Bilbao recupera su joya art déco: bienvenidos al renacimiento del mítico café Boulevard
Aitaren Boulevard, nuevo restaurante del bocho, obra del estudio de diseño Verno, se ha convertido en tiempo récord en el mejor sitio para ver y dejarte ver mientras disfrutas de carnes de calidad. ¡Marchando una de chuletones y art déco!
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De las muchas ciudades de España que adoramos: Cádiz, San Sebastián, Barcelona, Oviedo, Sevilla, Santiago de Compostela, Madrid… Nuestra preferida es Bilbao, ese Gran Bilbao que es la suma de los municipios que asoman a las márgenes del Nervión y que, en su conjunto, es el más interesante compendio de contradicciones, tanto arquitectónicas como relativas a la renta media anual de sus habitantes. Bilbao es una ciudad de grandes contrastes y el mejor ejemplo de reinvención urbana.
La vida nos llevó hasta Bilbao para formalizar con un título lo que ya éramos, periodistas. Tomamos posesión de nuestro piso compartido el día exacto en el que la ciudad empezó a cambiar, hace justo 35 años.
Bilbao era una ciudad gris, sucia e inquietante. Nos gustaba imaginar, cuando el tren atravesaba, casi literalmente, el Horno Alto de Sestao, que, como Harrison Ford, nosotros también vivíamos en la distopía de ‘Blade Runner’. La imagen del acero incandescente precipitándose sobre moldes gigantes es uno de esos recuerdos que atesoramos en nuestra carpeta de los momentos únicos. Viene a cuento añadir que la arquitectura industrial es una de nuestras pasiones.
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Bilbao daba miedo porque la violencia estaba ahí, en los perfiles de cuerpos caídos pintados sobre las aceras que, sin darte cuenta, pisabas al caminar; en los grafitis amenazadores que tatuaban la piel de toda la ciudad; en las movidas, extremas y continuas, que te acorralaban como a un ratón en el laberinto de las Siete Calles, o en el falso juego de lo “léxicamente correcto” a la hora de, por ejemplo, hablar de tu procedencia. Bilbao era salvaje y, en verdad, lo confesamos, eso nos gustaba.
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Y empezaron los anuncios: el Guggenheim de Frank Gehry, el Euskalduna de Soriano y Palacios, el metro de Norman Foster, las torres de Arata Isozaki, la Alhóndiga de Philippe Starck, el nuevo San Mamés de César Azcárate o el Zubizuri de Santiago Calatrava —resbalones y pasarelas en litigio al margen—.
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Bilbao se convirtió en la ciudad más moderna de España, en la capital de un nuevo orgullo vasco, discreto, ilustrado y tremendamente eficaz. La beligerancia cesó y una nueva ilusión lo iluminó todo, sin alardes, por más que las bilbainadas sigan haciéndonos reír.
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El renacer de El Boulevard
Todo lo anterior viene a cuento por culpa de unas fotografías —las que ilustran esta página— que nos han hecho viajar al pasado, primero, y alegrado especialmente, después. Bilbao tenía tres grandes cafetones de aires decimonónicos; maravillosos los tres: El Iruña —que sobrevive orgulloso en Jardines de Albia—, La Granja —que desapareció de la Plaza Circular tras desafortunados intentos de reinvención— y El Boulevard, protagonista único de esta remembranza arquitectónica que vuelve a brillar gracias a Félix Parte y su hijo Aitor, familia de emprendedores bilbainos con un envidiable bagaje de éxitos previos en restaurantes como La Olla, Markina, El Globo, Toma y Daka o Amaren.
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El Boulevard, inaugurado en 1871, refugio de tertulianos —Miguel de Unamuno, Ortega y Gasset o Ramiro de Maeztu y Whitney eran habituales—, pactos y romances, vuelve a brillar, incluso más que antes, en el número 3 de la calle Arenal. Cerca de él, ese orgulloso vecino con hechuras de pastelito neobarroco que es el Teatro Arriaga.
El mítico Boulevard reabre hoy sus puertas como Aitaren Boulevard, un restaurante de carnes, y lo hace recuperando su maravilloso espíritu arte déco, un proyecto exquisitamente afrontado por el estudio de interiorismo Verno.
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El principal desafío de Verno pasó por destapar la esencia arte déco del espacio, respetando sus estructuras y añadiendo un plus que potenciase el estilo: papeles pintados y textiles geométricos y lámparas XXL inspiradas en el Empire State Building. Dorados, más dorados y mucho glamour.
En esta obra se han respetado y restaurado los elementos estructurales más destacados del espacio: suelos de mármol, estucos, vidrieras plomadas (firmadas por Luis Lertxundi) y barandillas de época. Al mismo tiempo se han realzado elementos como las molduras en color oro y los espejos de las paredes.
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Verno ha sabido aportar el necesario aire contemporáneo con nuevos diseños ad hoc en mesas de mármol (inspiradas en las originales), sillas o lámparas que rinden homenaje al también llamado edificio de oficinas más famoso del mundo.
Además, han incluido papeles pintados y tapicerías con juegos geométricos, tan característicos de esta corriente de principios del siglo XX. Priman el oro y los tonos oscuros, que realzan su sofisticación gracias a una estupenda y muy bien concebida iluminación, cálida e íntima.
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Dos ambientes, dos cartas
Aitaren Boulevard consta de dos plantas, lo que ha permitido dividir el local en dos tipos de cartas. La superior, con capacidad para 54 comensales, está especializada en chuletas de vaca y buey preparadas como en Bilbao gusta. La planta baja, en cambio, tiene una propuesta más desenfadada y joven, con mesas en las que degustar hamburguesas de buey y estupendos pintxos.
Bilbao, Bilbao, Bilbao.
De las muchas ciudades de España que adoramos: Cádiz, San Sebastián, Barcelona, Oviedo, Sevilla, Santiago de Compostela, Madrid… Nuestra preferida es Bilbao, ese Gran Bilbao que es la suma de los municipios que asoman a las márgenes del Nervión y que, en su conjunto, es el más interesante compendio de contradicciones, tanto arquitectónicas como relativas a la renta media anual de sus habitantes. Bilbao es una ciudad de grandes contrastes y el mejor ejemplo de reinvención urbana.