La imagen más icónica de Marilyn Monroe cumple 70 años y nos dice mucho de su vida
El rodaje de la escena del vestido blanco en pleno Manhattan provocó un auténtico cisma entre la actriz y su entonces marido, el jugador Joe DiMaggio
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La noche del 15 de septiembre de 1954, medio Manhattan se fue a pasar un rato a Lexington Avenue. Docenas de personas luchaban por encontrar sitio cerca de las puertas del Trans-Lux Theatre. Tenían una buena razón. Alrededor de la 1 de la madrugada, allí estaban Billy Wilder, Tom Ewell y la explosiva bomba sexual que acaparaba todas las miradas: Marilyn Monroe.
Esa noche de rodaje, la rubia platino tenía que colocarse encima de una rejilla de metro para que su falda volase con el impulso del aire y dejase ver su ropa interior. Se filmaba la escena más mítica de 'La tentación vive arriba', comedia de orígenes teatrales (su autor era George Axelrod) de cuyo estreno se cumplen 70 años este 3 de junio. Dos antes, este mismo domingo, la leyenda habría cumplido la friolera de 99.
Durante la inmortalización de aquel momento replicado en mil bolsos y posters de todo pelaje, el ruido del lugar de filmación era ensordecedor. A las bocinas de coche y sonidos varios de la Gran Manzana, se sumaban los silbidos de docenas de varones en celo; señores a años luz del #MeToo.
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Tanto mirón acabó poniendo de los nervios a Joe DiMaggio, por entonces ídolo deportivo de América y marido de la actriz. Que tantos señores babeasen dirigiendo su vista hacia la ropa interior de su amada fue la gota que colmó el vaso. Aseguran que ese uno de los detonantes de un divorcio que se produciría pocos meses después.
Aquella madrugada también se cabreó, y mucho, Billy Wilder, que tuvo que tirar a la basura todo lo que había filmado debido a las contínuas interrupciones. La solución del director fue volver a recrear la misma escena en el 'backlot' de la Fox, una vez que el equipo volvió a la soleada California.
Lo que ni él ni la propia Marilyn imaginaron es que el momento falda pasaría a formar parte del imaginario colectivo. Todo un icono visual del siglo XX.
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Los estudiosos del noble arte de hacer películas se preguntan a menudo si la historia del Rodríguez neoyorquino que se queda solo, sin su mujer y su hijo, en plena ola de calor; el cuento moderno de ese hombre de mediana edad tentado por una sexy vecina de arriba, es una de las mejores películas del genio Wilder. Setenta años después de su estreno, algunos la consideran una insoportable oda al machismo y casi duele la imagen unidimensional de la protagonista, esa que tanto criticó la fallida 'Blonde' con Ana de Armas como protagonista.
Sin embargo, la estampa de Marilyn con una vaporosa falda blanca, vaporosa y volátil debido al aire de la rejilla del metro, nos cuenta mucho, de manera inintencionada, de la vida de la estrella. En aquellos momentos, la joven pasaba una mala racha en su matrimonio y algunas biografías cuentan que, tras el rodaje de la mítica imagen, DiMaggio estaba tan furioso que acabó golpeándola.
Un mal rato que refuerza el aura de víctima que sigue persistiendo en docenas de biografías de la star más legendaria de cuantas existieron en Hollywood.
El deportista también cargó su ira contra el "tonto vestido blanco" que ya forma parte indisociable del mito. Diseñado por William Travilla, el modisto habitual en la carrera de la Monroe, el vestido tipo cóctel en color marfil de escote halter y falda plisada se acabño convirtiendo en una de las joyas más preciadas de su colección.
El aspecto negativo de la película tuvo que ver con el Código Hays, que metió sus manos censoras sobre la historia para evitar que el escarceo del protagonista y la vecina pudiera parecer un adulterio.
El propio Wilder no quedó muy contento con la historia y la definió como "una película sin importancia, porque debería hacerse hoy sin censura... A menos que el marido, que se queda solo en Nueva York mientras la mujer y el niño pasan el verano fuera, tenga una aventura con esa chica, no hay nada. (...) No me salió nada, y no puedo decir nada al respecto, salvo que ojalá no la hubiera hecho. Ojalá tuviera la propiedad ahora".
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El público no pensó lo mismo, y los carteles de Marilyn y su falda blanca al viento inundaron muchas ciudades norteamericanas en aquel 1955. La cinta acabó recaudando una burrada de dinero (más de 20 millones de dólares en todo el mundo) y amplificó esa imagen sexual de la añorada Norma Jeane de la que siempre quiso huir.
Siete décadas más tarde, 'La tentación vive arriba' es una leyenda por encima incluso de su entidad artística, que también la tiene. Es difícil parodiar 'De aquí a la eternidad' (el legendario beso de Burt Lancaster y Deborah Kerr) o 'Breve Encuentro' (la música de Rachmaninoff), agitarlo en la coctelera con diálogos inteligentes y una sensación de eterno verano en la ciudad y salir indemne. Pese a ciertos aspectos trasnochados, la comedia de Wilder define, quizá más que ninguna otra película, la propia vida de la eterna y desgraciada Marilyn.
La noche del 15 de septiembre de 1954, medio Manhattan se fue a pasar un rato a Lexington Avenue. Docenas de personas luchaban por encontrar sitio cerca de las puertas del Trans-Lux Theatre. Tenían una buena razón. Alrededor de la 1 de la madrugada, allí estaban Billy Wilder, Tom Ewell y la explosiva bomba sexual que acaparaba todas las miradas: Marilyn Monroe.