Quentin Gas, el último milagro de la música española: “Si no hay belleza, no hay nada”
Pertenece a una familia muy flamenca, pero creció devorando discos en inglés. 'El mundo se quema', su tercer álbum, es arte en mayúsculas, consecuencia de mil y una influencias. Pronto, todo el mundo hablará de él
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‘El mundo se quema’ es, muy probablemente, el mejor y más valiente disco de 2024. Su autor, Quentin Gas (Sevilla, 1982), es ese tipo de diamante, hermoso y puro, con el que uno se topa justo cuando todo le empezaba a sonar a todo. Por eso, quizá, entre la futilidad imperante, entre tanto copia y pega, encontrarse con un artista que navega a contracorriente, con el viento en popa a toda alma, es más que un lujo.
Nacido y criado en Sevilla, sus raíces y buena parte de su familia están en Lebrija. Su madre es la mítica bailaora Concha Vargas y su tío, el no menos célebre Juan Peña 'El Lebrijano'. Su carrera se divide en dos etapas: una primera en solitario —en la que grabó algunas canciones sueltas— y la presente, en la que ya lleva tres álbumes desde 2017.
Quentin Gas es hijo del rock experimental, el psicodélico y el sinfónico. Su música suena a pasos de Semana Santa, a Medina Azahara, a Triana y, si nos apuran, a su tío, El Lebrijano. Pero también es Kasabian, Jimi Hendrix o The Rolling Stones. Igualmente, la electrónica forma parte de su entendimiento. En concierto, si se lo propone, puede convertirse en el gitano de la cabra y hasta lanzarse al público para nadar en un mar de cabezas.
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“Mi nombre real es Quintín Vargas. Cuando era joven, con 20 años o así, solo escuchaba música anglosajona. Mi 'mood' eran las bandas inglesas y americanas. La música española no me gustaba nada, me daba hasta coraje. Así que me puse el nombre en inglés y el Vargas lo dejé en Gas”, explica nuestro protagonista en su última visita a Madrid, ciudad de la que salió por la puerta grande de la sala de conciertos El Sol.
PREGUNTA. ¿Lo tuyo es vocación o revelación?
RESPUESTA. Siempre he querido, desde que tengo uso de razón, dedicarme a la música. Vengo de una familia de artistas muy arraigada. Crecí viendo a mi madre bailar sobre el escenario, de un teatro a otro, yendo de acá para allá, y yo, entre bambalinas. Me encantaba todo lo que significase espectáculo, lo que pasa es que, por lo que sea, no agarré bien el flamenco y me fui a otro extremo”.
“Vengo de una estirpe de flamencos puros, pero a mí el flamenco me aburría. Sigo sin entender qué pudo pasar”
Si la vida hubiese sido lógica, yo tendría que haber sido bailaor o guitarrista de flamenco, pero en plan jondo. No sé, un Tomatito, algo de raíz. Pero la vida es caprichosa y nunca sabes por dónde te va a llevar. Admiro a mi madre, a mi familia, todos gitanos, pero lo que hacían ellos no era para mí. Vengo de una estirpe de flamencos puros. En casa, por ejemplo, no se escuchaba a Los Chichos ni las rumbas de Camarón; se escuchaba a Antonio Mairena, a Juan Talega o a El Lebrijano, y yo me aburría. En verdad, sigo sin entender qué pudo pasar.
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P. Quizá el pequeño Quintín encontró su sitio por oposición al de sus padres. En cualquier caso, hoy formas parte del exclusivo y muy talentoso club del indie y la contracultura andaluza. ¿Cómo te las arreglaste para llegar a esa escena?
R. Empecé a juntarme con chavales que no tenían nada que ver con la cultura gitana. Crecí entre dos mundos. Llevaba una doble vida. (Risas). Nos íbamos a conciertos, a festivales. Empecé a vestir como mis ídolos.
P. Irónicamente, y pese a la síntesis de todas las influencias anglosajonas que te hace único, el flamenco sí forma parte de tu música, a tu manera, claro. ¿Te han criticado mucho los puristas?
R. A mí no, la verdad. Bueno, mi hermano, un poco, porque él es muy purista. (Risas). Mi hermano es un gitano bien plantado, un guitarrista increíble. Él me dice: “Me gusta la letra, pero quita la última frase”. (Risas). Cosas de la confianza.
“Empecé a juntarme con chavales que no tenían nada que ver con la cultura gitana. Crecí entre dos mundos. Llevaba una doble vida”
P. Tienes una capacidad para crear belleza fuera de lo común, compones melodías increíblemente hermosas —aunque, dicho así, suene cursi—. ¿De dónde procede esa luz?
R. Para mí, la melodía es lo más importante de una canción, en la voz y en los arreglos. Si no hay belleza, no hay nada.
P. En este último disco, 'El mundo se quema', tu tercer álbum como Quentin Gas y Los Zíngaros —banda que ha ido evolucionando en cuanto a componentes en los últimos años—, te has rodeado de colaboradores jóvenes y no tan jóvenes con muchísimo talento. ¿Cómo te las arreglas para encontrarlos?
R. Son gente a la que admiro profundamente, como Tomás de Perrate, nieto de Manuel Torres, uno de los creadores de seguiriyas más importantes que ha habido. Ahora mismo, para mí, Perrate es el mayor cantaor jondo de flamenco del mundo. Tiene ese tipo de mente privilegiada, abierta y maravillosa, que no abunda. Juntos hacemos la seguiriya del disco ('El penal') que, obviamente, viene envuelta en muchas capas más.
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P. También cuentas con la preciosa y portentosa voz de Miguelito García —en esa maravilla con forma de canción titulada 'Sakaïs'— y con músicos como Enzo Leep, Playback Marracas, Cristian de Moret, Curro Vargas, Noni Meyers, Anni B Sweet, Manu Flores, María Reina, Las Corralejas de Lebrija, Future Ark…
R. Sí, sí. Lo que he intentado en este disco es mostrar todo lo que soy, todo lo que hay, y en ese cometido he pedido ayuda a un montón de gente con muchísimo talento. En verdad, como nunca sabes lo que va a pasar, porque la vida da muchas vueltas, he intentado dejar un legado, que para mí es el fin último del arte. Hablamos de dieciséis temas absolutamente diferentes entre sí. Soy plenamente consciente de que no es un disco fácil en la primera escucha, pero es lo que soy y así he querido hacerlo.
“Mi vida no ha sido fácil, pero ahora sé quién soy y hacia dónde quiero dirigirme”
P. ¿En qué momento se cruza en tu vida Paco León y pide usar tu canción ‘Deserto rosso’ (2017) para uno de los momentos más icónicos de 'Arde Madrid' (2018)?
Todo lo que toca Paco se convierte en oro, y sí, 'Deserto rosso' es mi canción más oída. La cosa fue que una amiga me llama y me dice: “Paco León lleva toda la mañana oyendo tu música en Spotify”. Antes, si tenías tu cuenta de Spotify en abierto, la gente que te seguía podía ver qué estabas escuchando; creo que ya no se puede. Pues al día siguiente me llama el productor de la serie y me cuenta que Paco está flipado con ‘Deserto rosso’, que por favor la necesita para la serie y tal. Y así fue. Es un tipo encantador. Lo conocí más adelante, cuando me invitó a todas las fiestas de 'Arde Madrid'. Hubo como cuatro o cinco. En una de ellas, en Florida Park, subimos a tocar la canción junto a Niño de Elche.
“Conocí a Paco León más adelante, cuando me invitó a todas las fiestas de 'Arde Madrid'. Hubo como cuatro o cinco”
P. 'Deserto rosso' es una plegaria, un llanto del alma que, en determinado momento, provoca que se abran el cielo y el suelo y entren en escena la corte celestial al completo, o quizá sea el coro del averno. La belleza de ese instante es compleja de describir. Como autor, te preguntamos: ¿qué es ‘Deserto rosso’?
R. Intento que mi psicodelia flamenca sea lo más hermosa posible. La belleza es innegociable, tiene que estar en todo lo que hago. ‘Deserto rosso’ es un homenaje a Michelangelo Antonioni, el director. Soy un absoluto enamorado del cine de autor; siempre digo que la música es mi trabajo y el cine, mi pasión. La canción es un homenaje a su película de 1964 'El desierto rojo', protagonizada por Monica Vitti y Richard Harris. La película habla de la sensación de vacío a la que nos empuja este mundo cada vez más tecnológico y artificial, la canción también.
“Los cantos de ultratumba en ‘Deserto rosso’ son mi particular homenaje a György Ligeti y a Stanley Kubrick”
'Deserto rosso' es eso, pero también es Lorca, porque los primeros versos le pertenecen (extraídos del poema ‘Zorongo’). Es flamenco. Es kraut rock (rock experimental). Es psicodelia. Es György Ligeti y su banda sonora para '2001: Una odisea del espacio', de Stanley Kubrick, que, para mí, es el mayor genio de la historia del cine. Los cantos de ultratumba en ‘Deserto rosso’ son mi particular homenaje a Ligeti y a Kubrick.
Y no podemos dejar fuera de la ecuación la voz y el alma de Niño de Elche, que aún no era famoso. El martinete que canta es mi agradecimiento al cine de Antonioni. Dicho todo esto, ‘Deserto rosso’ nació de la forma más natural que te puedas imaginar, salió sola.
“La idea del fuego me pareció muy interesante, el mundo se quema, las ideas también son quemadas por nuevos inquisidores globales”
P. La religión, el imaginario católico, atraviesa todo el disco en canciones como ‘El mundo se quema’, ‘El Sermón de la Montaña’, ‘Amén’, ‘Virgen de los Dolores’… ¿Eres muy religioso o simplemente forma parte de tu ADN?
R. No soy religioso, pero sí me pareció interesante que las canciones guardasen cierta relación entre sí, sin pretender dar forma a una ópera rock ni nada parecido. No es un disco conceptual, el anterior —'Sinfonía Universal' (2018)— sí lo fue. La idea del fuego me pareció muy interesante, el mundo se quema, las ideas también son quemadas por nuevos inquisidores globales. El imaginario religioso se coló en algunas de las canciones, pero sin pretender ir más allá. Si alguien quiere ver algo más es libre para hacerlo.
“Estoy en un momento muy positivo: hay que hacer ruido, hay que trabajar y esforzarse”
P. Eres el autor de uno de los mejores discos de 2024 en España —para nosotros top 3—. Dicho esto, ¿qué tal se vive de la música ahora mismo? ¿Qué tal vives tú de la música?
R. Bueno, sobrevivo, la verdad. Antes de llegar hasta aquí, he tenido algunos altibajos, tanto económicos como personales. La mía no ha sido una vida fácil, pero sí hay algo que tengo muy claro a día de hoy: sé quién soy y hacia dónde quiero dirigirme.
Por cosas que pasaron y por la pandemia, el proyecto de Quentin Gas y Los Zíngaros ha tenido que estar seis años aparcado. Ahora estoy construyendo la banda de mis sueños, pero no es fácil. Si no alcanzas un nivel de fama alto, la gente acaba olvidándote. Dicho esto, estoy en un momento muy positivo: hay que hacer ruido, hay que trabajar y esforzarse, hay que sacar un disco nuevo el año que viene. Sé que con todo esto alcanzaré el sitio que me corresponde, no quiero ni más ni menos. No soy tremendamente ambicioso, tengo los pies en la tierra. Solo quiero vivir de la música.
“Sé que alcanzaré el sitio que me corresponde, no quiero ni más ni menos. Solo quiero vivir de la música”
P. ¿Qué te dice doña Concha Vargas, tu madre?
R. Mi madre es mi mayor fan. Le gusta todo lo que hago. Hay una anécdota graciosa sobre mi faceta más melódica, canciones sentidas que también compongo. Siempre que me escucha así, me dice: “Ay, hijo, si solo cantaras esto, te harías de oro”. (Risas). Quiere que venda muchos discos, como todas las madres.
‘El mundo se quema’ es, muy probablemente, el mejor y más valiente disco de 2024. Su autor, Quentin Gas (Sevilla, 1982), es ese tipo de diamante, hermoso y puro, con el que uno se topa justo cuando todo le empezaba a sonar a todo. Por eso, quizá, entre la futilidad imperante, entre tanto copia y pega, encontrarse con un artista que navega a contracorriente, con el viento en popa a toda alma, es más que un lujo.