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Los hijos de Cortina gestionan el patrimonio familiar a la espera de abrir el testamento
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FALLECIDO POR COVID

Los hijos de Cortina gestionan el patrimonio familiar a la espera de abrir el testamento

Carlos y Felipe están pendientes de su madre, Miriam Lapique, para conocer las últimas voluntades del empresario, que falleció de coronavirus

Foto: Alfonso Cortina y Miriam Lapique. (EFE)
Alfonso Cortina y Miriam Lapique. (EFE)

Hace un mes fallecía en el hospital Virgen de la Salud de Toledo el empresario Alfonso Cortina. Desde que se jubiló, el expresidente de Repsol y su mujer, Miriam Lapique, pasaban muchos fines de semana en la finca de Retuerta de Bullaque, en Ciudad Real. Y fue en este campo donde les pilló el estado de alarma y se recluyeron para pasar la cuarentena. Nadie imaginaba, ni amigos ni familiares directos, que Cortina fuera uno de los muchos españoles que iba a fallecer por el coronavirus. A sus 76 años, se encontraba en plena forma. Llevaba una vida discreta, sana y volcado en su bodega Pago de Vallegarcía, que montó gracias a los buenos consejos de su gran amigo el marqués de Griñón. “Carlos me prestó a su enólogo, lo que para un bodeguero es como ceder parte de sus secretos”, contaba.

En esta finca permanece su viuda, Miriam Lapique, con sus dos hijos, Carlos y Felipe, que están pendientes de su madre. Aún no se ha abierto el testamento y aseguran a Vanitatis que, en este sentido, ni hay ni habrá problemas en el futuro. Son una familia muy unida junto con la hermana Cari y sus dos hijas.

placeholder Cortina y Lapique, en la capilla ardiente de la infanta Pilar. (EFE)
Cortina y Lapique, en la capilla ardiente de la infanta Pilar. (EFE)

Caritina y Carla Goyanes se han criado con sus primos como hermanos, siempre juntos. Hasta que no se levante el confinamiento, nadie podrá abrazar ni consolar presencialmente a Miriam y a los chicos, que son los que ahora están llevando las riendas de la bodega y del patrimonio familiar. Felipe y Carlos tuvieron que enfrentarse, en la mayor de las soledades, al entierro de su padre, un hombre generoso y bueno, según confirmaban personas que trabajaron con él o a sus órdenes. Una imagen muy triste en el cementerio de El Pardo que, igual que ellos, han vivido todos los españoles que en esta crisis de la pandemia del coronavirus han tenido que despedirse de sus seres queridos en solitario.

Empresarios y consejeros

Los dos hijos son el mejor apoyo para la madre. Felipe Cortina se instaló durante unos años en Nueva York y fundó su empresa Jimmy Lyon, una firma dedicada únicamente a la venta de calcetines que primero arrasó en EEUU y más tarde en Europa. A través de esta ha donado miles de pares para el personal sanitario. Hace un tiempo se trasladó definitivamente a Madrid y, junto con su hermano, es responsable de gestionar el patrimonio familiar.

Carlos vive en Londres y trabaja como socio de Península Capital Advisor, un fondo de capital de riesgo liderado por Borja Prado, presidente de Endesa. El decreto del Gobierno le pilló en España y permanece con su hermano y su madre en Retuerta de Bullaque.

placeholder Felipe Cortina y su socio, Álvaro Gomis. (www.jimmylion.com)
Felipe Cortina y su socio, Álvaro Gomis. (www.jimmylion.com)

En Pago de Vallegarcía SA, la bodega de Alfonso Cortina, sus dos hijos aparecen como consejeros en el Registro Mercantil. Felipe trabajó en la internacionalización de los vinos con éxito. Un negocio familiar en el que su madre aparece como vicepresidenta.

El empresario podía presumir de ser uno de los grandes coleccionistas de vinos. Según decía, en su bodega había cerca de 18.000 botellas. “Tengo amigos que las guardan -confesaba-, pero en casa las abrimos cuando tenemos invitados. Algún día venderé parte de la colección, y el resto para consumir en casa. Mi hermano Alberto también tiene una espléndida colección. Durante muchos años comprábamos en Hospices de Beaune, una subasta de vinos especiales que hay en Francia”.

Hace un mes fallecía en el hospital Virgen de la Salud de Toledo el empresario Alfonso Cortina. Desde que se jubiló, el expresidente de Repsol y su mujer, Miriam Lapique, pasaban muchos fines de semana en la finca de Retuerta de Bullaque, en Ciudad Real. Y fue en este campo donde les pilló el estado de alarma y se recluyeron para pasar la cuarentena. Nadie imaginaba, ni amigos ni familiares directos, que Cortina fuera uno de los muchos españoles que iba a fallecer por el coronavirus. A sus 76 años, se encontraba en plena forma. Llevaba una vida discreta, sana y volcado en su bodega Pago de Vallegarcía, que montó gracias a los buenos consejos de su gran amigo el marqués de Griñón. “Carlos me prestó a su enólogo, lo que para un bodeguero es como ceder parte de sus secretos”, contaba.

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