Miguel Caravaca o la disrupción: “El arte y la pintura, cuanto más salvajes, mejor”
El artista plástico madrileño, tras aceptar el reto planteado por IQOS, sorprende a los habituales del barrio de Salamanca con un lienzo de nueve metros en una de las esquinas más codiciadas de Madrid
Si hay una disciplina, dentro del mundo del arte, que permite al creador romper con todo lo establecido para imponer sus propias reglas, esa es la pintura. Desde Cézanne, Gauguin o Seurat han sido muchos los genios pictóricos que optaron por obedecer a su propio instinto, huyendo de las normas imperantes en cada momento. Ahí están también artistas mucho más recientes como Keith Haring, Marina Abramović…
Y quién mejor que el madrileño Miguel Caravaca, pensarían con acierto en IQOS, para enfrentarse a uno de sus ya famosos retos con Game Changers. Ya sabes, esas personas que no abundan y que no se conforman con cambiar las reglas del juego, sino que se proponen ir un paso más allá. ¿Cómo? Inspirando a otros y animándoles a seguir su estela.
Pues bien, tras hacer lo propio con territorios como el arte y la música, los creadores del innovador dispositivo que calienta tabaco, en lugar de quemarlo, decidieron transformar, temporalmente, su icónica boutique de la calle Serrano en un lienzo en blanco que Caravaca terminó convirtiendo en “un Tetris totalmente diferente y nunca visto”. Sirva esta imagen para entender de qué estamos hablando.
Una experiencia, sin duda, que sacó de su zona de confort —incluso los 'Game Changers' la tienen— al diseñador gráfico de formación que lleva años fusionando conceptos a priori antagónicos: la tragedia griega con el punk o el culto eclesiástico, el cubismo con el pop art o el arte urbano.
“Ha sido una rotura de reglas total. Encontrarte con una fachada de nueve metros y unos espacios de dimensiones tremendas, era algo que a lo que nunca me había enfrentado”, comenta un Caravaca que aún sigue maravillado con el reto que le han planteado y que se enmarca dentro de la serie 'IQOS Game Changers'.
Lo mismo de siempre, pero diferente
Para llevar la hazaña a cabo se ha valido, como de costumbre, del arma que le ha acompañado durante toda su carrera: la pintura acrílica. Es la que ha hecho posible que su colorista propuesta haya llegado a ferias de arte contemporáneo como Urvanity, se haya colado en subastas de la mano de Durán o haya contribuido a causas benéficas para Unicef, Global Gift Foundation o IWC Schaffhausen.
Ahora, dentro del apartado de colaboraciones con prestigiosas marcas, hay que incluir el arsenal de accesorios que ya está a disposición de todos aquellos fumadores adultos que han decidido optar por una mejor alternativa, dejando atrás los cigarrillos convencionales gracias a un novedoso dispositivo que te invita a romper las reglas e inspirar el cambio.
Todos ellos han sido personalizados por el propio artista y se entregan en cajas exclusivas y únicas que siguen ese estilo rupturista que se ha adueñado de la boutique IQOS de Serrano esquina con Goya. “El arte y la pintura no tienen que tener reglas, de eso se trata. Y creo que cuanto más salvaje sea, mejor”, sostiene el madrileño, que reconoce haberse inspirado en otros 'Game Changers' de la historia, como Miró o Picasso.
“Intento romper las reglas para poder avanzar”, argumenta antes de admitir que ha sido la primera vez en su carrera que trabaja sobre un material con formas que consigue evocar, a través de reflejos y destellos, las luces y el frío característicos de esta época del año. “He pintado sobre metacrilatos, y creo que esto le da ese punto de improvisación y de frescura”. Y añade: “Cuando todo está encorsetado, se nota. El arte no es matemáticas, es todo lo contrario, por eso he intentado que sea una obra que impacte”.
'Game Changer' desde la infancia
Conviene recordar que nuestro invitado, nacido en el barrio de La Latina en 1979, ya hacía méritos para convertirse en 'Game Changer' siendo aún muy joven. Sirva como ejemplo la experiencia vivida cuando tenía solo 11 años, después de que su madre decidiera apuntarle a una academia de dibujo que exigía superar una prueba de acceso que, a la postre, le terminaría marcando para el resto de su vida. Al menos, la profesional.
El reto en cuestión consistía en presentar un busto romano en carboncillo. Y no sabemos a ciencia cierta qué es lo que presentó el pequeño Caravaca, pero muy probablemente distaba muchísimo de los trazos realistas que esperaban encontrarse los profesores. Así que no les quedó otra que echar para atrás su admisión en el centro, lo que llevó al joven Miguel a aparcar para siempre la pintura. O, al menos, eso pensaba en aquel momento.
Entonces aún no era consciente, pero en realidad acababa de iniciar un camino —solo de ida— que no ha dejado de transitar hasta la fecha. Y con el paso de los años encontraría en Goya y Velázquez a esos referentes que tampoco le abandonarían jamás. Y empezaría a rellenar huecos con otras muchas pasiones, que van desde el flamenco a la ópera, sin renunciar a la Semana Santa, con su correspondiente imaginería bíblica, y —cómo no— su querido Madrid. Ese que ha servido de escenario para su aventura más reciente (que no la última).
Si hay una disciplina, dentro del mundo del arte, que permite al creador romper con todo lo establecido para imponer sus propias reglas, esa es la pintura. Desde Cézanne, Gauguin o Seurat han sido muchos los genios pictóricos que optaron por obedecer a su propio instinto, huyendo de las normas imperantes en cada momento. Ahí están también artistas mucho más recientes como Keith Haring, Marina Abramović…
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