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Los Codorníu Raventós, un clan (muy) orgulloso de serlo
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SAGAS NAVIDEÑAS

Los Codorníu Raventós, un clan (muy) orgulloso de serlo

Hasta la entrada de Carlyle en el accionariado, constituían la empresa familiar más antigua de España. Los miembros del clan prueban el caldo por primera vez en su bautismo

Foto: Las cavas de Codorníu. (Cortesia de Codorníu)
Las cavas de Codorníu. (Cortesia de Codorníu)

Son tantas las empresas familiares que no resisten la tercera o la cuarta generación que lo de Codorníu (la que hasta hace poco era la empresa familiar más antigua de España) solo puede calificarse de milagro. El primer documento que da fe de la actividad vitivinícola de un tal Jaume Codorníu data de 1551. En 1659, una de sus descendientes, la 'pubilla' (el equivalente femenino del famoso 'hereu') Anna Codorníu, se casó con Miquel Raventós, uniendo a las dos grandes familias del Penedés y perdiendo el apellido de cabecera. Así, generación tras generación, hasta llegar a 18, hoy son 618 descendientes repartidos en cinco ramas familiares. Un gran árbol genealógico que cobija bajo su sombra a personas muy dispares que viven en España pero también en Egipto, en California o en Reino Unido. Todos, eso sí, con un orgullo de pertenencia a la familia muy marcado y trabajado desde la propia casa, que tiene un eufemístico Departamento del Accionista que se ocupa de hacer saber a cada miembro de la familia que sí, que se le quiere.

Al frente de todos ellos estuvo durante veinte años María del Mar Raventós Chalbaud (65), presidenta de Codorníu y representante de la 15ª generación, que en marzo del año pasado anunció su intención de dejar el cargo. Una de las diez mujeres más influyentes de España, según Forbes, que lleva destilado en su ADN lo mejor de la raza empresarial vasca y catalana, incluida la alergia a aparecer en los medios por algo que no fuera hablar del negocio.

placeholder Las cavas Codorníu, en Sant Sadurni d'Anoia, son un monumento modernista. (Codorníu)
Las cavas Codorníu, en Sant Sadurni d'Anoia, son un monumento modernista. (Codorníu)

"Siempre me gusta recordar el primer día que entré a trabajar en la empresa, me dieron un lápiz y media goma y me dijeron 'cuando se te gaste ven a por la otra mitad'. Es quizás una anécdota simple pero que me marcó y he aplicado durante mi trayectoria, hay que primar la eficiencia en cada acción que emprendemos", explicaba Raventós en una entrevista poco después. Entonces tenía 24 años y era muy consciente del peso de su apellido, así que el primer día colgó sus dos títulos universitarios (es licenciada en Económicas y Empresariales y Filosofía y Letras) en la pared para mandar el mensaje de que no estaba ahí exclusivamente por una cuestión de sangre. Cuando dos décadas más tarde, en 1998, llegó a la presidencia, había pasado por tantos escalones y conocía tan bien a los accionistas (la familia, al fin y al cabo) y a la compañía que a nadie se le ocurrió nadie mejor.

Protocolo familiar

Lo primero que hizo la señora Raventós fue establecer un protocolo familiar, una especie de código de conducta para los miembros de la familia, entre los que existían algunas rencillas. Entre los puntos importantes, acordaron que solo pueden ejercer en la compañía cuatro miembros de la familia, uno por rama familiar. Cuando optan a un puesto, tienen que pasar por un proceso de selección liderado por un 'head hunter' ajeno a la empresa. Los miembros del clan que trabajan en la compañía son evaluados cada dos años. También se estipuló cómo y de qué manera se podía disfrutar de los activos del grupo: "Cuando vas a una de las bodegas, si eres familia tienes derecho a un aperitivo, una cata o lo que sea, pero no te puedes llevar las botellas que te dé la gana o invitar a tus amigos a celebrar el cumpleaños en el castillo de Raimat, eso antes sí pasaba, había muchos abusos", explicaba la propia Raventós. Por último, crearon un comité júnior, formado por los miembros de la familia que tienen entre 18 y 35 años. "Se montan catas para que aprendan a diferenciar los cavas, se les imprime la dignidad de ser un Codorníu Raventós desde muy jóvenes".

"De momento no se ha cambiado nada de esto", explican desde la empresa. Como Freixenet, también Codorníu ha cambiado su estatus familiar. El año pasado, Carlyle, el fondo estadounidense de inversión, anunció la adquisición de más del 55% de la empresa por una cantidad cercana a los 390 millones de euros. La nota de prensa hablaba de buscar su "internacionalización". En un guiño a su identidad, el puesto de nuevo director general fue ocupado por un Raventós, Ramón Raventós Basagoiti, de 44 años, uno de los miembros del clan que hasta entonces trabajaba fuera de las bodegas. Desde entonces han llevado a cabo una buena limpieza en la cúpula y un ERE que afectó al 10% de la plantilla.

placeholder Mar Raventós. (EFE)
Mar Raventós. (EFE)

El orgullo de pertenencia entre los miembros de la familia es clave. Cada vez que nace un miembro de la saga, la compañía le envía una caja de benjamines con una etiqueta especial que representa el árbol genealógico. No es la única liturgia. También es costumbre en la casa dar a probar una cucharadita de cava a los nuevos bebés en su bautizo. Cucharadita que escupen automáticamente.

placeholder Vista aérea de las cavas. (Cortesía de Codorníu)
Vista aérea de las cavas. (Cortesía de Codorníu)

En la hora de su despedida, una de las cualidades que más destacaron en Mar Raventós los entonces accionistas de la empresa (todos miembros de una de las cinco ramas de la familia fundadora) fue su acierto y su mano izquierda a la hora de lidiar con las rencillas familiares. Las herramientas fueron múltiples, ella solía mencionar dos: "Mucha transparencia y fomentar el orgullo de pertenencia". Los distintos linajes coinciden una vez al año, en la época de la vendimia, en una reunión familiar a la que están invitados "solo los mayores de 18 años con sus parejas legales". Se les da un distintivo que les identifica, se les enseña la campaña de publicidad que se va a lanzar esa Navidad en primicia y se les da un regalo exclusivo. Los miembros del comité júnior cuentan lo que han hecho ese año y el ambiente es distendido, entre otras cosas "porque no se admiten preguntas".

Además, todos los años que acaban en 0 o en 5 se celebra un macroevento familiar, esta vez sin restricción de edad, en el que se intenta reunir a todos los miembros en las cavas de Sant Sadurní d'Anoia. Y cada año, por cierto, se pacta qué rama saldrá en el centro de la foto.

Son tantas las empresas familiares que no resisten la tercera o la cuarta generación que lo de Codorníu (la que hasta hace poco era la empresa familiar más antigua de España) solo puede calificarse de milagro. El primer documento que da fe de la actividad vitivinícola de un tal Jaume Codorníu data de 1551. En 1659, una de sus descendientes, la 'pubilla' (el equivalente femenino del famoso 'hereu') Anna Codorníu, se casó con Miquel Raventós, uniendo a las dos grandes familias del Penedés y perdiendo el apellido de cabecera. Así, generación tras generación, hasta llegar a 18, hoy son 618 descendientes repartidos en cinco ramas familiares. Un gran árbol genealógico que cobija bajo su sombra a personas muy dispares que viven en España pero también en Egipto, en California o en Reino Unido. Todos, eso sí, con un orgullo de pertenencia a la familia muy marcado y trabajado desde la propia casa, que tiene un eufemístico Departamento del Accionista que se ocupa de hacer saber a cada miembro de la familia que sí, que se le quiere.