“Esta no es una casa para impresionar, es una casa para vivirla”, dice Carmen mientras sostiene una copa de vino tinto de Marqués de Riscal en el porche, donde el verde del jardín enmarca una pérgola que ella misma rediseñó. Arquitecta de formación, inversora por vocación y alma inquieta en todo lo demás, Panadero nos abre las puertas de su hogar en una calle tranquila de la urbanización Puerta de Hierro, en Madrid.
Texto
Cris Castany
Fotografía
Esi Seilern
Diseño
Blanca Casanova
Desarrollo
Luis Rodríguez
Producción
Flair Studio


Una vida entre ladrillos, fondos y proyectos
“Yo vengo de familia de arquitectos, pero donde realmente he desarrollado mi carrera es en el mundo inmobiliario”, nos explica. Actualmente, es directora general de una gestora de fondos de inversión inmobiliaria, IMPAR Capital. Desde allí, diseña y ejecuta operaciones tan ambiciosas como la reconversión del edificio Sagasta 33 —actual sede de Casa Decor— en viviendas de superlujo, o la adquisición de 16 inmuebles que transformarán el tejido residencial madrileño.
No contenta con eso, hace una década fundó junto a otras mujeres del sector la asociación Wires (Women in Real Estate Spain), un think tank de expertas que busca hacer visible la autoridad profesional de las directivas del sector inmobiliario: “Nuestro enfoque no trabaja el techo de cristal. Queríamos resaltar a las mujeres ya estaban aquí, darles voz, pasábamos desapercibidas y somos muchas solo que no se nos veía. Wires es un networking activo con impacto”.

Si Carmen lidera el futuro del urbanismo desde los despachos y las obras, Luis Hurtado de Amezaga lo hace desde las bodegas. Es la sexta generación de la familia fundadora de Marqués de Riscal, una de las casas vinícolas más emblemáticas de España. “Luis es un apasionado del vino, un enamorado de su historia y su presente, pero también de cómo puede evolucionar,” comenta Carmen con admiración.
La enología no es solo su trabajo, sino un hilo vital que los une. En su casa no hay copa que no se llene con una anécdota, ni rincón que no se embriague de conversaciones sobre crianza, catas o vendimias.
Una casa con alma y luz
Cuando encontraron esta vivienda, era una joya, llena de potencial, propiedad entonces de Laura Ponte y Beltrán Gómez-Acebo. “Como arquitecta me enamoré al instante, aunque estaba muy apagada, con rejas, poca luz y un jardín desnivelado que no dejaba ver su tamaño real”, recuerda Carmen.
Sin tirar la estructura, la transformó por completo. Añadió ventanas, diseñó una nueva planta superior y niveló el jardín. “No quería que se perdiera el alma, solo necesitaba un meneo con mucho mimo.” Ahora, la vivienda respira a través de espacios amplios y abiertos, en los que la luz se cuela por todos lados y cada rincón se convierte en una galería.


La luz también invade el interior de las estancias, incluso la escalera que sube a la zona de los dormitorios tiene una luminosidad inesperada para una zona de paso. Y todas son exteriores, incluso el espacio destinado para que sus hijos ‘pongan casa’.
El arte, ese otro habitante

Al entrar, recibe al visitante una escultura de la artista valenciana Inma Femenía. En el comedor, un díptico abstracto de Isabella Paris, amiga de la familia, y un grabado de Palazuelo. En el salón, cada pared narra una historia: una fotografía de gran formato de Saleta Rosón, una escultura con peana de Manuela Noblejas, otra instalación gráfica en color rojo firmada por Anita Suárez de Lezo, una escultura amarilla de la artista israelí Roni Packer, un cuadro rojo de Jordi Teixidor y un dibujo en tinta de Oswaldo Guayasamín.
“La escultura me habla más que otros formatos. Supongo que es por mi formación como arquitecta, me atrae la plasticidad, la relación con el espacio,” reflexiona.



“La escultura me habla más que otros formatos. Supongo que es por mi formación como arquitecta, me atrae la plasticidad, la relación con el espacio,” reflexiona.
En el dormitorio principal descansa un cuadro impresionista de Santiago Paredes, un joven argentino en ascenso. Lo flanquean una escultura blanca y dorada de Mareo Rodríguez y una pieza de papel en gran formato de Beatriz Gove, una de sus primeras adquisiciones. En el pasillo bajo el lucernario, una obra abstracta de Jesús Crespo remata el recorrido.
“Compro por emoción, aunque no puedo evitar mi vena gestora de fondos: me gusta que las piezas tengan proyección. Si algún día quiero rotar la colección, que tenga liquidez,” confiesa entre risas.


Así como la atención la reclama el arte, el mobiliario, por el contrario, tiene un carácter funcional. “No soy interiorista, soy arquitecta. Para mí, los muebles son útiles. Si son feos, no los pongo, pero no me vuelvo loca con eso. Lo importante es cómo te hace sentir el espacio.”
Carmen dice que rehúye de las modas o los despliegues estéticos vacíos. Su prioridad es clara: que su hogar esté al servicio de quienes lo habitan. “Si me siento en el jardín con un vino y respiro calma, entonces está bien”.
Una familia extensa y bien avenida
La casa es también el epicentro de una familia numerosa. Carmen y Luis tienen seis hijos entre ambos, de los cuales dos del primer matrimonio de ella, tres del de él y una en común, la pequeña de cuatro años. “Quise tener dos más, pero Luis dijo que ya estaba bien,” bromea.
Se llevan bien con sus respectivas exparejas, lo que les permite organizarse con fluidez y mantener una convivencia armoniosa. “Somos como una 'Modern Family', y muchos nos comparan con los Brady, yo digo que me recuerda más a un ejemplo español: ‘Los Serrano’” dice con humor.

Tiempo para todo, o casi
Pese a una agenda más que apretada, Carmen se las ingenia para seguir cultivando su curiosidad intelectual. “Tengo un club de lectura con amigas, otro de historia con matrimonios donde traemos un profesor una vez al mes. También voy al teatro, juego a golf, a pádel… No sé cómo lo hago, pero lo hago. Dicen que si quieres que algo salga, dáselo a una mujer ocupada”.
Con un sentido casi matemático de la organización emocional, crea chats para cada afición y coordina planes con precisión de relojera. “Digo: chicas, el martes que viene club de lectura. Y ya está. Si no te organizas, el tiempo se te escurre entre los dedos”...


Ahora está leyendo ‘Los nombres de Felisa’ y propone títulos para el grupo. “Eso sí, si propones, tienes que haberlo leído. Aquí no valen marrones de amigos escritores,” bromea.
Un modelo de mujer sin etiquetas

En una sociedad que tiende a encasillar, Carmen Panadero se resiste a las etiquetas. Es arquitecta, empresaria, presidenta de una asociación influyente, madre de seis, gestora de su hogar y de fondos millonarios, coleccionista de arte, anfitriona generosa y lectora empedernida.
“No quiero parecer la que presume de casa para dar envidia. Soy una currante que ha hecho su hogar a su manera, y que se toma su cerveza en el jardín feliz”.

Y es que en esta casa, entre viñas, arquitectura y arte contemporáneo, todo respira belleza, pero sobre todo, verdad.