encantadores llenos de sabor y de historia, como Betancuria, la primera ciudad de Fuerteventura, fundada en 1404, de aspecto colonial y con un interesante casco histórico y algunas de las ermitas más antiguas de la isla, como la de Nuestra Señora de la Peña, que alberga la imagen de la patrona de Fuerteventura.

Asimismo, cuenta con varias queserías que elaboran de manera artesanal el queso majorero -hecho a base de leche de cabra- producto estrella de la isla y el primer queso del archipiélago con denominación de origen.

Gracias a su apuesta por el producto fresco y de proximidad, la gastronomía local se ha convertido, junto al clima y sus playas, en uno de los principales atractivos para visitar la isla; y también uno de los motivos por los que Vueling apuesta por el destino en cualquier época del año, ofreciendo conexiones desde diferentes puntos de la Península.

Sabores con siglos de historia

Para entender la esencia de la comida típica de Fuerteventura hay que remontarse a sus primeros pobladores, fueron los aborígenes canarios los que impregnaron la isla de sabores con tantos matices. Conocida como el granero de las Islas Canarias, siempre ha sido rica en agricultura, pero también en ganadería, exportaba cabras y camellos a otras islas e incluso a África. Toda esta riqueza está en la base de un recetario que encuentra en el pescado una de las materias primas principales de buena parte de sus recetas, lo mismo que el gofio, las papas arrugadas (o arrugás), la carne de cabra y, el producto estrella, el popular queso majorero. La comida típica de Fuerteventura abre la puerta a una experiencia gastronómica auténtica, local, única y cada vez más valorada.

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En cualquier restaurante tradicional en cualquier punto de la isla, hay un alimento casi obligado que no es otro que el gofio. Esta comida típica es parte del legado de los aborígenes canarios, una harina tostada de trigo o millo a la que se añade una pizca de sal. Puede tomarse con leche, amasado o completando la preparación de un postre. Hasta hace pocas décadas la elaboración del gofio se realizaba en las casas. Cada hogar contaba con un pequeño molino de mano, donde se llevaba el grano ya tostado para realizar la molienda. Todavía podemos ver alguno de estos artilugios en el nuevo Museo Arqueológico de Fuerteventura, en el Centro de los molinos de Tiscamanita, y en diversos yacimientos arqueológicos de la isla.

Otro plato que no falla son las papas arrugadas, todo un clásico de la gastronomía canaria, que consigue su aspecto singular porque se saturan de sal en el momento de cocinarlas. Según la tradición local, hay que tomarlas bien calientes y acompañadas de mojo verde o mojo picón.

Materia prima de alta calidad

El pescado es una de las materias primas favoritas de la gastronomía de la isla, obviamente, por su estrecha relación con el mar. Su recetario es rico, e incluye deliciosas cazuelas de pescado a base de gofio, lapas, mejillones, burgados y caracolillas. Explorar los pueblos pesqueros se ha convertido en una de las mejores experiencias de la isla, como Cotillo, Corralejo o Puerto del Rosario, para disfrutar en ellos del pescado recién sacado del océano, desde la famosa vieja hasta la lapa. Los productos frescos del mar son una delicia y hay para todos los gustos.

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Otro de los imprescindibles de la gastronomía local es la carne de cabra, el animal más emblemático de la isla, por lo que todos sus derivados están muy presentes en su gastronomía y también en sus paisajes, sobre todo en las zonas más deshabitadas de la isla y en los pueblos del interior. Su producto estrella es, como ya mencionamos, el queso majorero. Sus orígenes se remontan a hace más de dos mil años, momento en el que los guanches encontraron en esta exquisitez un auténtico tesoro. La tradición pastoril forma parte de la esencia de esta isla. En sus paisajes áridos de suaves relieves crece flora de tipo arbustivo que hace las delicias de la cabra majorera. Este nutritivo pasto es el responsable de la alta calidad de su leche y, como consecuencia, del queso majorero, reconocido nacional e internacionalmente en certámenes especializados.

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Los amantes del queso disfrutarán especialmente de las rutas en torno a este manjar local. Diversas queserías están abiertas al público, ofrecen visitas y catas y hasta se puede disfrutar de excursiones por los áridos paisajes para observar cómo pastan las cabras majoreras. El queso tiene su propio museo. En la localidad de Tefía, uno de los pueblos más pintorescos, se puede visitar el interesante y peculiar Ecomuseo de La Alcogida. Y es peculiar porque es un museo vivo: el visitante puede ver cómo trabajan los artesanos de la isla en sus diferentes oficios e incluso interactuar con ellos. Permite conocer la vida del campesino majorero desde el siglo XIX hasta casi nuestros días e incluye una buena representación de la fauna doméstica de la isla, como cabras, burros o camellos; y otra tanta de flora: tuneras, tabaibas y palmeras conviven en el árido paisaje.

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Además, ofrece la oportunidad de descubrir el sistema de recogida de agua, los hornos de pan o antiguas eras. En La Oliva se puede visitar el Museo del Grano, para entender la importancia de este en la historia y la cultura de la isla, y cómo se entrelaza con su belleza natural. En Guisguey se puede observar también el sistema de gavias utilizado para aprovechar las lluvias en este terreno asombroso y casi desértico y es un buen sitio para degustar platos tradicionales como el puchero, la carne compuesta (ambos de cabra), los potajes de legumbres y las papas arrugadas.

El paraíso más cerca que nunca

Todas estas experiencias tan auténticas que hacen de Fuerteventura una isla única, combinadas con sus playas más conocidas, como Cofete, Garcey o Corralejo, con dunas de arena blanca y aguas cristalinas, son ahora mucho más accesibles gracias a las rutas operadas por Vueling. La compañía ofrece conexiones con Fuerteventura desde Barcelona, Bilbao, Málaga, Santiago de Compostela y Sevilla.

Un paraíso a un par de horas de vuelo con la rapidez relación calidad precio de Vueling, que ofrece una media de 20 vuelos al día desde estos destinos en diferentes franjas horarias, pensando en la comodidad del pasajero. Nunca el paraíso gastronómico y natural ha estado tan próximo ni se ha llegado a él de una forma tan cómoda, con conexiones directas desde diferentes aeropuertos de España gracias a la compañía.

Un paraíso con 355 días de sol al año, una temperatura media anual de 21 grados y 150 kilómetros de playas de fina arena blanca bañadas por aguas que poco tienen que envidiar al Caribe. La cuarta isla más poblada del archipiélago canario, declarada Reserva de la Biosfera, es algo más que una imagen de postal o ese paraíso soñado en el que recalar para reconectar con su asombrosa naturaleza. Tiene paisajes de dunas, espléndidos arenales, pequeñas calas, playas perfectas para practicar kitesurf y windsurf, arrecifes naturales y enclaves salvajes.

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