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Grande-Marlaska: "El dolor tras mi salida del armario fue personal e intransferible" Felizmente casado con el funcionario Gorka Arotz, profesor de inglés y español en un centro para adultos, nos recibe en la sede del ministerio

Grande-Marlaska baja con brío la escalinata del Ministerio del Interior, en pleno centro de Madrid, donde vive y trabaja, como sus antecesores en el cargo. Aunque nos recibe a última hora de la tarde, después de un día maratoniano, no da muestras ni de cansancio ni de que pretenda tasarnos el tiempo. Como él mismo nos devela más tarde, cada día se levanta a las 6:30 de la mañana para hacer algo de gimnasia en casa ("Ir a nadar, como antes, supone sacar a gente de seguridad") y ha atendido sus obligaciones hasta minutos antes.

Mientras se pone en nuestras manos para las primeras fotos, bajan al jardín, a petición nuestra, a sus tres perros adoptados, Pepa, Duende y Martina, una voluntariosa galga, aún convaleciente de una operación en una de las patas delanteras. Su presencia en el reportaje no obedece a un criterio estético, sino a la trascendencia que tienen para él: "A mí siempre me han gustado los animales, pero hasta que no fui independiente no pude tenerlos, porque en mi casa no se podrían haber asumido más responsabilidades: hubieran sido para mi madre. No concibo vivir sin ellos. Y siempre hago este llamamiento: tenemos que ser una sociedad en la que se respeten sus derechos. Se abandonan 200.000 al año aproximadamente, así que los que luchamos por su bienestar no tenemos otra opción que ser responsables y recurrir a la adopción".

Fernando, que es así como se nos presenta, con un cálido apretón de manos y mirando siempre a los ojos de cada uno de sus interlocutores, nos concede esta entrevista cuando aún no está definido su futuro a corto plazo. Todavía no se habían cerrado todos los pactos electorales tras las elecciones municipales y autonómicas ni mucho menos definido si Pedro Sánchez repetiría como presidente.

El ministro del Interior en funciones con sus tres perros Pepa, Duende y Martina.

PREGUNTA: ¿Tiene algo que temer la comunidad LGTBI?

RESPUESTA: No creo que tengamos que tener miedo y, de hecho, nunca lo hemos tenido. Desde hace mucho tiempo somos conscientes de nuestros derechos y cuando hablamos de derechos LGTBI, hablamos de derechos humanos. Miedo no tenemos que tener, pero sí responsabilidad en el sentido de ser conscientes de que no se ganan de una vez para siempre. Casi siempre hay que lucharlos todos los días. Y quizás en determinadas circunstancias un poco más. Tal vez ahora, después de algunas manifestaciones de ciertos representantes públicos, hay que ser un poco más vigilante, pero sin ningún temor. Hemos pasado tiempos mucho peores y superado épocas mucho más oscuras. Cuando uno es consciente de sus derechos y libertades tampoco es fácil que permita que se los quiten.

P.: Usted no tuvo miedo en una época en la que no resultaba tan sencillo como en la actual.

R.: Es cierto, quizás no era un momento sencillo, pero todo es muy circunstancial. Depende de los condicionantes de cada uno, sociales, personales, familiares... Es muy difícil hablar de cuál es mejor o peor momento. En aquellos años, finales de los 90, no era lo mismo que ahora, 20 o 25 años después. Tenemos que ser conscientes de que para determinadas personas en algunos ámbitos sociales o incluso geográficos tampoco sigue siendo muy fácil manifestarse como uno es. ¿Valentía? Me gusta más hablar de la palabra 'necesidad', de poder expresarte como uno más.

P.: En su vida personal ha sido muy lanzado: conoció a quien hoy es su marido, Gorka Arotz, se fueron a vivir juntos una semana después y a los tres meses ya se habían comprado un piso en Bilbao.

R.: Hay momentos en los que por tus vivencias concretas sabes que estás tomando partido por algo y te la juegas, pero en nuestro caso salió bien. Todos, sin ser muchas veces conscientes, no jugamos tan fuerte como parece a primera vista. Tenemos un 'background' que nos permite calibrar el resultado de nuestras decisiones que a priori pueden parecen muy arriesgadas, pero la mochila que traemos la vamos cargando con experiencias vitales que al final nos ayudan a resolver lo que pueda pasar.

Grande-Marlaska, de 56 años, se mantiene en forma gracias al ejercicio diario que hace en casa.

P.: ¿Qué es lo más duro de ser el marido de un ministro?

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R.: No soy la persona indicada para contestarte a eso, tendría que ser Gorka -nos dice a propósito de su pareja, que es funcionario de la Comunidad de Madrid y profesor de español e inglés en un centro para adultos-. Te diría que determinados trabajos u ocupaciones implican muchas servidumbres personales, pero al mismo tiempo dan grandes satisfacciones. Ser ministro del Gobierno de tu país es una de ellas, además de un orgullo indiscutible, sobre todo para alguien como yo a quien le gusta la cosa pública. Es cierto que en el ámbito personal conlleva servidumbres que nos afectan a nosotros, pero más aún a quienes nos rodean. Nosotros perdemos partes de nuestra vida privada, pero nuestras parejas lo padecen, por así decirlo, aún más.

P.: Una forma de desconectar es marcharse a su casa de la sierra de Madrid, donde Gorka se ocupa de las cuestiones de jardinería como entretenimiento.

R.: Sí. Y, además, le oxigena mucho. En ocasiones no puedo ir el fin de semana completo porque alguna circunstancia me lo impide. Aunque solo sea un día, intento 'esconderme'. Necesito esa fortaleza en la que no entra nadie o solo quien tú decides. Para mí es un chute de energía.

P.: Tanto para su marido como para usted salir del armario fue una experiencia muy dura por la reacción de sus respectivas familias. ¿Cómo compartían ese dolor?

R.: Ayudó mucho que estuviéramos juntos, pero son dolores muy personales. Hacer frente a una situación así, por ejemplo, con tu madre, el sentimiento, el dolor, es algo muy personal -como él mismo ha contado anteriormente, entre 1998 y 2004 no hubo relación entre ellos-. Tanto que es intransferible. Es difícil hasta explicarlo. Si en ese momento tienes a tu lado a alguien importante que te sirve de apoyo, es una satisfacción y una ayuda inestimable, importante y principal. En mi caso que estuviera Gorka fue fundamental, pero insisto en que estos dolores no se comparten ni con la persona que está a tu lado, con la que compartes todo, hasta la piel. Es imposible.

P.: En 2006 le desveló usted a Rosa Montero en una entrevista detalles muy personales sobre el cisma familiar que supuso y que tal vez otros en su lugar hubieran preferido dejar en la intimidad. Fue como una doble salida del armario.

R.: Soy una persona muy reservada para mi intimidad, pero cuando asumo quién soy y cómo, y doy una entrevista de esas características y hablo de mis circunstancias con un fin, no me voy a ir por las ramas. Voy a hablar y decir lo que pienso, cómo lo he vivido y expresar mis sentimientos. Eso para mí no es intimidad, porque para lo que lo es soy muy reservado. De mi vida poca gente conoce, por ejemplo, la imagen de mi marido, no salimos por ahí, o quiénes son nuestros amigos. No soy una persona de papel cuché ni quiero serlo. Es cierto que mucha gente afirmó: “¡Cómo dices esto!”, pero si estoy hablando de homosexualidad o de salida del armario, de lo que cuesta, tengo que contar lo que implicó y lo que significó.

Grande-Marlaska, a quien vemos con una de sus tres mascotas, nos recibió en el ministerio, donde también reside.

P.: La única gran discrepancia que ha tenido con su marido es sobre la paternidad. Él le dijo categóricamente que no cuando usted se planteó adoptar. ¿Se arrepiente de no haber sido padre o es que simplemente no se puede tener todo?

R.: Esa es la contestación: “No se puede tener todo”. Es la única respuesta posible. Tenemos que aceptar la frustración, que debe formar parte de la vida de todo individuo, y si no, mal andamos. No me arrepiento de mi vida. Estoy razonablemente satisfecho con ella.

Las palabras del ministro, cuyo discurso denota un equilibrio perfecto entre el estoicismo (de ahí la reiteración de la palabra 'frustración' en nuestra conversación) y el espíritu combativo, nos hace pensar en una de las citas más conocidas de uno de los pensadores a los que relee de manera habitual, Michel de Montaigne: "Nuestro deseo desprecia y abandona lo que tenemos para correr detrás de lo que no tenemos". Grande-Marlaska no es precisamente conformista, como ha evidenciado en su brillante carrera en la judicatura y ahora como responsable en funciones de una de las carteras más delicadas de cualquier Gobierno. Y si se nos permite el cliché, tampoco es políticamente correcto.

P.: En los últimos meses la gestación subrogada ha estado muy presente en la agenda pública. ¿De qué lado se posiciona usted?

R.: No solo por estar en un Gobierno del PSOE y porque el partido tenga esta postura, siempre lo he tenido claro. No estoy a favor de regular la gestación subrogada. Sustancialmente está muy vinculada a la comunidad LGTBI. Algunos partidos que apuestan por ella se han dado cuenta y por eso están poniendo también como ejemplo a mujeres que por enfermedades u otras cuestiones no podían ser madres y recurrían a ello. Eso es la excepción de la excepción, lo sabemos perfectamente. Esos no son los supuestos concretos de las familias que suelen recurrir a la gestación subrogada: la mayoría son parejas gais. No tanto las parejas lesbianas, por razones obvias y biológicas.

P.: ¿Y la gestación subrogada altruista?

R.: Me resulta difícil comprender que una mujer que no tiene ninguna relación con las personas que recurren a la gestación subrogada lo acepte hacer gratuitamente. Además, es difícil abstraerte de la circunstancia de que durante nueve meses estás gestando ese bebé. ¿Qué tipo de mujer se prestaría? ¿Tiene una profesión y una familia y se va a quedar embarazada para otros gratuitamente? No lo veo una lógica porque cualquier mujer lo que en principio querría sería desarrollarse personalmente y profesionalmente y lo que estaríamos regularizando sería utilizar el vientre para satisfacer un deseo de una pareja más que una necesidad. Hay que aceptar algunas frustraciones en la vida, porque no siempre todo tiene por qué ser posible. Y si no se puede optar a una paternidad biológica, hay que aceptarlo. Creo que regular esa materia sería más perjudicial para derechos de terceros que beneficioso. Existen otras posibilidades si tienes más que deseo, necesidad de paternidad, para desarrollar ese anhelo: la adopción.

El ministro posó para Vanitatis en un improvisado estudio creado en su lugar de trabajo.

P.: El derecho a la adopción de la parejas del mismo sexo está reconocido en la ley española, pero la inmensa mayoría de los países de los que proceden los niños no están dispuestos a concedérselos a los padres adoptantes.

R.: Volvemos a lo mismo: un poquito de frustración no tiene por qué ser malo. Y aquí, en lugar de optar por niños pequeños tienes que empezar por el acogimiento orientado a la adopción y optar a niños un poco mayores. Si realmente tienes la necesidad, existe este camino.

P.: ¿Qué día se podrá decir que se ha alcanzado la normalidad en la comunidad LGTBI?

R.: Cuando ante cualquier acontecimiento o circunstancia no nos tengamos que preguntar sobre la orientación sexual y no exista la necesidad de seguir defendiéndola. Cuando nadie diga que cabe la posibilidad de aplicar terapias para corregir la orientación sexual. Cuando nadie se atreva a estigmatizar o emparejar con el colectivo LGTBI determinadas actitudes que se estigmatizan. Cuando no sea relevante en ninguna pregunta. Cuando deje de ser un prejuicio para mucha gente.

P.: Ha sido muy de la cultura del esfuerzo, de la constancia... ¿Qué se ha dejado por el camino o no es mucho de mirar atrás?

R.: Lo hecho, hecho está. No soy de los que se arrepienten de decisiones que se hayan tomado. La responsabilidad forma parte de la vida de todos, al igual que la frustración. Una vez que tomas una decisión, debes asumirla y tirar para adelante con sus consecuencias. Mirar demasiado atrás es fatal, porque no vas a afrontar el resto de tu vida. Cada día hay que tomar muchas decisiones. Si algo nos hemos equivocado en el pasado, nos va a ayudar para el futuro. Decisiones tomamos todos los días, muchas que tienen más importancia de lo que creemos. No son solo cuatro o cinco las que nos marcan totalmente. Las pequeñas cuestiones cotidianas que tenemos que solventar cada día tienen mucha más trascendencia de lo que pueda parecer a primera vista.

Nos despide en su despacho y quién sabe si encontraría después un rato para una de sus aficiones que más abandonadas tiene desde que se convirtió en ministro: la lectura: "Es la gran carencia de este último año. No me da la vida. Cada vez tengo más libros en la mesilla y de vez en cuando voy a La Central -una tienda de libros del centro de Madrid- a ver novedades de narrativa, de ensayo y filosofía, aunque también soy muy dado a releer a autores como Dostoyevski".

Entrevista:
Juanra López
Fotos:
Olga Moreno
Maquillaje:
Ismael Rodríguez

Coordinación:
Juanma Romero
Producción:
Pilar Grosso
Video:
Isabella Huncal

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