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Eduardo Zaplana, auge y caída del hombre que pagaba siempre en efectivo
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condenado a prisión sin fianza

Eduardo Zaplana, auge y caída del hombre que pagaba siempre en efectivo

Siempre mantuvo que el fuego amigo era el peor, refiriéndose a los suyos. Aquí, el retrato más íntimo del hombre que hacía las mejores paellas a Julio Iglesias

Foto: Eduardo Zaplana por Jate.
Eduardo Zaplana por Jate.

Eduardo Zaplana era el prototipo de hombre triunfador. Tuvo todos los cargos públicos dentro de un partido que se pudieran desear. Y después en la empresa privada. Como le sucedió a Iñaki Urdangarin, le recomendaron para un buen puesto en Telefónica, donde ha permanecido hasta que la compañía privada (igual que su partido) le echó en cuanto se hizo efectiva su detención el martes pasado. La jueza Isabel Rodríguez le envió a la carcel de Picassent (Valencia) incomunicado y sin fianza acusado de blanquear 10,5 millones de euros procedente de comisiones ilegales.

Zaplana, el triunfador, el hombre que se hacía los trajes a medidas en la sastrería de El Corte Inglés de la calle Serrano y compraba corbatas Hermès, que solía pagar en efectivo en las tiendas gourmet del barrio de Salamanca, el eterno caballero bronceado al que tomaban el pelo en el PP porque siempre iba impecable y le apodaron Don Limpio, ya no tiene quien le baile el agua. Al menos públicamente. Sus amistades y conocidos a los que más de una vez llevó en el avión privado que utilizaba cuando ejerció de cargo público o en verano navegando por el Mediterráneo no quieren saber nada de él. Unos se sienten estafados y otros se han alejado haciendo suyo el refrán de "cuando las barbas de tu vecino veas arder, pon las tuyas a remojar".

Lea aquí: El pisazo en Madrid que los Zaplana se compraron en marzo (y sin hipoteca)

Roma, París y las duras sesiones de quimio

Como aseguraba a Vanitatis una amiga que lo defiende: "Ahora resulta que todos sabían que Eduardo era un corrupto y un delincuente. ¿Y si eran conocedores de esa situación, por qué aceptaban que les invitara a comer? ¿O se iban con él de viaje a Roma o a París? ¿O le hacían la pelota y jugaban con él al tenis, aunque no tuvieran ganas? Efectivamente Zaplana -antes de que le detectaran la leucemia- solía hacer escapadas a estas dos ciudades. Es un hombre muy sibarita que no frecuentaba los restaurantes de moda, pero sí los locales de toda la vida como la marisquería O Pazo o el desaparecido NiMu, en el hotel Adler en la calle Velázquez. Gran deportista, acudía casi todos los días al gimnasio Metropolitan, donde tenía su entrenador personal. Solo faltaba cuando las sesiones de quimioterapia le dejaban fuera de juego.

placeholder El expresident de la Generalitat Eduardo Zaplana en una foto de archivo. (EFE/Kai Försterling)
El expresident de la Generalitat Eduardo Zaplana en una foto de archivo. (EFE/Kai Försterling)

Fue alcalde de Benidorm, presidente de la Generalitat Valenciana, ministro de Trabajo, portavoz de su grupo en el Congreso. Se llevaba bien con los periodistas y con el resto de su colegas de otros partidos. Donde despertaba más envidias era entre los suyos, precisamente por ese buen rollo que mantenía con la prensa. "El fuego amigo es el peor", decía refiriéndose a cargos del PP.

La paella de pollo y conejo para Julio (Iglesias)

Mantenía un buen rollo con los profesionales que se dedicaban a la prensa del corazoneo. Formaba parte de la lista de elegantes y respondía a los cuestionarios ajenos a su dedicación laboral. Desde prestarse a dar una receta de cocina a explicar como se hacia la paella, "que no hay que confundir con los arroces". Decía: "Aquí, se hace de pollo y conejo. Esa es la genuina".

Conservaba la tradición de muchas familias de la Comunidad Valenciana donde los hombres cocinan la paella en las reuniones importantes o los domingos. Tuvo incluso su nexo de unión con Ana Obregón en temas gastronómicos. Si la multifacética actriz le cocinaba a Spielberg, Zaplana lo hacía para Julio Iglesias.

placeholder Lea aquí sobre la tragedia personal de Rosa Barceló y su marido Eduardo Zaplana. (Gtres)
Lea aquí sobre la tragedia personal de Rosa Barceló y su marido Eduardo Zaplana. (Gtres)

Al menos esa era la leyenda de aquellos años cuando contrató al cantante en 1997 por seis millones de euros para que paseara el nombre de la Comunidad Valenciana por el mundo. El contrato incluía hablar de lo beneficioso que resultaba comer naranjas y arroz. Este pago se gestionó a través del IVEX (Instituto Valenciano de la Exportación) y cuando se investigó, el benefactor aseguró que la publicidad que había conseguido el cantante justificaba el dinero.

Muchos años después, Antonio Banderas hizo lo mismo promocionando Málaga con un éxito tremendo y gratis total. En esto radicaba la diferencia. Uno fue honesto y practicaba con el ejemplo y el hoy encarcelado seguía la pauta de lo 'mío es mío y lo tuyo también'.

Eduardo Zaplana ha pasado de ser el Campeón, como le llamaba Julio Iglesias, a ser el apestado del PP. Quizá lo único importante que le queda en su vida son sus hijos y su mujer.

Eduardo Zaplana era el prototipo de hombre triunfador. Tuvo todos los cargos públicos dentro de un partido que se pudieran desear. Y después en la empresa privada. Como le sucedió a Iñaki Urdangarin, le recomendaron para un buen puesto en Telefónica, donde ha permanecido hasta que la compañía privada (igual que su partido) le echó en cuanto se hizo efectiva su detención el martes pasado. La jueza Isabel Rodríguez le envió a la carcel de Picassent (Valencia) incomunicado y sin fianza acusado de blanquear 10,5 millones de euros procedente de comisiones ilegales.

Zaplana, el triunfador, el hombre que se hacía los trajes a medidas en la sastrería de El Corte Inglés de la calle Serrano y compraba corbatas Hermès, que solía pagar en efectivo en las tiendas gourmet del barrio de Salamanca, el eterno caballero bronceado al que tomaban el pelo en el PP porque siempre iba impecable y le apodaron Don Limpio, ya no tiene quien le baile el agua. Al menos públicamente. Sus amistades y conocidos a los que más de una vez llevó en el avión privado que utilizaba cuando ejerció de cargo público o en verano navegando por el Mediterráneo no quieren saber nada de él. Unos se sienten estafados y otros se han alejado haciendo suyo el refrán de "cuando las barbas de tu vecino veas arder, pon las tuyas a remojar".

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