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"Pau Donés me hizo el mejor regalo. Lloré cuando lo leí y sigo llorando si lo releo"
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OPINIÓN

"Pau Donés me hizo el mejor regalo. Lloré cuando lo leí y sigo llorando si lo releo"

Milagros, la autora de este artículo, nunca entrevistó al cantante ni le conocía hasta que decidió ponerse en contacto con él para pedirle un favor

Foto: Pau Donés. (EFE)
Pau Donés. (EFE)

No nos conocíamos. Bueno, yo a él sí. ¿Quién no conocía a Pau Donés? Había cubierto alguna rueda de prensa para el periódico y sobre mis huesos arrastraba muchas horas de barra con las canciones de Jarabe de Palo como banda sonora. Me viene a la cabeza una noche de chicas, una velada de reencuentros de la universidad, en la que terminamos viendo romper el día en no sé qué antro de Arturo Soria. Amanecía en Madrid, mientras las cuatro, con el brío que otorga la juventud, bailábamos incombustibles escoltadas por los acordes de ‘La Flaca’, nos echaban del garito y nosotras seguíamos sin ganas de recogernos. Aquella noche, ‘La Flaca’ se convirtió en nuestro himno.

“Cuando cae la noche baja a bailar a la tasca. Y bailar y bailar, y tomar y tomar. Una cerveza tras otra, pero ella nunca engorda”.

Jamás lo entrevisté. Jamás tuve ni siquiera un pequeño encuentro con él. No sabía si era un divo o no, si era cercano o no, si era altivo o no. No sabía nada de Pau Donés, salvo lo que trasmitía como artista. Conocía de él lo que dejó entrever al mundo. Donés llegó a mi vida como el mejor regalo, el más generoso, altruista y desprendido que jamás haya recibido.

placeholder Pau Donés. (EFE)
Pau Donés. (EFE)

Mi vida con un TDAH

Enero de 2019. Acababa de terminar de escribir ‘Mi vida con un TDAH’ en plena tormenta vital. No estaba en mi mejor momento. Con medio siglo en el cuerpo, el alma rota y una carta de despido en la mano, me volvió a salpicar la crisis, esta vez a traición. Una convocatoria falsa y una puñalada rastrera me dejaron en la calle con un menor con necesidades especiales a mi cargo y sin paro. El rejo navarro es lo que tiene y, en lugar de hundirme, decidí rematar 'Mi vida con un TDAH', el libro en el que andaba inmersa, ese que convertí en mi bandera, el mismo en el que entrelacé todos los miedos, las preocupaciones y las pequeñas grandes victorias con mi propia existencia como telón de fondo. Me aferré de la mano del doctor César Soutullo y me emperré en hacer visible lo invisible.

“Depende. Que con el paso del tiempo el vino se hace bueno. Que to lo que sube, baja. De abajo arriba y de arriba abajo. Depende. Depende ¿de qué depende? De según como se mire, todo depende".

Buscaba entre mis contactos quien, como adulto, pudiera contar su experiencia con el TDAH. Así me topé con Pau Donés. Él estaba en plena gira de despedida. Siempre he tenido cierta querencia a su música, de manera que me metí en la página web y me topé con su autobiografía, en la que confesaba ciertos sufrimientos de la infancia provocados por el desconocimiento del TDAH y la dislexia que padecía. ¡Estaba viendo a mi hijo retratado en sus palabras! Me lancé sin paracaídas. Era justo lo que buscaba, un adulto que pudiera contar la experiencia vivida en primera persona.

Un mensaje y un prólogo

Escribí a un mail genérico y cuál fue mi sorpresa que en menos de una hora recibí contestación: “Se lo cuento a Pau y te digo algo”. Al cabo del día, en una redacción, llamadas y peticiones de este tipo se hacen unas cuantas. Unas germinan y otras no. Aquella misma tarde, una tal Sandra me volvió a escribir. "Se lo he comentado a Pau. Me dice que en cuanto acabe la gira, te lo escribe”. Así fue. Creo que en mis 30 años de profesión no he conseguido una gestión más fácil y desinteresada. De la manera más generosa, como había prometido, Pau envió un texto que me supo a despedida. Lloré cuando lo leí y sigo llorando si lo releo. Era tan corto como demoledor. Donés fue a tumba abierta. Aquel prólogo me pareció una especie de catarsis en la que ponía a cada uno en su sitio. Con nombre y apellido, a su profesor de octavo de EGB lo dejaba a la altura de una babucha. “Donés, no vas a hace nada en la vida”. Soutullo lo tiene claro: “Pues si con esta lectura conseguimos que cinco profesores en España dejen de decir eso para siempre a sus alumnos, en los próximos 10 años, tendremos 1.000 niños que lo dejarán de oír. Pau habrá ayudado a mucha más gente”.

“Como quieres ser mi amiga si por ti daría la vida. Si confundo tu sonrisa porque al menos si me miras. Razón y piel, difícil mezcla. Agua y sed, serio problema”.

Donés se vació, vaya que si se vació. “Esa es otra característica del TDAH: cuando se entregan, se entregan a tope, tanto que se vacían”. A mí, como madre de un TDAH, me enseñó el valor de todo lo sufrido y todo lo llorado. Pau compartió su dolor infantil, pero se quedó con lo positivo. Fue capaz de reconducir lo que para sus profesores eran defectos en grandes virtudes, las mismas que le llevaron a convertirse en músico que fue, que es, porque la gente como él, aunque desaparezca, no se va jamás. Se hizo fuerte en sus partes débiles y cuando la vida de nuevo le dio un revés, tiró de la fortaleza infantil para darnos una lección de vida a todos.

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Pau Donés. (RRSS)

“Y mira tú por dónde que, gracias a mis defectos, ahora soy músico, que es lo que quise ser desde que nací, y diría que tampoco me ha ido mal. A mis 52 años puedo afirmar que he tenido una vida estupenda, vivida a tope, con gran intensidad, llena de matices, percepciones y emociones que sin el TDHA, THDA, ADTH o como se llame, seguro no hubiera tenido”. Premonitorio.

“Eso que tú me das es mucho más de lo que te pido. No creo lo tenga merecido. Por todo lo que me das, te estaré siempre agradecido”.

Fue tan generoso que sacó fuerzas de donde quizá no las tenía para despedirse dando las gracias. Vuela alto, Pau. Yo soy la que te estaré siempre agradecida. Fuiste mi mejor regalo.

No nos conocíamos. Bueno, yo a él sí. ¿Quién no conocía a Pau Donés? Había cubierto alguna rueda de prensa para el periódico y sobre mis huesos arrastraba muchas horas de barra con las canciones de Jarabe de Palo como banda sonora. Me viene a la cabeza una noche de chicas, una velada de reencuentros de la universidad, en la que terminamos viendo romper el día en no sé qué antro de Arturo Soria. Amanecía en Madrid, mientras las cuatro, con el brío que otorga la juventud, bailábamos incombustibles escoltadas por los acordes de ‘La Flaca’, nos echaban del garito y nosotras seguíamos sin ganas de recogernos. Aquella noche, ‘La Flaca’ se convirtió en nuestro himno.

Pau Donés
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